Si una acción política se mide por sus resultados, la gira de Guaidó resultó un éxito. Una acción intensiva de diplomacia directa ante centros de poder mundial que reafirmó los compromisos de la comunidad internacional con la causa nacional de restablecer la democracia en Venezuela.
Los que disentimos de convertir el mantra en una política zombi podemos negar los logros de la gira o reconocerlos. Es difícil sostener una posición equilibrada, cuando dentro de la oposición hay quienes insisten en descalificar, vetar y excluir a cualquiera que mantenga una visión política diferente a la suya.
Pero estamos obligados a pasar la prueba, valorando que la gira revitaliza la imagen del presidente (E) y le da un boleto para reiniciar un formato que no comenzó con buen pié el 2020. En la perspectiva de salir de la larga confrontación gobierno/oposición este es un hecho que abre oportunidades para volver a poner el énfasis en una salida democrática, acentuar coincidencias y contribuir, desde cada parcela, a rehacer progresivamente al país. Son tres terrenos para practicar una competencia regulada en la oposición y entre esta y el chavismo.
Las ambiciones hegemónicas refuerzan una de las grandes debilidades del esqueleto institucional: ausencia de solidaridad entre sus distintos componentes, cada uno dedicado a sobrevivir, sacando del juego a los otros, en vez de incluirlos.
La mayoría de los venezolanos no desea seguir padeciendo los efectos destructivos de una crisis que extingue condiciones de vida. En el fondo todos presentimos que para revertir la destrucción hay que pasar por un gran entendimiento entre los dos proyectos en pugna y por unas elecciones libres que permitan a los ciudadanos expresar su voluntad de cambio.
Eso no es posible hoy porque el régimen no lo quiere y porque percibe que no hay fuerza, condiciones o incentivos para tomar esa opción. Recalificar la lucha por el cambio exige doblegar las ambiciones monopólicas, construir un horizonte que tolere la diversidad de aportes, tejer una coalición plural cuyo norte sea la reunificación para reconstruir una sociedad devastada.
La oposición no está dividida por un nombre sino por el empeño en generar una estrategia que se conecte útilmente con la mayoría social y que actúe en los escenarios que conduzcan a un cambio de políticas y de gobierno. Aunque cada quien está aferrado a su razón, es probable que la verdad esté parcialmente distribuida entre los que la niegan en los otros.
Juan Guaidó hizo su tarea afuera. Ahora hay que recolocar internamente las opciones según las fortalezas disponibles y las acciones que más debiliten al campo actualmente en el poder. Esperamos que el respaldo recibido por Guaidó sea para aproximar a una oposición en desacuerdo sobre los medios de lucha y para abordar una nueva agenda con nuevas soluciones al conflicto político del país.
Negar la centralidad de las elecciones en esta fase, sería desconocer la realidad.. La tarea interna consiste en remontar errores y fracasos. Es el deber de Guaidó, de los jefes del G4, de María Corina, de los opositores de la MDN, del incipiente poder a tres lados y de quienes representan distintas dimensiones de una sociedad que va mucho más allá de ellos. El deber de millones de ciudadanos.