El pasado 4 de febrero Donald Trump hizo retumbar las paredes del Capitolio de Washington DC en medio de su discurso del Estado de la Unión, al tronar contra Nicolás Maduro y a renglón seguido ensalzar la figura de Juan Guaidó, invitado especial a la sesión. Se la comió.
Por José Luis Farías
La severidad de las palabras del mandatario norteamericano afirmando que “el dominio de la tiranía de Maduro será destruido y aplastado”, dio la impresión de que su posición frente a la inagotable tragedia venezolana había llegado al punto de marcar una nueva etapa de presión, en apariencia definitiva. ¿Fin de fiesta?
A miles de kilómetros, en Caracas, el usurpador de Miraflores debió contener su respiración al oír aquella amenaza y telefonear de inmediato al Kremlin en busca de auxilio, mientras estallaba de ira al ver la ovación tributada al unísono por republicanos y demócratas a quien se ha convertido en su máximo dolor de cabeza: el ingeniero Juan Gerardo Guaidó Márquez, presidente interino de Venezuela. El miedo es libre.
La sanción contra la petrolera rusa Rosneft Traiding, anunciada este martes 18 de febrero, por ayudar a evadir las sanciones contra PDVSA a cambio de fuertes descuentos que multiplicaban sus ganancias, es sin duda prueba irrefutable de que Trump iba en serio con lo expresado dos semanas atrás. Que no habla paja.
Sin embargo, mismo día Elliot Abrams, representante de negocios de EE.UU para Venezuela, fue explícito respecto a la medida contra Rosneft: “las sanciones son reversibles y temporales”.
Abrams dijo “Nosotros seguiremos tratando de persuadir a esos países que apoyan al régimen venezolano para que disminuyan sus actividades”. La jugada es clara.
Al día siguiente, Mauricio Claver-Carone, alto funcionario estadounidense de origen cubano, no se anduvo con remilgos con la dictadura de Maduro. Con la dureza propia de los cubanos de Miami contra los regímenes comunistas, el Director para el Hemisferio Occidental del Consejo Nacional de Seguridad de EE.UU regresó a las palabras de Trump en el Capitolio para precisar el sentido de lo dicho: “cuando el presidente Trump dijo que vamos a aplastar y destruir a la tiranía de Maduro, él lo sentía, lo dice y lo vamos a hacer”, en una entrevista para CNN en Español. Habló sin tapujos.
La dura ofensiva diplomática no es solo expresión del interés reeleccionista del mandatario norteamericano, como creen algunos. Pareciera más bien el producto de una decisión inaplazable de ponerle punto final a la satrapía usurpadora del poder en la empobrecida Venezuela, otrora el más rico país de América Latina, trocado en un campamento somalizado por el hambre y dominado por grupos terroristas haciendo de las suyas con sus riquezas naturales.
Trump no logró el objetivo de sacar a Maduro en 2019 y ese fracaso sin duda lo incomoda. La toma de decisiones más implacables pueden estar condicionadas por su aspiración a reelegirse, pero no tomarlas también puede afectarlo en estados decisivos como Florida donde el voto cubano y latino en general es determinante. ¿Se sacará ese clavo?
Esa necesidad de acabar con Maduro explica el reporte de Josh Wingrove para la agencia Bloomberg: “el presidente estadounidense considera distintas opciones militares, frustrado ante lo que considera una estrategia de presión sobre la dictadura que avanza con demasiada lentitud”. ¿Las cartas bajo la mesa de las que habló Guaidó?
Las sanciones a Rosneft fueron una clara señal del apoyo de Trump a Juan Guaidó, un gesto de respaldo más allá de la ovación en el Congreso de EE.UU y el recibimiento en la Casa Blanca que pasó a acciones concretas de envergadura, una demostración de disposición a ayudar en la recuperación de la democracia en Venezuela.
Sobre el impacto de las sanciones a Rosneft en los venezolanos no hay señales claras distintas a la espera cautelosa de sus resultados. La desesperanza sigue siendo lo dominante en el ánimo general.
“Ellos (los funcionarios de EE.UU.) habían estado ladrando pero sin morder, y este es el primer mordisco. Hay que ver qué tan fuerte es el mordisco, cuánto afecta de verdad a Rosneft y cómo responde», señaló Francisco Monaldi, un experto en petróleo venezolano de la Universidad Rice, en Houston, a BBC Mundo.”
Sin embargo, todo indica que continuarán las medidas del gobierno norteamericano contra el régimen de Maduro. Elliott Abrams dijo el martes que “habrá más pasos y más presión en las próximas semanas y meses”hasta lograr la salida a la crisis venezolana mediante elecciones presidenciales libres. Aunque admitió que “todavía no hay indicios”serios de esa posibilidad en el régimen de Maduro.
Serguei Lavrov, el canciller ruso, no perdió tiempo en afirmar su apoyo a Maduro y rechazar de inmediato las sanciones contra Rosneft Traiding. La filial de Rosneft que maneja entre el 50 y 70 por ciento del petróleo venezolano, con un fuerte descuento a favor de la empresa rusa por evadir las sanciones norteamericanas contra PDVSA. Los rusos no están dispuestos a aflojar fácilmente su presa.
El impacto de las sanciones norteamericanas está todavía por verse más allá de la caída bursátil de 3.500 millones de dólares. Las dudas están en el ambiente.
El último reportaje de Bloomberg ha informado que TNK Trading, empresa rusa también afiliada a Rosneft, se habría encargado de los envíos petroleros venezolanos desde el 29 de enero, veinte días antes de que se conociera las sanciones contra Rosneft Traiding. Los rusos también juegan.
El turno en el juego geopolítico es para el presidente Donald Trump ahora que Putin mostró su carta bajo la manga: la TNK Traiding