Es menester entender que la casta política que tutela el régimen y, también los que se presentan como los ungidos representantes de la vocería opositora, son la misma cosa. Quizá estos últimos con aparente mejor aspecto, pero ninguno de ellos le hace bien a Venezuela. Ambos grupos, son timadores de las aspiraciones de la nación.
Quiero que se me entienda bien. No pretendo promover lo que algunos han querido denominar como la tercera vía. Estoy hablando de lo que considero es la única vía para salir de este marasmo. Y para poder encontrarla es indispensable hablar sin ambages de la implementación en la práctica de lo que pudiéramos concebir como de derecha radical. Esto no significa una ideología particular, que no lo es, pero si la imagino como la medicina a este desbarajuste.
El chavismo es el resultado de la desconfianza que sembró lo que hoy representa Juan Guaidó. Quizá, por el desespero propio de la situación, y el anhelo de cambio, en algún momento pensábamos que el “interino”, haría algo distinto, pero para desgracia de Venezuela, resultó ser un socialista más, rodeado de agentes que han hecho de la política un negocio. Antes y ahora. No es la edad de sus socios, porque cuando faltan principios y valores, puedes ser un chamo o un anciano. Ese no es el punto.
En asuntos de ideales y compromiso, la edad no es un requisito, solo basta tener capacidad intelectual. Hay intelecto para el mal pero también lo hay para el bien. Aquí la cronología tampoco cuenta. Basta con que tengas buenos asesores. Los sepas escoger.
No me lamentaré. Nunca lo hago. Lo que sí quiero dejar claro es que mientras se sigan a las personas y olvidemos los ideales, no nos consideraremos como ciudadanos sino como parte de un rebaño que los “voceros” moverán de acuerdo a su conveniencia. Eso es lo que está pasando, y creo ha sucedido durante mucho tiempo. Es común resultar antipático cuando expresamos nuestras opiniones. Hasta corremos el “peligro” de que nos vean como desalmados. ¡Bien lejos con los prejuicios! Las ideas y las opiniones hay que expresarlas, basta de ser prisioneros del “qué dirán”. O del: no seas divisionistas. O que alguien espere una palabra bonita para seguir al que la pronuncia.
En lo particular, no soy populista y sostengo que el cambio en Venezuela debe ser radical apoyado con una fuerza que no tenemos. Hemos perdido mucho tiempo y se han perdido muchas vidas. Muchos se han acostumbrado (oficialistas y opositores) a vivir sin trabajar. Ese rancho socialista hay que derribarlo. Quien trabaje más, tiene derecho aganar más, el que se prepare más tiene derecho a escalar posiciones que ameriten del estudio con justa remuneración. Pero, no es suficiente la preparación, es necesaria la disposición.
Por otra parte, y con esto finalizaré estas reflexiones, diré que hablar de elecciones donde no hay instituciones, es tan necio como catalogar de antipolítico al que denuncia a los agentes de partidos dominantes que han asaltado a Venezuela. No son los partidos sino sus dirigentes los que se reparten el botín.
Es un tabú decir que sin partidos no hay democracia. Democracia no es sinónimo de partidos políticos. Cierto, pueden constituirse como una manera de organización ciudadana, pero poner su creación como requisito para la existencia de la democracia es un desatino. Hoy, ni nunca, en Venezuela quien decide no es la militancia de los partidos sino los capitostes de los mismos, que casi siempre son dos o tres. No más. ¿Eso es democracia? Cuando alguien vota por un candidato postulado por un partido, tengan la seguridad que no votan por el candidato sino por el jefe de la organización que los colocó allí. Por ejemplo, hoy en la Asamblea Nacional decide es la MUD (ahora Frente Amplio) no el diputado o el ciudadano que los eligió.
Venezuela es un desastre y habrá que recomponerla.
Para el mundo somos un país con dos presidentes, uno que ejerce el poder y otro que anda en campaña no sé para qué. Con dos poderes legislativos, uno electo por el pueblo y el otro por el capricho de la tiranía pero que en definitiva es el que impone sus decisiones. Dos poderes judiciales, uno en Venezuela y otro en el exilio y lo más sorprendente, que hace poco nos enteramos que el Poder Judicial del exilio, tiene también dos juntas directivas. Esto es una locura. Esto no es normal. Pero hay quienes siguen creyendo en la cigüeña. No amigos. De esto saldremos a la fuerza. Eso sí: cuando se den las condiciones. No hay otra vía.
Olvídense de elecciones. Tendrá que haber lobby con eventuales aliados internacionales y con ellos habrá que suscribir un compromiso de reconstrucción implementando políticas capitalistas de pragmatismo vigilado por ejércitos mundiales para poder enderezar lo que queda de nuestra destrozada Venezuela.