Este es la QUINTA entrega de artículos que tiene como objetivo analizar el libro “Venezuela Energética” de los autores Leopoldo López y Gustavo Baquero (LL/GB); y en esta entrega nos vamos a referir al tema de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP). Sin duda que el libro refleja claramente el desdén que los coautores sienten por la Organización con sede en Viena, y si en verdad hacen varias referencias a ella es porque les resulta insoslayable, pero su displicencia hacia ella no pueden ocultarla, e incluso la encuentran un tanto culpable del hecho de que Venezuela no haya podido aumentar su producción para compensar precios debido a los “techos” de producción acordados en la OPEP, en momentos en que el mercado estaba sobre ofertado porque había una sobre producción. “Esto (los techos de la OPEP) impidió que se compensara la caída de los ingresos petroleros por la vía del volumen” (LL/GB, p. 94), afirman quienes pretenden emular a Luis Giusti con su “Compensaremos la caída de los precios con más producción” (El Nacional, 27 feb. 1998, p. E/1). En todo caso habría que estar agradecidos con la Organización, pues gracias a dicho “techos” los precios no solo no siguieron cayendo, sino que se recuperaron; sin embargo, los autores no le hacen ningún reconocimiento a la OPEP referente a este hecho varias veces repetido.
Ahondan aun más en su actitud de ignorar a la OPEP al plantear “los lineamientos y metas que proponemos para alcanzar un incremento de producción significativo.” (p. 176), de hasta 7 millones de barriles diarios (MMB/d), cuando ellos saben que pertenecemos a la Organización en nuestra condición de país miembro-fundador, y que una propuesta como esta (de producciones volumétricas) es contraria a la política petrolera de regulación de producción establecida por la Organización, desde principios de la década de los ’80. Sin embargo, no dicen nada sobre qué harán, ante este cometido, con la OPEP; si nos vamos de allí, nos salimos y la abandonamos, si nos convertimos en uno más de sus detractores a pesar de ser sus fundadores, o qué hacemos al respecto?
Sabrán acaso LL/GB que su planteamiento coincide con lo mismo que plantean los grandes países desarrollados y altamente consumidores de petróleo, referido a que los países productores de esta materia prima produzcamos tanto petróleo como podamos, a fin de garantizar todo el petróleo que necesita el mundo desarrollado, sin detenernos en los niveles de precios? También esta llave de escritores todas las veces que hacen referencia al aumento de producción, no dicen nada, absolutamente nada, de los precios del petróleo, pues para ellos el precio no pareciera existir, o no les importa un bledo, o, en todo caso, es lo que menos les importa.
El problema del mercado petrolero no debe ser un problema de producción para los países productores, es un problema de precios. Será un problema de producción para los países consumidores, que cada día consumen más energía y requieren más petróleo, y si este petróleo es barato (lo que se auspicia con grandes producciones), mejor aún. A mayores producciones los precios tienden a la baja, y a menores producciones los precios tenderán a subir. De tal manera que una propuesta como la planteada por LL/GB coincide plenamente con los intereses de las grandes potencias y de los países altamente desarrollados, y por lo tanto es contraria al interés nacional. Deberíamos tener mucho más cuidado al hacer proposiciones de este calibre, pues sin querer le hacemos daño al interés y patrimonio nacionales, y favorecemos los interés contrarios a los nuestros.
LL/GB en su obra “Venezuela Energética” demuestran reiteradamente tanto su desprecio como su desconocimiento sobre la OPEP, y ello queda más que evidente cuando en la página 83 del libro titulan un cuadro estadístico con el siguiente texto: “Cuota de los países OPEP dentro de la organización y el mundo para 1973” (Sic); y resulta que para 1973 aun no existía el sistema de cuotas, pues este fue adoptado por la OPEP desde diciembre de 1982 cuando decide adoptar la política de regulación de producción. Esto refleja un desconocimiento -casi absoluto- de los autores sobre la OPEP y su historia, y quien desconoce la historia de la OPEP desconoce la historia del mercado petrolero, por lo menos en los últimos 59 años. Se trata de un dislate mayúsculo, insoslayable, cuando tal afirmación es el título de un cuadro estadístico que toman como premisa para, a partir de allí, analizar el mercado petrolero, y si la premisa es falsa, tal como en efecto lo es, pues el análisis que de allí se pudiera desprender está totalmente equivocado. Es decir, metodológica y académicamente esto es impresentable. Es más, los autores pudieran no sentir mayores simpatías por la OPEP, pero que desconozcan lo que esta Organización ha significado, con aciertos y errores, en la historia del petróleo y su peso en el mercado mundial de los hidrocarburos -en sus últimos 59 años-, es otra cosa. Esto ya denota desconocimiento mayúsculo, por no decir ignorancia, en el tema petrolero.
Historia
Y para mayor ilustración de LL/GB, y aprovechando que el ante pasado sábado 14 de septiembre se cumplieron 59 años de la fundación de la OPEP, nos permitimos -con todo respeto- hacerles una lacónica y apretada síntesis -a título informativo- de lo que ha significado esta Organización para los países emergentes productores de una materia prima tan esencial para el mundo industrializado. La Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) se fundó en Bagdad (1960), ciudad capital de Irak ubicada a orillas del río Tigris. Este organismo multilateral e intergubernamental conformado originalmente por Arabia Saudita, Irak, Irán, Kuwait y Venezuela, y en la actualidad por 9 países más, todos productores y exportadores de petróleo, tales como Argelia, Nigeria, Libia, Emiratos Árabes Unidos (EAU), Ecuador, Angola, Gabón, Congo y Guinea Ecuatorial, tuvo originalmente como sede a Ginebra (Suiza) y seis años después (1965) se mudó para Viena (Austria), debido a que el gobierno suizo se negó a otorgarle inmunidad diplomática a sus funcionarios y la figura de la extra territorialidad a su estructura física.
La OPEP fue fundada por iniciativa de los ministros petroleros de Venezuela, Juan Pablo Pérez Alfonzo, y de Arabia Saudita, el jeque Abdullah Al Tariki, y está constituida por países de diversa ubicación geográfica, distintos regímenes políticos y religiones, diferentes capacidades de absorción en lo económico y en la conformación del Producto Interno Bruto (PIB), y también con diferentes niveles de distribución de las reservas petroleras y de su relación reservas-producción. Es decir, todo un mosaico de países agrupados bajo la causa común de una política petrolera de regulación de la producción, a los efectos de favorecer los precios del petróleo, que es lo mismo que los intereses de los países miembros. La verdad es que con el nacimiento de la OPEP los países productores de petróleo dejaron de ser espectadores para pasar a ser protagonistas activos, con un poder real y cierto en la escena de la geopolítica mundial.
Para aquel entonces (1960) la fundación de la OPEP constituyó un desafío frontal al orden petrolero internacional establecido, donde la figura multipolar de la Organización quedaba enmarcada dentro de la búsqueda de un Nuevo Orden Económico Internacional (NOEI). Prácticamente se trataba de un desafío e insubordinación contra el mundo desarrollado por parte de países petroleros hasta ahora incipientes en vías de desarrollo o emergentes. “Dentro de ese contexto, la iniciativa de Betancourt y Pérez Alfonzo adquiere una relevancia histórica que es imposible minimizar, puesto que ella implicaba, en los hechos, un desafío a la hegemonía norteamericana.”, afirmaría muchos años más tarde Teodoro Petkoff (El chavismo como problema. Edit. Libros Marcados, Caracas, julio 2010, p. 132), uno de los más prominentes líderes guerrilleros de la década de los años ‘60. Y esto lo tuvieron siempre presente tanto las “Siete Hermanas”, que mantuvieron hasta principios de la década de los ‘70 una hegemonía absoluta en el mercado mundial de los hidrocarburos, como también los países altamente consumidores de crudo.
Desde allí mismo nació una especie de campaña muy bien orquestada para desprestigiar, subestimar e ignorar a la OPEP; sin embargo, esto no fue fácil. No fueron pocos los términos, acusaciones y códigos a los cuales se ha recurrido durante 59 años para descalificar, desprestigiar y acusar a la OPEP de prácticas condenables, ilegales, inmorales y de cuanta distorsión o fenómeno ocurre en la economía mundial. A la OPEP se le ha señalado de ser un oligopolio, y esto si pudiera ser admisible, en tanto que la estrategia de un oligopolio consiste en vender a un precio por encima del punto de equilibrio, en el que el costo y el ingreso marginal se igualan en un mercado de competencia perfecta.
Como ciertamente en esto consiste el poder de un oligopolio, entonces este concepto podría ser aplicable a la OPEP, y la mejor demostración es que el precio petrolero siempre se ha situado por encima del que tendría en un mercado de competencia perfecta; no obstante que la Organización no se haya manifestado como el más eficiente de los oligopolios, entre otras cosas por las imperfecciones del mercado petrolero que van mucho más allá de la inelasticidad de la oferta y de la demanda. Ahora bien, de allí a aceptar que la OPEP es un Cartel, eso es otra cosa. La OPEP no es un Cartel porque simplemente la Organización no define ni determina precios; solo regula parcialmente la producción (pero no la define en forma absoluta) y, por tanto, también la oferta petrolera, pero no llega a fijar ni determinar precios, aunque si coadyuve ligeramente a la tendencia final del mismo, lo cual es otra cosa.
Precios
No obstante, es de recordar que cuando nació la OPEP ésta pasó por innumerables dificultades y hasta se le pronosticó que tendría una corta y frágil existencia. Sólo después de cuatro años las compañías petroleras transnacionales aceptaron sentarse en la mesa de negociaciones con los miembros de la OPEP; y fue solo al transcurrir más de once años cuando se logró el primer aumento de los precios del petróleo (Conferencia de Caracas, 1971). Los precios ya se venían manteniendo casi inalterados durante más de veinte años, cuando estuvieron oscilando alrededor de 2,25 dólares el barril. Se trataba de conformar un ente que en parte regularizara la producción y la oferta petroleras, a efectos de poder defender los precios sobre la base de un nivel justo y estable, y de esta forma contribuir al mantenimiento del equilibrio y la estabilidad del mercado petrolero. Solo de esta manera se podía garantizar que los países asociados recibieran ingresos seguros y estables por su producción petrolera, para poder impulsar óptimamente el desarrollo económico de sus pueblos. Desde luego, que todo ello exigía de la OPEP disciplina, coordinación y unificación de las políticas petroleras de sus países miembros, para así resguardar sus intereses nacionales.
Una vez superadas las peores crisis mundiales del petróleo desde la existencia de la OPEP, como lo fue la Guerra de los Seis Días (jun. 1967); la Guerra del Yom Kippur (oct. 1973), conocida también como el Primer “Shock” Petrolero; la revolución islámica iraní liderada por el Ayatollah Jomeini (1979), llamado el Segundo “Shock” Petrolero y la Guerra Irán-Irak (1980), la Organización comenzó a consolidar su posicionamiento en el mercado petrolero, y desplazó, en buena parte, el rol regulador monopólico del mercado que venían severamente ejerciendo las compañías transnacionales (conocidas también como Las Siete Mayores). Sin embargo, va a ser la Guerra del Yom Kippur, la más intensa y destructiva de todas ellas, y la de consecuencias más trascendentales, la que va a provocar la mayor alza de los precios petroleros, jamás vista -hasta entonces- en la historia del mercado de los hidrocarburos, los cuales alcanzaron un incremento que superó el seiscientos por ciento (600 %), con un precio promedio anual de 13,95 dólares por barril (US$/B).
Hay quienes afirman, con cierta razón, que la OPEP en su objetivo de lograr mejores precios, directamente beneficia a las transnacionales y a los países industrializados, debido a que estos no estarían dispuestos a hacer grandes inversiones en la industria petrolera con precios bajos, además de hacer menos rentable los proyectos de sustitución energética y de petróleo no convencional. Pues todo bien, si de las políticas acertadas de la OPEP en beneficio de sus miembros, también se favorecen las grandes corporaciones petroleras, bienvenido sea. De esta manera la OPEP se convierte en una especie de Organización benefactora tanto para países productores como para países consumidores de petróleo. Lo grave fuera que de tales políticas los beneficios no llegaran a quienes conforman la OPEP. Lo único verdaderamente lamentable de los altos precios, es que debido a ellos, sobre todo en el caso venezolano, nos convencemos que cada año más dependemos del petróleo, cada día más todo tiende a convertirse, a estar dirigido, determinado, condicionado y creado por el petróleo; porque el petróleo se convirtió para nosotros en todo, menos en crecimiento económico permanente, riqueza constante, salud, educación, seguridad y, sobre todo, en desarrollo sustentable.
Regulación de la producción
Pero es ciertamente a partir de la década de los ‘80, caracterizada por un mercado convulsionado sobre todo caracterizado por fluctuaciones en los precios del petróleo, cuando la OPEP va a participar en forma determinante en la conformación de las variables del entorno del mercado petrolero. En efecto, desde 1982 la Organización adoptó como política permanente el regular la producción de crudos que este organismo aporta a la oferta petrolera, a través de la adopción de recortes de producción (después se les llamó “techos” y “cuotas”) que se fijan a todos sus miembros, tomando como parámetros de referencia la cantidad de reservas y la capacidad de producción de cada país. Esta política condujo a profundas dificultades para superar la pérdida de participación de la OPEP en el mercado, la penetración de la producción NO-Opep en los espacios dejados en la oferta petrolera por la Organización y ciertos problemas para enfrentar la merma sustancial del ingreso fiscal. Merma que sería compensada con creces una vez que se recuperaran los precios. Se trata de una política de precios que exige muy circunstancialmente sacrificio fiscal, para luego obtener mayores beneficios en ingresos públicos. Para la OPEP el problema del mercado petrolero no es un problema de producción, es un problema de precios, y como tal debe seguir asumiéndolo.
Sin embargo, debemos de aceptar que, precisamente por la importancia y significación que tiene la OPEP, algunas potencias mundiales como EE.UU. valiéndose de su peso económico globalizado, han ejercido su influencia en algunos de sus miembros para tratar de desviar a la Organización de su cauce originario. Ya es habitual ver al presidente de los EE.UU., Donald Trump, cuando se acercan las reuniones ordinarias (o extraordinarias) de la OPEP, dar declaraciones sobre lo que debe, o no, hacer la OPEP referente a los niveles de producción de crudos, y también achacarle a la Organización el que el mercado petrolero este o no abastecido y ser la culpable de los altos precios del petróleo; pero igualmente no dice nada a sobre su consumo energético desmesurado, sus altos niveles de inventarios y su descomunal producción (ya histórica) de lutitas (“esquistos”) en yacimientos tales como Permian, Eagle Ford, Cana Woodford y Williston, solo por citar cuatro (4) de las siete (7) principales cuencas prolíficas de los EE.UU.
A 59 años de fundada la OPEP, su vigencia, potencialidad e importancia vienen dadas debido a que posee una producción petrolera real de 30,1 mmb/d (30% de la producción mundial), capacidad de producción de 36,2 millones de b/d, por lo que su capacidad ociosa de producción es de 6.1 mmb/d, 61% de las exportaciones totales de petróleo y sus reservas probadas son el 84% de las mundiales. Todo esto le asigna un papel primordial en el mercado, no solo en defensa de los intereses nacionales de sus países miembros, sino también como cierta “garantía”, a través del control parcial de la producción, para tratar de equilibrar y llevar cierta estabilidad en un mercado tan inestable, volátil e impredecible, como lo es el mercado de los hidrocarburos.
Ya para finalizar, ratificamos una vez màs, que no queremos la PDVSA actual, la PDVSA de deshonesta, malversadora, derrochadora, la de pagos de coimas, la del maletín de Antony Wilson, la de Rafael Ramírez y Diego Uzcateguì, pero tampoco queremos la PDVSA anterior, la de Luis Giusti y Erwin Arrieta, la de los Petro-Espias y la que no rendía cuentas a la nación, la que desviaba ganancias mediante Informes falsos para no entregarle dividendos al Estado-Propietario, la de la “caja negra”, y la que le hacía trampas a la OPEP modificando cifras y maquilando estadísticas, para violar las cuotas o techos de producción. Queremos una TERCERA PDVSA eficiente, transparente, eficaz, honesta, no tramposa, que no adultere cifras, estadísticas, ni Informes; y cuyos Directores hagan público su Declaración Patrimonial, antes y después de asumir el cargo. Una PDVSA hecha para coadyuvar, de verdad, a la reconstrucción del país, la patria, la nación venezolana.
Economista Petrolero | Prof. Pre/Postgrado de la UCV | Jefe de la Cátedra Petrolera EEI/FaCES(/UCV