Venezuela “durmiendo con el enemigo” por Gustavo Romero Umlauff

Venezuela “durmiendo con el enemigo” por Gustavo Romero Umlauff

Las relaciones políticas en Venezuela entre el régimen de Nicolás Maduro y la oposición bien podrían dar al título de aquella película de suspenso protagonizada por la bella Julia Roberts “Durmiendo con el enemigo” en la que, ante los constantes abusos verbales y físicos de su psicópata esposo, el personaje decide fingir su propia muerte y huir de la casa conyugal adquiriendo una nueva identidad.

Aunque la conclusión de la cinta tiene un final liberador para la intérprete de la trama, percibo que la oposición venezolana, dirigida por Juan Guaidó, actual presidente de la Asamblea Nacional y parcialmente reconocido como presidente encargado del país llanero, se encuentra aun en la primera etapa de desarrollo de la producción cinematográfica en la que sigue cohabitando con aquellos actores gubernamentales desquiciados que cumplen el rol de victimarios como en aquella saga fílmica y que, a semejanza de la tragedia que vive la protagonista, pareciera no concluir.

El régimen, como en la primera parte de aquella película, sigue exhibiendo a la oposición como una especie de trofeo que se alimenta de sus propios retozos y claudica cándidamente, por ejemplo, ante unas engañosas jornadas de diálogos en Barbados, bajo el auspicio de Noruega, en la búsqueda de un acuerdo inalcanzable entre un chavismo, que pretende mantenerse en el Poder a toda costa, y los seguidores de Guaidó que demanda tener unas elecciones presidenciales sin la presencia de Maduro al frente del país.





Los acuerdos de esta naturaleza se pueden realizar sólo cuando exista voluntad de diálogo y se ceda, aunque sea un atisbo, de aquel Poder que sustenta el régimen chavista. Algo que es imposible de consumarse, pues en estos años somos testigos que el componente del régimen Maduro radica en seguir administrando el caos frente a las maneras democráticas de una oposición que persiste en salir del atolladero simplemente a través de las urnas.

La táctica de aquel funesto régimen sigue siendo doblegar a una oposición sin aparente rumbo y mantener una atmósfera de arbitrariedades y agravios para continuar colapsando a la Asamblea Nacional, una de las últimas instituciones democráticas que permanecen en pie.

Ese escenario político se aproxima mucho a aquellas relaciones entre víctima y victimario, muy propio en los estudios en el derecho penal, ya que de la unión de ambos surge el proceso de victimización. Pero circunscribir toda esa fase al régimen chavista sería algo erróneo pues la conducta de la misma oposición, como sujeto pasivo de la criminalidad, ha determinado la comisión de los hechos punibles y que son hartamente públicos.

Claro está que los culpas de seguir en esa cohabitación se pagan; de manera que, como la protagonista de la película que terminó por enfrentar a su victimario, la oposición venezolana tendrá que retar al régimen, sin arribar a negociaciones erráticas y con la construcción de una congruente y disciplinada fuerza que haga viable extirpar, de forma definitiva, a aquella pandilla enquistada en el gobierno y reconstruir una nación que alguna vez fue un modelo de estabilidad y que gozó de una extraordinaria bonanza para envidia de los países de la Región.