En cualquier consulta a resultados de encuestas en noviembre 2019, los venezolanos, en cifras de alrededor del 90%, no solo rechazan al gobierno y sus pésimas ejecutorias, también exigen un cambio radical que implica renovación de poderes, incluido el cese de Maduro en el poder y celebración de elecciones bajo condiciones realmente libres, limpias, justas, que garanticen que votar y elegir sean acciones vinculantes y consecuentes.
Pese a esta premisa, a estas circunstancias, ¿Por qué un número tan contundente de ciudadanos no es capaz de imponer su mayoritaria voluntad?
Para quien no ha vivido en la Venezuela del chavismo, es posible que no se haya interesado en hacer seguimiento a todos los intentos y acciones realizados por la población para hacer valer sus derechos y garantías constitucionales. De manera que, para no extender la narración desde los inicios de esta tragedia signada por el chavismo en el poder, podemos resumir a los últimos 5 años, desde el 2014 hasta el presente: alrededor de 250 personas asesinadas tanto por funcionarios de seguridad (civiles y militares) como por paramilitares, todos al servicio del régimen. Personas con graves heridas, muchas de ellas discapacitantes. Sobre 15.000 detenciones por razones políticas, de las cuales se mantienen no menos de 500 personas como presos políticos, incluidos diputados de la Asamblea Nacional que, en teoría, gozan de inmunidad parlamentaria. Con violaciones del debido proceso en todos los casos y para concluir, unas 8.000 personas liberadas, pero con medidas cautelares que les anulan sus derechos a libre expresión y a movimiento, ya que poseen prohibición de salida del país.
Para quienes desde afuera “exigen muestras de ese deseo del pueblo en las calles” en 2017 se mantuvo una protesta sostenida, día y noche, en todo el país durante 134 días. De lo cual quedaron 157 venezolanos asesinados; 15.000 heridos y 2977 detenidos, todos sometidos a tratos degradantes y torturas, recluidos bajo inhumanas condiciones.
Desconociendo una realidad palpable, ya denunciada hasta el cansancio con evidencias contundentes, de que estamos siendo gobernados de facto por un conglomerado de delincuentes organizados disfrazados de socialistas, cuya dirección está en manos del régimen cubano. La comunidad internacional se limita a hacer llamados al diálogo como única vía a la solución de la situación, creyendo que se trata de dos facciones políticas con serias diferencias que pueden ser dirimidas bajo métodos de civilidad y entendimiento o negociación. Pero no es ese el caso, pues los delincuentes coludidos contra toda la población, ejecutaron una ocupación bajo el esquema del Estado policial, siendo imposible que negocien o acuerden ninguna salida que signifique abandonar el poder. Porque una vez fuera de ese poder, saben que su destino no es otro que la cárcel y el decomiso de propiedades, activos y dinero sustraído del erario público u obtenido por actividades de tráfico de drogas o de minerales propiedad de Venezuela y su pueblo.
Es por todo esto que, tanto la actitud de la comunidad internacional, pese a ser también mayoritario su “apoyo”, como las acciones del pueblo venezolano, compuesto por millones de seres, pero desarmados y expuestos a todo tipo de amenazas y abusos, se asemejan a la ineficacia de una aplanadora de papel, que luce grande, pero no tiene el peso específico, la capacidad hacer valer ese número para imponer su voluntad, porque del otro lado están unos rufianes, inescrupulosos, que una y otra vez han asesinado, herido, encarcelado, torturado y exiliado a quienes se atreven a desafiarles.
De verdad que ya resulta frustrante tener que explicar una y otra vez lo que ya todos saben. Tal vez sea más efectivo para que reaccionen, ver las consecuencias de la timorata conducta de muchos países, por la cual Chile está bajo un ataque combinado de fuerzas comunistas internas y externas; Colombia a punto de entrar en otro escenario que, en esta ocasión, puede llevarle a una guerra civil, porque allí sí hay dos bandos armados; luego México en manos de López Obrador, Argentina de Alberto Fernández; Perú, Ecuador, Panamá, Costa Rica, Uruguay, todos mostrando indicios de que hay agentes del Foro de Sao Paulo tejiendo redes con agentes internos de cada país para concretar el plan que, según Maduro y Diosdado “va muy bien”. ¿Así o más claro? ¿Necesitan algo más contundente que la propia confesión de parte realizada por estos personajes? Porque anuncian un “huracán” según sus propias palabras. ¿Ni aun así se va a actuar contra el eje Cuba-Venezuela?