Si, como afirma el dicho, hacen falta dos para bailar el tango, entonces a muchos argentinos les estará haciendo falta una pareja para dibujar ochos en sus míticas milongas durante la era del coronavirus.
En la capital del país y del tango Buenos Aires, clases, shows y milongas -como se le llama a los espacios donde los argentinos van a bailar el género rioplatense- han sido suspendidos por al menos 15 días, en línea con la decisión del Gobierno de evitar los eventos públicos.
La medida ha sido difícil de digerir para los tangueros de un país donde los saludos suelen ser muy corporales y cercanos, y el mate -una infusión que se comparte utilizando un mismo recipiente para quienes lo toman- son una parte estructural del tejido social.
“Los abrazos, los besos, el mate y el tango; toda nuestra cultura tradicional está comprometida”, dijo Alejandro Ferreyra, un bailarín y profesor de tango, a Reuters.
“Tenemos que cambiar nuestra manera de pensar por un rato. Hay mucha gente mayor bailando tango en las milongas y tomando clases, y ellos son la población en riesgo”, agregó.
Sudamérica, que va despidiéndose de los últimos días del verano austral, registra cifras de contagio de coronavirus inferiores a los países del hemisferio norte. Pero las distintas autoridades del continente no quieren arriesgarse.
Argentina, donde hasta el domingo se detectaron un total de 56 casos de la enfermedad y 2 muertos, cerró sus fronteras a extranjeros y suspendió las clases y los eventos masivos para evitar la propagación de un virus que ha afectado a más de 169.000 personas a nivel mundial y ha azotado a los mercados.
La suspensión del tango amenaza al icono más famoso de la cultura romántica argentina. Bailado en esquinas, plazas y teatros, el tango es un imán para turistas que viajan a Buenos Aires atraídos por su cadencia y sus ‘firuletes’, algunos animándose a probarlo ellos mismos.
En las milongas porteñas hombres y mujeres de todas las edades bailan cuerpo a cuerpo, muchas veces mejilla a mejilla.
Sin embargo, el presidente Alberto Fernández advirtió a los argentinos sobre los riesgos de acercarse demasiado a sus compatriotas.
“Somos una sociedad cálida, que se abraza y se besa”, escribió Fernández la semana pasada en su cuenta de Twitter, donde agregó que “hay que transmutar ese amor en un amor no físico. Al menos por un tiempo”.
El profesor de tango Ferreyra es uno de los miles de profesionales de una industria que ha recibido un duro golpe. Él y su pareja de baile han sido forzados a cancelar lecciones, como también posponer una gira de eventos relacionados al tango en Oriente Medio, Europa y Asia.
Para Mona Moussa, una aficionada al tango de Estados Unidos de 42 años que se mudó temporalmente a Buenos Aires para bailar, la esencia misma del tango es lo que ahora hace que expertos no lo recomienden.
“Yo me enamoré con el concepto del abrazo y de bailar como uno”, explicó.
Sin embargo, los tangueros y tangueras podrían encontrar maneras de bailar, aún con las clases canceladas.
Johanna Dalez, una planificadora de viajes con sede en Buenos Aires, dijo que milongas “subterráneas” o eventos privados en residencias particulares probablemente continuarán hasta cierto punto.
“Es como una droga. Siempre le digo a la gente que empieza a bailar que, una vez que empiezan, se transforma en una adicción”, agregó. Reuters