Perentorio, impredecible y apresurado, el estilo y el método del presidente francés Emmanuel Macron molesta a sus pares en Europa y hasta podría ser contraproductivo.
El jefe de estado tendrá la oportunidad de explicar su última y cuestionada frase sobre la OTAN, a la que describió en estado de “muerte cerebral”, al recibir al secretario general de la organización, Jens Stoltenberg, el jueves en el Elíseo, y durante la cumbre de la Alianza Atlántica el 3 y 4 de diciembre en Londres.
Emmanuel Macron ya sorprendió varias veces a sus homólogos con sus declaraciones a contracorriente sobre el Brexit, los Balcanes -bloqueó la apertura de las negociaciones de adhesión de Macedonia del Norte a la UE- y con su llamado a un acercamiento con Rusia.
“Tiene un lado Bonaparte en el puente de Arcole excepto que no está en Arcole y que no hay puente!”, según François Heisbourg, experto de la Fundación para la Investigación Estratégica (FRS), haciendo referencia a una batalla que forjó la leyenda del joven general, avanzando a marcha forzada empuñando su sable.
“Es el método Macron (…) En lugar de esperar a sus socios, impone su ritmo con nuevas iniciativas casi cada semana”, afirma Tara Varma, investigadora del European Council on Foreign Relations (ECFR), un centro de reflexión sobre Europa.
Sus virulentas declaraciones sobre la OTAN, denunciando la falta de coordinación entre Estados Unidos y sus aliados, y la ofensiva de Turquía, miembro de la Alianza, contra los kurdos sirios, actores clave en la lucha contra el grupo Estado Islámico (EI), sembraron consternación, incluso si su constatación, en el fondo, es compartida.
– Juicio intempestivo –
“Lo que suscita reacciones en Europa es el método y la forma”, concede una fuente diplomática francesa. “Pero el electrochoque funcionó”, imponiendo un debate sobre la estrategia de la OTAN y el refuerzo de la defensa europea, añade.
Por su parte, la canciller alemana Angela Merkel lamentó un “juicio intempestivo” mientras el primer ministro polaco Mateusz Morawiecki tildó sus palabras de “irresponsables”.
Macron, sobre todo, exasperó a los europeos al parecer dudar de la solidez del artículo 5 del Tratado Atlántico, que prevé una solidaridad militar entre los miembros de la Alianza si uno de ellos es atacado.
Este pacto, garantizado por Estados Unidos, fue la base de la seguridad en Europa durante la Guerra Fría y sigue siendo el único baluarte, a los ojos de los países del este europeo, frente a Rusia.
“El presidente francés desarrolló una desafortunada tendencia a hablar primero, y reflexionar después”, comenta Jonathan Eyal, director asociado del Royal United Services Institute (RUSI), un centro de reflexión londinense sobre cuestiones estratégicas.
“Después de su elección en 2017, parecía encarnar todas las esperanzas europeas (…) Pero se parece cada vez más al conejo (de la publicidad de) Duracell. Hace mucho ruido, y se agita en todas direcciones sin propósito”, añade.
Para Jan Techau, experto dentro de la fundación alemana Marshall, el presidente francés muestra una “fe casi trumpiana (en referencia al presidente estadounidense Donald Trump)” en virtud de las “turbulencias” como modo de acción política. “Pero se equivoca si espera acercar así a los europeos”, señala.
AFP