Luis Alberto Buttó: Corrupción y política

Luis Alberto Buttó: Corrupción y política

Luis Alberto Buttó @luisbutto3

 

Lo real, lo existente, no necesariamente es lo ideal. Entender y lidiar con lo primero jamás debe traducirse en renunciar a soñar lo segundo, en cejar en la búsqueda por materializarlo. Precisamente, construir lo ideal, hacerlo tangible en la realidad cotidiana, lograr que deje de ser modelo anhelado para transformarse en normalidad viviente, es el móvil de quienes se destacan por mantener la constancia en la lucha por alcanzar todo aquello que vale la pena alcanzar, independientemente del esfuerzo y el sacrificio invertidos en lograrlo, e incluso a pesar de la soledad que de tanto en tanto cubre como hado a los empecinados que, por serlo, ejercen el liderazgo verdadero. Sin variantes, aquello que es ideal debe ser por sí mismo el máximo objetivo; la justeza que lo caracteriza alerta sobre la necesidad de no abandonar el camino que conduce a su encuentro, independientemente de las conveniencias coyunturales que surjan al respecto. Lo ideal es el norte y del norte no se abjura: hay que anteponerse a los intereses subalternos que tientan a la voltereta.

Cabe la pregunta: ¿se puede ejercer la política dejando de lado la ética? Por supuesto que sí: basta mirar al rededor para percatarse de cuanto bandido en la práctica entró y entra en la política asumiendo que ésta es el mecanismo por antonomasia para “resolverse” la vida. Son muchos los que así piensan. Entre ellos están los que apelan al cinismo más procaz y justifican sus tropelías señalando que sólo están buscando “ayudarse” o ayudar a sus cercanos, lo cual, desde su óptica torcida, de ninguna forma es condenable porque, al fin y al cabo, “todo el mundo lo hace”. También están los que se amparan en cierto irracional deseo idiosincrásico de no ser los únicos pendejos nadando en el océano de los tiburones que se gozan el asunto. Estos son los que alegan desde su bastardía que “si aquellos lo hacen en grande por qué no hacerlo nosotros en menor escala; al fin y al cabo, con lo que nos agarramos, no causamos ningún daño”.





Por otro lado, están los corrompidos de antemano; es decir, los que pactan con quienes les financian campañas y proyección y asumen el compromiso de beneficiar a sus mecenas cuando tengan la oportunidad de atrincherarse en los intersticios del poder. Para estos, quizás, no quepa el cognomento de corruptos sino el más preciso de tarifados. Obviamente, no pueden olvidarse los que reducen la dinámica de la corruptela a cálculos temporales; o sea, son los que argumentan: “está mal lo que hago pero es mi momento, si no lo aprovecho más nunca tendré el chance de hacerlo”. Por supuesto, papel importante juega en esta lidia de vergüenza y repulsión el aberrante oxímoron de la ética revolucionaria: uno, el bien supremo de la revolución avala hacer lo que sea necesario para que ésta prevalezca; y, dos, ser revolucionario otorga patente de corso para cualquier comportamiento, por más pernicioso que ésta sea.

Así las cosas, otra es la pregunta pertinente: ¿se debe ejercer la política apegándose irrestrictamente a la ética? Sí, porque es la única opción valedera, la única opción correcta. La política expresa, sintetiza e implica, el servicio a los demás y mal puede nadie servir a sus semejantes cuando el leitmotiv que lo impulsa es el beneficio propio y no enaltecer los valores intrínsecos de la dignidad humana. Frase manida: se enseña con el ejemplo, se moldea la conducta de los otros a partir de lo plausible de la propia conducta. Por ello, si algo ha de caracterizar al político para que se le reconozca como honesto es el apego a la ley entendida como norma de conducta que conduce a la justicia y la prosperidad social. Ser político no significa rechazar el enriquecimiento, pero el político que lo obtenga debe hacerlo a partir del trabajo honrado y sostenido, no producto de acuerdos infames que nacen cuando se troca la integridad personal por pocos o muchos denarios de plata.

Norma de vida: desmarcarse del bandido para no traicionar la confianza ganada ni desmontar la esperanza sembrada.

@luisbutto3