Gran parte del mundo ha detenido sus ruidosos e imparables engranajes ante la presencia de un enemigo que solo podemos ver con microscopios electrónicos. Es más pequeño que las bacterias y, sin embargo, tan inteligente como un ser vivo. Porque si hay algo que ansía es sobrevivir, conquistar el mayor número de células y multiplicarse.
No debemos vivir esta cuarentena a modo de síndrome de El Conde de Montecristo. Seamos creativos, seamos despiertos, receptivos, originales y esperanzados.
-Es momento para hacer de nuestra casa un universo de posibilidades para nosotros mismos y los demás.
-Es un escenario idóneo para descubrir, por ejemplo, que el trabajo es una gran posibilidad laboral que debería aplicarse de manera significativa en más empresas.
-Asimismo, es una oportunidad excepcional para compartir tiempo de calidad con nuestras parejas, hijos, amigos, familia e incluso vecinos.
-Ahora más que nunca, podemos sumergirnos en todos esos libros que teníamos pendientes y cuya lectura nos aguarda. También tenemos a nuestro alcance infinitas películas por descubrir o rememorar una vez más.
-Podemos enfrascarnos en nuestras aficiones descuidadas: pintura, escritura, música…
-No olvidemos tampoco que muchos artistas comparten sus trabajos online para el gran público y que muchos museos, hacen recorridos y explicaciones a través de las redes sociales para hacer de la cultura, nuestro entretenimiento en estos días.
Para concluir, sabemos que vivimos instantes complicados. La incertidumbre es ahora esa compañera de vida a la que debemos habituarnos; la buena noticia es que en ella también tenemos la capacidad de ser solidarios. Trabajando juntos, confiando en nuestros valores y sentido cívico, lograremos afrontar esta situación