Mucho se especula al decir que “la peor tragedia que Chávez arrojó sobre este país es la de habernos envenenado el alma sacando de cada uno de nosotros lo peor que teníamos por dentro, para convertirnos en un país de enemigos… irreconciliables… proyecto que resultó trágico y cómico, copiando todo lo autocrático, mesiánico, autoritario, megalómano y militarista de Stalin, Mussolini, Hitler, Fidel y Raúl Castro.
Destruyó todo y no creó nada; deformó en vez de formar, arruinó al país, eliminó las instituciones, subordinó todos los poderes a su capricho, acabó con la economía, con el trabajo, con la producción, con la enorme infraestructura que construyo la democracia para envidia de Latinoamérica, pulverizó la moneda, desato una espantosa inflación, provocó el desabastecimiento y la carestía”.
Una mayoría de los venezolanos creía que era tan veraz la robustez de Chávez, que contra viento y marea se impondría su aventura mesiánica que comenzó con el engaño del “por ahora”, un sueño inventado tras una derrota, valiéndose de un momento difícil en la anti política venezolana, que engulló a los más necios y recalcitrantes líderes “intelectuales” democráticos en la triste y nefasta creencia de que se podían corregir los entuertos de la enferma democracia con un liderazgo militar de nueva generación, atribuyéndole al difunto los dotes que nunca logró ni siquiera en la carrera militar.
Nunca dejará de ser de gravedad y tal vez el peor percance de la huella magra de Chávez, la entrega del poder del Estado, que como regalo hizo de la soberanía y la patria a los atroces carniceros cubanos, quienes, no solo se apoderaron de su mente y malignidad, sino que lo compulsaron a jugar el papel del Robín Hood americano, queriendo crear el liderazgo latinoamericano y del Caribe, repartiendo o comprometiendo los recursos de los venezolanos que los llevo a la miseria. En este sentido queda la pérfida acción traicionera de la patria de los ministros de la defensa del chavismos, quienes con voluntad o no desestimaron el papel de la fuerza armada como palanca del poder.
Nunca en la historia de los pueblos, desde que surgió el poder omnímodo en un solo hombre, sucumbió el liderazgo militar a esta esquilada en la seguridad del Estado, donde en cualquier pasaje doctrinario, la fuerza es el reclamo de todos, para equilibrar las demandas comunales y las ofertas del gobierno; que en mucho confunde con el propio poder.
Olvidando también, que el equilibrio y la racionalidad en la aplicación de la fuerza es la labor de los entes gubernamentales del Estado; y si un Estado delega ese uso y equilibrio en otro Estado, sin dudas se transforma en su súbdito, sin que le quede oportunidad u opción para definir y dilucidar la orientación del mismo Estado. El haber dejado a un soñador furtivo decidir el rumbo del país, con la consigna del todopoderoso, conllevó a afianzar su huella, al extremo de que todo se hizo a su libre arbitrio y voluntad como la “santa palabra”.
Se olvidó lo que se aprende en lo básico de la política, como lo es la perfecta armonía de los poderes. Tomando de la “Geopolítica” de Rudolf Kjellen sabemos que el Estado es un organismo viviente, cuyo territorio es el cuerpo, donde se asienta la población con su idiosincrasia, sus actividades económicas y su comunidad social, bajo un gobierno con fundamento legal y administrativo; no podíamos esperar que nuestro Estado sobreviviera como tal con la fuerza mesiánica; de allí el lógico resultado de que al aparecer el desequilibrio del poder, fuera del propio Estado, todo se derrumbara como ocurrió en Cuba.
El máximo del corolario en lo magro de la huella del chavismo es no haber entendido, que en la teoría del poder, hay expresiones frecuentes como que el poder se obtiene para ejercerlo; fue una expresión bolivariana muy proporcionada, la de que, el poder sin talento es un azote.
En todo caso, en política, el fundamento de ella, es principalmente el logro y el ejercicio del poder; pero lamentablemente, del poder se abusa y ese fue el error del chavismo no entender que el poder enferma y conduce al abuso. Casos existen en la historia. ALEJANDO MAGNO hizo un culto de la Política del Poder. Solo con él, obtuvo la unificación de Grecia, con la que logró consolidar el imperio más grande de la antigüedad, pero sorprendentemente, el imperio se derrumbó con su muerte. JULIO CÉSAR en cambio, orientó el poder hacia la sobrevivencia del pueblo y éste con el poder político, logró superar y crecer en su cultura, que se mantiene hasta nuestros días.
Solo con la visión del poder de Julio César, podremos borrar la magra huella del chavismo.
@Enriqueprietos
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