Muchos castro-chavistas coinciden con sectores de la enredada oposición en no estar de acuerdo con la fantasía sobre elecciones ¿libres? legislativas que algunos porfiados testarudos se empeñan en plantear. Ningún venezolano, incluso el que sólo tiene un dedo de frente, cree en la libertad y pulcritud de unos sufragios con los poderes públicos secuestrados por el castrismo cubano. No sólo del Poder Electoral, también el Tribunal Supremo de Justicia, en su Sala Electoral, alzada de las decisiones del CNE. El Comité de Postulaciones en esas condiciones es una farsa, una burla a la ciudadanía. Son elecciones contra la democracia y la libertad.
El presidente (E) se encuentra en una disyuntiva que le impone la realidad y compromiso ciudadano, obligado a elegir entre la pequeña -pero poderosa en recursos- porción colaboracionista, cómplice, socia de la dictadura que muta y se caricaturiza como oposición, que presiona y chantajea para que acepte elecciones olvidando su promesa, cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres, violando flagrante la Ley del Estatuto que Rige la Transición. Y un sector mayoritario, interno como externo, que lo llama a la ruptura, convocando una coalición internacional de paz que libere a Venezuela de los garfios impúdicos y putrefactos del comunismo castrista.
La corrupción alcanzó a merodeadores del interinato; de allí su indecisión. El Presidente encargado debe deslastrarse de los deshonestos encubridores, accionistas podridos y sinvergüenzas que forman parte de las pandillas que robaron, estrujaron y dejaron hecha pedazos a Venezuela. Si está decidido a cambiar de rumbo, debe enfrentarlos con decisión y rigurosidad. Las evidencias afloran; se trata de un conglomerado criminal pestilente que destruye y, aún más allá, amenaza la paz y estabilidad de la región.
La supuesta salida electoral que esgrimen gobierneros y cooperantes es una quimera, una estafa. El colaboracionismo nervioso y preocupado, hace lo imposible para conseguir lo electoral sin cumplir con el cese de la usurpación; saben que el apoyo internacional -en especial USA- se decidió por la opción de ruptura, y no validará elecciones con el usurpador en el poder. Las declaraciones al respecto son contundentes. ¡Elecciones son limpias y confiables o no son elecciones!
Si eligiera la ruptura como ruta, su discurso tendría que denunciar los vínculos del oficialismo con el terrorismo y narcotráfico, no sólo por la nivelación de Venezuela como país empandillado, sino porque es indudable la imposibilidad de lograr una solución electoral cuando gobierna un régimen conformado en su mayoría por pranes. Resulta fácil señalar los nexos oficialistas con el terrorismo, existen abundantes pruebas en manos de la justicia internacional.
La ventaja real de Guaidó, es el actual gobierno de los Estados Unidos, única fortaleza seria, efectiva, con que cuenta la oposición. Se agotó el tiempo de equivocaciones, ya no posee un cheque en blanco, ahora tiene compromisos, un contrato de ejecución por la democracia, libertad y comienzo del rescate nacional. Pensar lo contrario, es una estupidez imperdonable.
La destitución de Maduro es relevante para USA. Hablan fuerte y advierten, ocurrirán más cosas, vendrán duras sanciones. La posición es inequívoca: no hay elección libre si la organiza el régimen; y si hay negociación es para que Maduro se vaya, no para que se quede.
El problema entonces sigue estando donde siempre, desde que empezó el enfrentamiento serio entre el régimen castro-madurista, el resto del país y parte del mundo. El oficialismo conoce sufren un señalamiento de ilegitimidad, y necesitan cubrirse con una careta de legitimidad. Disfraz, que sólo puede tener sustento si surge de unas elecciones sin riesgo, favorablemente acomodadas. No presidenciales, esa inconveniencia innecesaria es un riesgo que no correrán los titiriteros de La Habana. En unas parlamentarias a base de trampa y fraude tienen más oportunidad.
Algunos piensan, hay que negociar una salida electoral y convocar elecciones parlamentarias, en vez de solicitar cese de la usurpación y gobierno de transición como pasos previos. ¡Se equivocan!
Mientras politiqueros convenientemente deshojan la margarita, los ciudadanos comprometidos continuaran presionando por la conformación de una coalición internacional de paz que ponga fin a la tiranía usurpadora. La presión ciudadana es más poderosa de lo que se piensa. ¡Elecciones limpias y libres o desastre final!
Venezuela sufre una crisis ética, moral, política, social, económica. La ciudadanía esta angustiada, desilusionada de la sinvergüencería, en la cual el oficialismo y ciertos sectores opositores se esmeran frenéticos por demostrarle al mundo quién es más deshonesto e inútil. El rechazo a los partidos políticos y politiqueros es tan significativo, que resulta una catástrofe para el sistema democrático.
El régimen no da más, ha llegado a su llegadero y entró en la agonía del delirante.
@ArmandoMartini