Una cualidad esencial a demostrar cuando se alcanzan estas edades y se aspira a gobernar, es entender, aceptar e interpretar la evolución de las cosas, su estado real actual y considerar el pasado solo como fuente de lecciones pero admitiendo su vencida vigencia. Pero no siempre los añosos aspirantes al poder llenan estos requisitos.
Estas consideraciones surgen al observar al candidato demócrata a la Presidencia de EE.UU., Bernie Sanders, en su postura frente a las relaciones de su país y Venezuela. Desconociendo la trágica realidad de Venezuela y contrario al apoyo bipartisano a las acciones para la liberación del país de la dictadura castromadurista, el senador Sanders se opone agitando como razonamiento “el largo historial de Estados Unidos derrocando gobiernos bajo la llamada doctrina Monroe”.
Anacrónico reduccionismo del senador que ancla su argumento a los tiempos de Teodoro Roosevelt o Dwight Eisenhower. A la naturaleza de aquellas intervenciones imperialistas, desechando las implicaciones terroristas y delictivas de la dictadura venezolana para todo el hemisferio. Anotemos que tampoco lucen deslices de ancianidad, porque conocidas son sus simpatías políticas y personales por la antigua URSS y la dictadura de Nicaragua, entre otras aficiones.