El mayor reto que tenemos los venezolanos este 2020 es romper el conjuro cubano o profecía comunista que en nuestro caso pudiera rezar más o menos así: “…Y destruirán la moneda hasta dejarla sin ningún uso práctico, tu patrimonio perderá casi todo su valor y tendrás que pagar las cosas en dólares a precios más caros que en el primer mundo. Pero llamarás a eso dolarización y recuperación económica… Y crearán una policía de exterminio para la persecución política y el control social. Pero llamarás a eso seguridad… Y no habrá energía eléctrica ni suministro de gasolina. Pero no te quejarás porque ambas eran regaladas… Y no habrá estado de derecho, ni separación de poderes, ni justicia independiente, ni elecciones libres. Pero ya se te habrá olvidado qué es la democracia… Y la producción nacional no existirá, pero podrás traer todo de afuera puerta a puerta… Y recibirás remesas, pero de lavapocetas que no estarán a la altura de tu recién descubierta felicidad… Y los presos políticos seguirán aumentando por cientos, pero ya no te importará… Y criticarás a los que todavía luchan, porque te recordarán a ti cuando luchabas”.
El terreno donde se libra esta batalla es la mente y se trata de un factor meramente psicológico que puede sellar para siempre el destino del país. Son veinte años ya de resistencia democrática contra una tiranía que ha pasado por diferentes fases pero que siempre ha pretendido el totalitarismo y que ahora se encuentra en su etapa más perversa, la de un narcoestado dominado por mafias del crimen organizado internacional. Llamar las cosas por su nombre es el último bastión de resistencia. En menos de un año se pasó de hablar de crisis humanitaria a discutir sobre una presunta burbuja económica que, aunque no es tal, logró cambiar el léxico del debate. Hablar de burbuja económica cuando el 90% de la población no cuenta con suministro constante ni de luz, ni de gas, ni de gasolina, es tan contradictorio que raya en el ridiculo, pero no olvidemos que esta batalla se libra es en la mente y nada tiene que ver con la realidad objetiva de las cosas. Tal como lo describió Orwell en su obra 1984, los absolutismos no descansas hasta vencer a la verdad y sustituirla por la mentira oficial. En Venezuela estamos en presencia de una operación de “neolengua orwelliana” para intentar lograr el sometimiento final. Poco a poco se van borrando del diccionario palabras como libertad, producción, derechos humanos y civiles, seguridad jurídica, libertad de expresión, justicia, legalidad, crecimiento, constitución y trabajo; al tiempo que se reconoce como lujo vivir la vida bajo el tóxico arrullo de una planta eléctrica o tener acceso a gasolina bachaqueada.
Hace doce años cuando en verdad había burbuja económica producto del boom de los precios del petróleo y la gente sacaba carros del concesionario a crédito y viajaba por el mundo con Cadivi, hubo un estallido social por el cierre de un solo medio de comunicación (RCTV), lográndose luego derrotar la pretendida reforma constitucional de Chávez. Luchábamos por nuestra libertad, la que no se puede comprar en un bodegón. Por cierto, esa generación que surgió en esta circunstancia, sigue luchando hoy. Ese es el espíritu que debemos rescatar este 2020, estemos donde estemos, comenzando por el lenguaje, por los principio y por nuestras convicciones. El antídoto contra este conjuro es la verdad y la resistencia del lenguaje. Abajo la narcotiranía que tiene al país a oscuras y sin gasolina. No puede haber ni habrá mejoría con Maduro. Pongámosle fin a esta tragedia.
JOSÉ IGNACIO GUÉDEZ
Presidente de la Asociación Causa Democrática Iberoamericana (ACADEMIA)
Twitter: @chatoguedez