Nací por allá en unas tierras entre montañas, bordeadas por una sierra imponente que termina abajo en el cono Sur donde los idiomas se confunden con los vientos.
Me ha tocado desde niña sortear la presión de una madre que siempre me exigió ser correcta, no enamorarme y estudiar mucho porque si no “terminarás llena de muchachos, enterrada en una cocina a expensas de la voluntad de un hombre”.
Cuánto recuerdo la frase persistente de mi madre: “¡Estudie mija! Que es lo único que se llevará de esta vida”. Hoy lo entiendo, tiene razón. El buen nombre, el prestigio y lo aprendido, es lo único que me acompañará siempre, hasta después de muerta.
Desde muy pequeña me sacaron de esas montañas y me enviaron a vivir a Baruta. Pero no a la Baruta que cualquiera se imagina, sino al pueblo. A una calle cerca de todo, cerca de la plaza donde pasa el autobús que te conduce a todos lados. Cerca de Dios, de la iglesia, porque todos los domingos había que ir a misa, ya que Dios está primero.
En esa calle comenzó todo. En la escuela del pueblo, a la cual iba siempre con una colita rosa, esa escuela bonita que era mi casa feliz, con amiguitas con quien jugaba a ser doctora para ayudar a todos, para que nadie estuviera enfermo. Ahí comenzó todo.
Luego llegó la universidad. Después de luchar por un cupo decidí irme a una universidad privada. Tuve que trabajar duro para pagar mis estudios, con el mensaje de mi madre en la cabeza: “¡Estudie mija! Que es lo único que se llevará de esta vida”.
Salí a buscar trabajo. Me dieron la oportunidad en una oficina de transcripción de documentos toda la semana y los fines de semana en un almacén del centro de Caracas como vendedora. Allí fui escalando. He logrado avanzar para administrar el crecimiento de un bien que ahora es familiar.
Desde ahí arranqué una historia de trabajo continuo. Ahorré en un país donde se podía y así crecí en mi firma personal, sin descanso, sin tiempo para retardos. Mientras mis compañeros de clases preparaban viaje a Choroní, yo seguía formándome y produciendo.
En ese trayecto nació mi inquietud de ayudar, por eso hace 14 años creé la fundación Gente En Positivo. Y desde allí hice conexión con la realidad de mi país. Estuve encerrada en una oficina con aire acondicionado a 15 grados, mi confort no era invadido por nadie. Pero cuando comencé mis recorridos con la fundación vi las realidades que no eran reflejadas en las pantallas del televisor.
Luego de 10 años de frustración e impotencia porque los políticos no hacían nada al respecto, decidí participar en la política.
Mientras los dirigentes de los partidos políticos declaraban desde la comodidad de sus oficinas, los ciudadanos se sentían abandonados, incomprendidos. No había conexión con los venezolanos, por eso comencé en esta lucha política.
Lo hice con mucha inocencia. Se burlaron ofreciéndonos – a mí y a quienes me seguían – tarjetas, apoyo y estructura, y por desconocimiento caí en una trampa. Los resultados fueron evidentes. Luego nos quisieron embaucar de nuevo, pero reaccionamos y conformamos el partido Acción Ciudadana En Positivo, organización desde la cual aspiramos hacer justicia política.
¿Qué queremos? Construir con los venezolanos un proyecto viable para crear la nueva Venezuela, que garantice la gobernabilidad, se respete la dignidad de los ciudadanos, pero también de los dirigentes sociales, políticos y gremiales, en fin, de todos los sectores que hacen ida en el país.
Pretender un cambio profundo de mentalidad me ha costado acusaciones de todo tipo, especialmente de aquellas organizaciones políticas a las que me he enfrentado. He tenido que soportar señalamientos de cualquier calaña: que soy chavista, que tengo palancas, que soy enchufada, que equis filántropo me financia… ¡En fin! Todo eso demuestra que no nos equivocamos.
Este país necesita un golpe de timón. Nuevos dirigentes, nueva visión, nueva forma de hacer política. Por ello no nos detuvimos. Recogimos las firmas que nos exigió en CNE, en las esquinas, en las calles, en casas de familia, en universidades. Papeles iban y venían, reuniones interminables con rectores. Uno salía desesperanzado, pero finalmente el 11 de septiembre de 2018, el CNE aprobó el registro oficial de Acción Ciudadana En Positivo.
Mi culpa: asumir el reto de transformar la política. Mi reto: no dañar al partido, no convertirlo en lo mismo de los demás, y demostrar que se puede hacer política con honestidad y esencia. Venezuela necesita pureza y ACEP entrará en la historia contemporánea de este país por ello. Eso lo pueden apostar.
@Griseldareyesq