Durante sus últimos años de vida, Amado Carrillo Fuentes “El señor de los cielos”, cabecilla del cártel de Juárez vivió obsesionado con las operaciones estéticas y la contratación de dobles que en algunas ocasiones para despistar a sus enemigos, principalmente los hermanos Arellano Félix, de Tijuana.
Por infobae.com
Su obsesión por tener un doble llegó a tal grado que ofreció USD 3,000 a quien encontrará a un hombre cuyo parecido fuera capaz de confundir a la gente.
Carrillo Fuentes murió el 4 de julio de 1997 en la ciudad de México en la mesa de operaciones de un hospital mientras le practicaban una serie de cirugías estéticas en el rostro y cuerpo.
Sin embargo, en vida cumplió con su deseo de tener un doble. Uno de sus guardaespaldas llamado Roberto, le presentó a un comandante de la Policía Judicial del Distrito Federal llamado José Luis Rodríguez “El Chiquilín”, a quien la prensa le adjudicó un sospechoso parecido con Amado Carrillo.
El hecho de que el rostro de Carrillo Fuentes quedara irreconocible dejó muchas dudas sobre su muerte a pesar de que pruebas practicadas al cuerpo tanto en México como Estados Unidos afirmaron que se trataba del Señor de los Cielos. Surgieron versiones en el sentido de que no había muerto y que había huido a Argentina con una identidad falsa.
Las sospechas las avivó, dos años después, en 1999, el periodista José Alfredo Andrade Bojórquez, en su libro “Desde Navolato vengo: biografía de Amado Carrillo Fuentes”, en el que describía las desapariciones de quienes habían sugerido que Amado Carrillo Fuentes no estaba muerto y señalaba la desaparición de “El Chiquilín”, justo semanas antes de que se hizo pública la muerte del narcotraficante. El autor también desapareció en noviembre de ese mismo año.
Otro de los libros que señalan la existencia de el doble de Amado Carrillo es “El Último Infierno. Más historias negras desde Puente Grande”, del escritor Jesús Lemus, quien estuvo detenido injustamente 18 meses en una cárcel de máxima seguridad donde coincidió con sicarios y cabecillas del narco como Rafael Caro Quintero.
De acuerdo con Lemus, “Al Chiquilín” se le empezó a ver con frecuencia en Ciudad Juárez, desde donde operaba Amado Carrillo, y aunque el parecido no era tanto, sí tenía sus mismos rasgos físicos, estatura y tipo de cuerpo.
Cada que El señor de los cielos lo mandaba llamar, aparecía en la ciudad y obtenía una compensación económica, pero después ya nadie supo de él, desapareció justo un mes antes de la muerte de Amado Carrillo.
“El cuerpo que se presentó como el del señor de los cielos pudo haber sido el del comandante José Luis Rodríguez”, le confesó al periodista uno de los sicarios del cártel de Juárez.
Al momento de que se dio a conocer su muerte, Carrillo Fuentes estaba involucrado en 26 investigaciones en Estado Unidos y en México había dos órdenes de aprehensión en su contra por delitos contra la salud.
La DEA además ofrecía 5 millones de dólares y 30 millones de pesos la Procuraduría General de la República, por información que llevara a su detención.
Sin embargo, el narcotraficante confiaba lo suficiente en la red de protección que había tejido, porque la prensa afirmaba en su momento que entre mayo y julio de 1997 viajó a Rusia, Cuba y Chile para expandir su imperio, y que entre sus planes para evadir a la justicia estaban la cirugía plástica y la liposucción, aprovechando lo poco que lo conocían.
El 3 de julio de 1997, al hospital Santa Mónica, ubicado en la colonia Polanco de la capital mexicana, una de las zonas más exclusivas de la Ciudad de México, llegó Antonio Flores Montes -uno de los nombres que utilizaba- para someterse precisamente a una serie intervenciones quirúrgicas a cargo de un reconocido médico colombiano de nombre Ricardo Reyes.
El doctor sabía que se trataba en realidad de Amado Carrillo Fuentes, quien falleció al cabo de la operación “por la presencia residual de agentes farmacológicos de tipo anestésico”, de acuerdo con el informe de la autopsia que se dio a conocer en su momento.
Su muerte fue declarada a las 6:00 horas en la habitación 407, donde estaba completamente solo.
Al día siguiente, su cuerpo fue trasladado a la Funeraria García López, uno de los más exclusivos en la capital mexicana, que se encargaría de trasladar a Culiacán y después a Badiraguato a Antonio Flores Montes, de 42 años, originario de Zacatecas, según su certificado de defunción.