El TSJ metió retroceso. En dos sentidos: en cuanto a que no pudo avanzar como representante legal y político de la tiranía contra las universidades autónomas en la aplicación de un plazo definitivo, 2 de abril, para las elecciones impuestas de autoridades rectorales, y en cuanto a que insiste en un proceso retrógrado aplicado a las universidades para conculcar lo que queda en ellas de libertad académica.
La sentencía 324 ratificada luego en forma y fondo pretendía imponer un lapso de seis meses calendario, contados desde el 2 de octubre del pasado año para elegir autoridades universitarias. Tiempo en el cual las universidades debían haber hecho elecciones como le vino en gana al espurio “Tribunal” y no como manda la constitución nacional, texto que blinda y brinda formidablemente la Autonomía Universitaria : “Las universidades autónomas se darán su forma de gobierno…”. Ese TSJ hacía, en la sentencia del terror, el reconocimiento de su profunda dejadez, atenuada en su reciente pronunciamiento, al reconocer la provisionalidad en decisión tan importante. La nueva, la 47, sólo hace mención a los más de diez años, nada menos, que se han echado para responderle a los rectores de la inconstitucionalidad de la Ley Orgánica de Educación, sorprendentemente aún no responde al planteamiento ante un instrumento que vulnera la Autonomía flagrantemente. Pero al no querer reconocerlo por su tosudez política, buscan vulnerar todo a su paso, pretendiendo imponer estos secuenciados actos lesivos a universidades y universitarios, bajo un pseudo escudo legal al que denominan “medida cautelar”, solicitada por la ilustre Universidad Central de Venezuela, pero tergiversada en forma y fondo hasta el retruécano de las conciencias. Cautela hay que tener con ese TSJ, dan miedo terrorífico, en todo.
La prolongación de esta película, denominada 47, no pone plazo, no amenaza con intervenir, logro enorme contra la dictadura en la reciente lucha cívica en su contra desde las casas de estudio. Y echa paja: señala a unos representantes universitarios, sin nombres y sin apellidos, comprometidos a cumplir la expoliación de la autonomía. Debe ser el producto, digo, de las conversas de quien funge como ministro y el “presidente” del espurio TSJ. Indica la zaga espeluznante que el Consejo Nacional de Universidades debe ser el garante del cumplimiento de los sucesivos despropósitos, pero le quita el trabajo de imponer los calendarios, como estaba contemplado en la 324. En fin, un triunfo momentáneo, pero triunfo innegable de las universidades y del país.
Ahora bien: ni la 324 ni la 47 ni cualesquiera otras de las portadoras de números infinitos se tienen que cumplir. Ni se acatan ni se cumplen. Primero porque nadie reconoce ni tiene por qué reconocer a ese TSJ dentro ni fuera del país (revisen con detenimiento), empezando por nuestros representantes legítimos de la legítima Asamblea Nacional. Y luego porque como universitarios y como ciudadanos estamos obligados tajantemente a cumplir y hacer cumplir nuestra carta magna.
Un último aspecto, para quienes consideran que medio complaciendo al régimen salvarán la institucionalidad universitaria. Un gran sabio de luchas cruentas dijo que quien le huye a la guerra humillándose ante el enemigo tendrá humillación y guerra. Estos sátrapas ignoran el valor de la palabra empeñada. No humillemos a la universidad ante quienes igual seguirán siendo sus enemigos. Demos la batalla cívica hasta el final. Hasta el final. Nos vemos, posiblemente, en la universidad libre. Hoy, por cierto, el Consejo Directivo de nuestra Universidad Simón Bolívar discute la 47.ante representantes de la tiranía. Defenderé principios y universidad, como es mi deber.