Cuando Antonio asumió la Gobernación del extinto Distrito Federal, que abarcaba a la actual Caracas y lo que ahora es el territorio del Estado Vargas, se propuso, impulsar unas cuantas iniciativas de orden social y cultural. Le pedí que eliminara la figura de Primera Dama y en su lugar se instalará un ente que ayudará a las direcciones encargadas de realizar obras sociales. Fue así como nació el COMITÉ DE ACCIÓN SOCIAL (CAS). A finales de enero del año 1992 realizamos las primeras visitas a 5 hospitales claves para atender la salud de los venezolanos: la Maternidad Concepción Palacios, el hospital J M de los Ríos, los periféricos de Catia y de Coche y el hospital Vargas. Antonio se había estrenado como mandatario capitalino con la idea fija en su cabeza de iniciar un proceso de descentralización administrativa que buscaría incorporar a médicos, enfermeras, obreros, usuarios y empresarios para una causa común. A los 22 días de haber jurado como Gobernador se consumó el primer intento de golpe militar que tenía como promotor, entre otros, a Hugo Chávez.
Entre las actividades culturales que estaban en la agenda del nuevo gobernador, aparecía la iniciativa de rescatar los tradicionales carnavales de Caracas. Fue así como Antonio nos reunió y esbozó su inquietud. De inmediato se constituyó un equipo de promotores liderado por el extraordinario maestro Aldemaro Romero. Una veintena de personas entre periodistas, artistas, músicos y líderes comunitarios, nos propusimos desarrollar un esquema en tiempo récord. Antonio, decidió seguir adelante con el proyecto, a pesar de la sacudida que había provocado el movimiento militarista.
Tengo muy viva la anécdota que experimenté al lado de Rosalía Romero, una maravillosa mujer que junto a su hermano Aldemaro, tenía la misión de llevar adelante el desfile que se debía poner en escena en la Av. Bolívar de la capital. No había transcurrido una semana de aquel “terremoto antidemocrático del 4F” y fue cuando compartí con la inolvidable Rosalía una mirada mientras veíamos, impactadas, a varios niños disfrazados con la indumentaria que emulaba la boina roja y el traje verde oliva que vestía Chávez, el mediodía en que pronunció aquel maléfico “por ahora”. Aquello era una señal inequívoca de que aquel atentado contra la democracia no había sido percibido como tal, por algunos sectores del país.
Lo cierto es que 28 años después de ese zarpazo, la economía de Venezuela está destruida y la situación social es espantosa. Una muestra de esa ruina derivada de esas asonadas, es que hoy ya, ¡ni comprar un disfraz puede la gente! Los que como niños fueron envueltos con esas piezas que simulaban los chavecitos, hoy son adultos que deben estar confirmando que los trajes que ofrecen las tiendas cuestan varios salarios mínimos. Por lo tanto la pregunta es, ¿si no tienes ni para comer, como se disfraza la gente?