La pandemia es claramente un asunto global, pero el teatro de operaciones donde se decidirá si enfermamos o no es la familia, la comunidad y el municipio. El sábado 21 de Marzo pasado, debido a mi trabajo, estuve en Tocuyito. Aunque Maduro, allá en Miraflores, lejos, en Caracas, decretó la Cuarentena, aquí, en la vida real, Tocuyito estaba abarrotada de personas. Pude ver uno de los camiones que hacen transporte público en la Ruta Arenosa – Tocuyito con gente hasta en los estribos.
La policía, la que anda en moto y la que risiblemente anda en shorts y bicicleta, estaban claramente de adorno. Dado que el uso de tapabocas es más un requisito obligatorio cuyo uso te puede proteger más de un funcionario público matraquero que del Coronavirus, cualquier trapo mal puesto, mal amarrado y peor usado es lo que se ve. Pero lo peor, insisto, era el volumen de personas. ¿Qué hacían? ¿Acaso turismo u organizando una futura fiesta de panitas enchufados en Los Roques? No. La gente está comprando, diariamente, los pocos alimentos que sus ínfimos ingresos pueden permitirle adquirir. Todos los días los vecinos de Tocuyito salen a la calle convencidos de estar tomando una cruel decisión, elegir una forma de morir entre dos: 1) Morir por Coronavirus o 2) Morir de hambre. La primera luce como variable, asumible, frente a la inapelable segunda.
Nicolás Maduro lleva un tiempo indicando que el CLAP llegará casa por casa, aún es una promesa en la mayoría de los lugares. Por ejemplo, en comunidades como El Triángulo, Las Naranjas, El Oasis, Los Caracaros y El Molino aún no ha llegado y pedirle a la gente que crean una promesa de ese tipo y se confíen teniendo tan poco en casa y no salgan a buscar algo es tan ocioso como vergonzoso.
¿Pero existe la alcaldía cierto? ¿Aún hay alcaldes y concejales? Bueno, si aún están en Tocuyito y no replicando la trágica historia del Rey Próspero de Edgar Allan Poe, deberían dirigirse a la población y hacer lo mismo que los vecinos hacen en Ciudad Alianza en Guacara (vale decir, los vecinos, porque allá el alcalde se refugió en su excusa de ser “articulador”). En esa parroquia, la gente decidió poner en práctica el “Plan Comprador Asignado”, siendo que es imposible no salir a hacer compras diariamente, se “auto recomendaron”, “se auto dirigieron” o “se auto gobiernan” instruyendo a las familias de elegir a uno de sus miembros para que solo este salga a comprar y que el resto se quede en casa. También, esos mismos vecinos comparten electrónicamente, técnicas y sugerencias para entretener a los niños, mitigar la tensión social en los adolescentes y cuidar la salud física y mental de los adultos mayores.
En esa parroquia hay un uso intensivo de las tecnologías de la información, cuestión que lógicamente Tocuyito no tiene como rasgo resaltable. Pero, cuando la figura del alcalde y los concejales no están desaparecidos, pueden convertirse por otras vías, con instrucciones y liderazgo, en fuente de guía y certidumbre para su pueblo. Eso es lo que nos falta y puede ser fatal no tenerlo.
He estado en la Zona Rural y he visto como comunidades como Barrerita, La Arenosa y Caramacatal siguen mostrando una “vida normal”. Ese mismo sábado pude ver gente reunida tomando cerveza, jugando Básquet, en grupos en la calle… ¿Son unos irresponsables? No. Son ciudadanos sin guía de su gobierno local, sin disposición de equipos de salud preventiva que ejecuten campañas informativas a una población que se quedó, hace rato, sin internet, sin señal telefónica, sin periódicos e incluso sin señal de TV.
Viendo esta vulnerabilidad, es lógico pensar cuanta falta hacen gobiernos elegidos en comicios libres, justos y transparentes. Si los actuales gobernantes locales se sintieran presionados por la opinión pública estarían cumpliendo su deber, pero como son subordinados a la usurpación, su interés es otro. Hagamos votos por un urgente cambio político. Si no nos mata el Coronavirus, la indolencia de los gobernantes actuales si nos matará.
Julio Castellanos / jcclozada@gmail.com / @rockypolitica