“En este momento estoy remodelando la casa de mi madre. La idea es comprarlas una a una y hacer un pueblo realmente turístico. Darle vida al campo que se está quedando solo porqué la juventud está emigrando, y a la vez, darle la posibilidad de ayudar a tanta gente venezolana que está emigrando hoy por hoy a Galicia, y poder ser una fuente de trabajo y de inversión para Galicia y España”, aseguró Ricardo González a Venezuela 360.
Por VOA Noticias
Ubicada en la Ribeira Sacra, Lagarza, es una de las muchas aldeas gallegas que ha sufrido los estragos del tiempo, fruto de la despoblación, un fenómeno que a fecha de hoy ha vaciado la mitad de la superficie de Galicia. Una reducción demográfica que se manifiesta sobretodo en el interior. Una de las medidas del impacto es el hecho de que en la zona existen 575 parroquias, y a ellas, en promedio, sólo residen 10 o menos habitantes. Este panorama sólo les da 2 opciones a las autoridades y a los lugareños: O se repueblan o desaparecen.
Aldeas enteras a la venta
En medio de estas condiciones, ha proliferado el negocio de las páginas web que ofrecen aldeas enteras a la venta. Empresas que buscan a los herederos de casas semi destruidas en Venezuela, Argentina y México. A veces, con un poco de suerte, los encuentran en otras regiones de España. Los compradores, en su mayoría residentes del norte de Europa, con unos buenos ahorros y ganas de ser propietarios, pueden convertirse en amos y señores de su propia aldea, algunas a la venta por 80.000 euros.
Pero no todos los pueblos abandonados están a la venta ni todos los potenciales compradores acuden a páginas especializadas. Para Ricardo, el protagonista de nuestra historia, es un sentimiento personal el que lo motiva: Comprar para “revivir” el pueblo de sus padres. “Es donde nacieron ellos. Por eso, la idea es comprar este, no comprar cualquiera”, concluye.
Antes, sin embargo, deberá localizar y convencer a los cerca de 35 descendientes de quienes un día tuvieron en propiedad las 9 casas, que junto a la de Balbina, conforman lo que hoy queda de la aldea de Lagarza.
Mientras tanto, en historias como la de Balbina y Ricardo, se tejen posibilidades de un nuevo futuro, para dos generaciones, para dos realidades separadas por décadas y un océano, que al final de cuentas retornan con ilusiones.