Grecia Solís, tiene 49 años, y tras ser diagnosticada por cáncer de mama debió recaudar dinero entre familiares y amigos para someterse a la operación en una clínica privada. Fue su modo de sortear la falta de insumos en el hospital público de Venezuela.
Por Fabiana Rondón / voanoticias.com
“Duele no saber si podrás decir ‘soy sobreviviente del cáncer’”, narró recientemente Solís a la Voz de América.
Había sido diagnosticada en septiembre de 2017. Por su condición, los médicos recomendaron operación, y luego quimioterapia y radioterapia.
Relató que “debido a la situación país, la falta de insumos, de materia prima y de reactivos, fue imposible operarme en el hospital. Tuve que acudir al buen corazón de mi familia y de mis amigos, para poder recaudar el dinero para la operación”.
Fue finalmente intervenida en una institución privada en mayo de 2018. La cirugía costó de 500 dólares. Para su quimioterapia, contó con la ayuda económica de su hermana en Ecuador y de la Farmacia de Altos Costos, perteneciente al Seguro Social del país. Completó ocho sesioness en diciembre de 2018. Y fue entonces cuando comenzó su calvario.
Su historia y la de otros pacientes en Venezuela son comunes este 19 de octubre, cuando se celebra el Día Mundial de la lucha contra el cáncer de mama. La fecha sirve para promover y generar conciencia a los debidos controles para esta patología.
Padecer cáncer aterra a cualquier paciente que sufre esta enfermedad en Venezuela, debido en parte a que cada vez es mayor el riesgo de morir sin tratamientos.
La escasez de medicinas y el limitado acceso a los tratamientos, se suma al peso y dolor que las pacientes ya llevan encima. Solamente en 2018 enfermaron por cáncer de mama alrededor de 400.700 mujeres en Venezuela, según la Sociedad Anticancerosa de Venezuela (SAV). Sin embargo, desde 2012 el Ministerio de Salud no ofrece cifras oficiales.
El año pasado también la SAV registró 2.300 muertes por este tipo de cáncer, siendo esta una de las principales causas de muerte oncológica de la mujer venezolana.
Según la ONG SenosAyuda, en el país se diagnostican entre 17 y 19 mujeres con la enfermedad diariamente. Los tratamientos necesarios para luchar contra el cáncer se hacen cada vez más inaccesibles frente a la profundización de la emergencia humanitaria.
Precariedad en lo quirófanos y centros de salud
La precaria situación de los quirófanos, de los centros de salud públicos, y la falta de insumos, es una situación ampliamente denunciada por los gremios médicos. Según investigaciones de la organización Médicos por la Salud el 73% de los quirófanos hospitalarios del país están fuera de servicio, por lo que extirpar el cáncer a través de una cirugía es una tarea casi imposible.
En marzo pasado una encuesta realizada por la ONG Médicos por la Salud reveló que 90% de los servicios de radioterapia están inoperativos, 94% de los centros de salud no se puede hacer siquiera una radiografía y en un 88% de los hospitales hay escasez de insumos y medicamentos. La Sociedad Anticancerosa de Venezuela (SAV) ha informado que desde hace más de un año 80% de los equipos de radioterapia públicos en Venezuela están completamente inoperativos.
“En Venezuela sí hay una crisis humanitaria”
Solís contó a la VOA que le duele la falta de empatía del gobierno que se niega a reconocer que Venezuela vive la peor crisis humanitaria y que esto ha ocasionado la muerte de muchísimos pacientes oncológicos porque no tienen acceso a la atención médica y a tratamientos gratuitos.
Entre lágrimas, esta mujer relató que tiene hasta diciembre para conseguir 5000 dólares que le permitan iniciar el tratamiento o estará más propensa a que el cáncer vuelva a aparecer.
“La fe en Dios me mantiene de pie”, sostiene.
Sobre su experiencia y la batalla que da por la vida dijo: “En cualquier esquina, en cualquier medio de comunicación, yo voy a estar aquí, en pie de lucha, gritando las verdades a los cuatro vientos de que en Venezuela sí hay crisis humanitaria”.
“El cáncer no espera. El cáncer no avisa y cuando llega intenta apoderarse de ti. Duele la incertidumbre de no saber si podrás decir soy sobreviviente del cáncer”, expresó.
“Para sobrevivir a esta crisis me aferro a Dios”
Eso hace Argelia Díaz, de 58 años. Fue diagnosticada en agosto de 2017 por un tumor de ocho centímetros. Por ello, recibió seis sesiones de quimioterapia cada 21 días, recorriendo y apelando a la colaboración de personas en el exterior. Logró operarse meses después con ayuda del Estado y de su familia. Para ello su esposo tuvo que vender el carro.
Argelia no solo requiere de tratamientos médicos, también debe llevar una dieta acorde a su condición.
“Trato de alimentarme como puedo, pero no con los nutrientes y proteínas que realmente debo consumir. La carne, el pollo y los huevos se han vuelto incomparables”, dijo..
“Mi día a día es visitar varios centros hospitalarios o clínicas privadas a ver dónde nos sale más económicos los estudios que debemos realizarnos”, cuenta.
Cuando regresa a casa, cansada de tanto caminar o de estar sometida al estrés del metro, aunado a sus carencias económicas, se siente deprimida y con la sensación de no tener más fuerzas para seguir luchando por nuestra salud. “Para sobrevivir a esta crisis me aferro a Dios y a su misericordia”.
Díaz debe seguir rigurosamente un tratamiento hormonal diariamente durante seis años consecutivos para poder disminuir los riesgos de reaparición o recaída del cáncer. Explicó que ha hasta ahora solo tiene tres meses de tratamiento disponible.
“No tengo para cubrir”, dijo. “Para conseguir mis medicamentos acudo a fundaciones o a la bondad de personas que se han sensibilizado ante mi necesidad. Hay una amiga en Portugal que me pudo ayudar con una sola caja del medicamento para un mes. Por ahora no he conseguido más medicinas y esto me deprime mucho”, afirma.
Entre la tristeza y el miedo de perder la batalla
“A veces me hundo en una profunda tristeza”, dijo Melania Carpio, de 65 años, a la VOA.
Fue diagnosticada en septiembre de 2016. Comenzó el procedimiento de quimioterapia en octubre de ese mismo año y terminó en marzo de 2017. “Tuve que conseguir mis últimas cuatro sesiones en el exterior a unos costos altísimos en dólares”.
La palabra cáncer la estremece y situación económica no es la más idónea para poder tratarlo. En junio de este año tuvo una lamentable recaída ósea. “Requiero de varios tratamientos endovenosos e ingeridos que no se consiguen en el país. Los que venden dolarizados en el mercado negro son muy costosos”, explica.
A pesar de que trata de llevar una vida normal, asegura que es una situación ardua y angustiante. “Recurro a las redes sociales o fundaciones para que me ayuden. Gracias a Dios siempre hay una mano caritativa que me ayuda en estos momentos de ansiedad”, expresa.
El dolor ha sido una de las consecuencias con las que más le ha tocado lidiar. Aunque ha contado con el apoyo de su familia y se muestra esperanzada, a veces también entra en pánico.
“Tengo que ser fuerte. A veces me hundo en una profunda tristeza. Me da miedo perder esta batalla”, concluye.