No ocurre así en Venezuela. La mayor desconfianza es hacia el Estado que, por un lado, ha dejado de serlo gracias a la camarilla que lo gobierna, cada vez más destruido, definitivamente fallido y forajido; y, por el otro, comprobadamente mentiroso. Maduro Moros dice apenas que todo está resuelto, tomadas las precauciones del caso, en la Venezuela de la (auto) censura, donde padecemos enfermedades muy antes superadas, no hay medicamentos ni médicos y enfermeras suficientes, porque ya se jubilaron y dan pena, o porque fueron obligados a marcharse del país. Los médicos cubanos no están preparados para estas o cualesquiera otras eventualidades, siendo en un elevado porcentaje cabezas de playas para la invasión militar que tenemos, decidida por La Habana. Rogamos a Dios que no acontezca ninguna tragedia ante el coronavirus, porque de Él depende nuestra suerte. Además, de nosotros mismos pero nunca el madurato socialista.
Entonces, sufrimos de un doble coroavirus. De la amenaza de la pandemia y del cáncer de una dictadura. Y es ocasión para que la sociedad civil venezolana se movilice en la medida de lo posible y tenga por empeño la profusión del mensaje de alerta, las recomendaciones del caso, por todos los medios que sean posibles. También que se nos abanderemos de una solidaridad que está en nuestros genes, ayudándonos mutuamente. Cuando todo esto pase, pediremos cuentas de la usurpación que nos ha hecho retroceder a la barbarie, pero también de todos estos desalmados que ven en el coronavirus una oportunidad para hacer sus sucios negocios, importar medicamentos de ocasión y lavar así sus divisas y otras de las “hazañas” acostumbradas a cuenta de nuestras desgracias. Y si de TIAR hablamos, habrá un TIAR sanitario indispensable. Por ello, el 187, 11 constitucional actualizado a propósito del doble coronavirus que sufrimos.