Cuando inocente e irresponsable se dio la bienvenida a los ex diputados del PSUV, pobre ilusión que no evaluó legalidad, sino gloria individual. La delincuencia al quedar descubierta en su maniobra actuó al servicio del chavismo y siguiendo su instinto animal básico, asaltan el parlamento y auto proclaman con votos del castrismo. El régimen hizo lo necesario para avisar por dónde avanzaría, no puede reclamársele. Los opositores se confiaron, dialogaron en demasía y el Gobierno castrista se fue por la calle del medio con uniformados, diputados buchones y ataviados. Le dieron con la puerta en las narices a la mayoría habladora, y se quedaron con los muebles y cargos. ¡Guerra avisada mató a la oposición!
De poco servirá, excepto para convencer aún más a las mayorías ciudadanas de que no vale la pena hablar paja, dialogar, comprender. Lo que la ciudadanía ya sabe, esto no va por arreglos y métodos tradicionales democráticos, que no es cuestión de mayorías ni de votos, reales o comprados, sino de quién es más fuerte.
Hasta ahora, en armas, el más fuerte es el régimen madurista, y también en tracalerías. Juan Guaidó, inocente -por no decir pendejamente- recibió con aplausos a los mismos que le plantarían cara porque no obedecen a normas ni a conciencias sino al poder que ordena y se cumple, hoy las consecuencias. Y con él a la oposición, al Gobierno interino, a los embajadores y representantes que ha desperdigado por el mundo.
Los mismos que armaron la tramoya, que poco ocultaron para advertir que iban en su contra tanto si fueron comprados como si no, investigados o no, malandraje político al cual se le abrieron los brazos y echaron a patadas al abrazador comprensivo, soñador de irrealidades.
Dicen que son opositores que abrirán caminos para salir del régimen castrista, que debería tener cuidado porque quien traiciona una vez traiciona siempre, el que vende su alma una vez sin ella, para negociar, ya todo le dará igual, sólo tiene un bolsillo para llenar.
Ahora nos queda una luz, que ilumina porque siempre ha tenido y mantenido un mensaje, una convicción, que no ha mentido y no empezará a hacerlo ahora. Sabemos quién es, convertida en líder real de la única esperanza, la de verdad, conquistar la libertad con nuestro empeño y no como un favor de los demás.
Guaidó, sus acompañantes y jefes desperdiciaron un año único de oportunidades, discutieron, engañaron, dialogaron, ofrecieron, retrocedieron, avanzaron de nuevo, siempre un pasito adelante, otro al lado, otro atrás, estancados en el mismo ladrillito.
Una Asamblea Nacional a tono con el régimen, sumisa y colaboradora, electa entre desacatos y trampas, para una sin fuerza, humillada, que ni ratificará ni elegirá interinatos, que abrirá los caminos para unas elecciones parlamentarias diseñadas para que el régimen pueda quitarse de encima la inoperancia de una Constituyente inútil y trate de convencer al mundo de que las cosas han vuelto al carril, a ver si les quitan alguna sanción. Podrán decir con tranquilidad que los nuevos directivos parlamentarios no son gobierneros, son de la oposición; corruptos, pactados, pero de partidos opositores y santas pascuas.
Es un inmenso fracaso de esa vaina perversa llamada G4, les quitaron candidato y poder. Pero es un fiasco también del régimen, el grupo que más daño le ha hecho a la izquierda continental por sus trampas, corrupción, violaciones a los derechos humanos, y tergiversación de la voluntad popular.
Los políticos, con los oficialistas a la cabeza, han convertido a Venezuela en un deshilachado trapo que todos miran con algo de curiosidad para evitarlo, y mucho de asco. Es un fracaso para los partidos de larga y menor trayectoria, de la clase política que ha sido más cómplice y complaciente que dirigente. Juan Guaidó ha pasado de Presidente Interino, símbolo de la resistencia y esperanza contra la tiranía, a víctima. Sólo que no siempre las víctimas reciben segundas oportunidades, muchas veces son simplemente dejadas en las cunetas de los caminos que pronto se pierden en el pasado.
Los Reyes Magos llegan a esta Venezuela desvencijada, burlada, ignorada, balón medio desinflado con el cual cada cual juega su propio juego y monta su show. Pero adueñarse de la carroña en la Asamblea Nacional no frenará la caída del bolívar, no hará confiable al petro, no llevará alimentos y medicinas a los venezolanos desesperados, ni calmará el hambre o curará los enfermos.
La diferencia es que ahora también la pequeña esperanza de una Asamblea combativa, ha desaparecido, pero el régimen queda sin pretextos, abierto a su propio desastre. O sea, empezamos de nuevo, pero peor.
@ArmandoMartini