Es indudable que el virus chino, coronavirus en el lenguaje originario, ha provocado una conmoción mundial de características desconocidas para nuestra generación, por cierto, bastante avanzada en edad. Todos los países afectados o no están poniendo lo mejor de sí para enfrentar la pandemia reduciendo sus efectos, o para prevenirla en los pocos casos aún vírgenes con relación al tema.
Una de las cosas más importantes que debe caracterizar a quienes tienen la responsabilidad de dirigir las acciones es decir siempre la verdad. Evitar los juegos de palabras e imágenes superficiales que simplifiquen la situación y mucho menos mentir. En el caso de Venezuela la nación entera está pendiente de la evolución del tema. La incertidumbre crece aceleradamente como producto de la desconfianza y de algunas decisiones extrañas que no parecieran las más acertadas, como la designación de la vicepresidenta ejecutiva al frente del también improvisado equipo de burócratas para atender una crisis que nos amenaza a todos. Los especialistas en materia de salud pública y dirigentes de instituciones sanitarias que se atreven a decir públicamente el drama que están viviendo son detenidos, amenazados o sancionados. Según informaciones recibidas llegaron a Venezuela más de cien médicos cubanos a ocuparse del asunto. Increíble, pero no me extrañaría que fuera cierto. La entrega es total, como está también sucediendo en el caso de PDVSA y el problema energético globalmente considerado.
Lo señalado es apenas una parte de lo que nos obliga a repetir que mientras este régimen exista y Maduro conserve el poder concentrado que tiene, no habrá ninguna posibilidad de resolver ni estos ni ninguno de los problemas existentes. ¿Por qué? Porque son el problema y no la solución. Esto hay que resolverlo lo más pronto posible, sin desatender las obligaciones generadas por el virus chino que silenciosamente avanza en el país.
Hemos sido constantes expresando nuestras preocupaciones por la situación de los presos, tanto políticos como los llamados “comunes”. A los primeros hay que liberarlos totalmente, sin limitaciones. Esto incluye a quienes han sido condenados por jueces al servicio del régimen por razones políticas y, por supuesto, a los que lo son por las arbitrariedades y circunstanciales cálculos del régimen. Inaceptable la demora. Estar preso en esas condiciones es malo, muy malo. Lo digo por experiencia propia. Lo mío fue hace diez años por corto tiempo en el Helicoide, pero aún están allí compatriotas como los comisarios Guevara, entre otros que deberían ya estar en libertad plena. Civiles y militares que la nación necesita en la calle.
También debo repetir lo tantas veces dicho con relación a los llamados presos comunes. Motines, conflictos internos, serias confrontaciones con las autoridades de los centros penitenciaros penales y policiales, se multiplican a diario, incluidos casos de fugas masivas con muchos muertos y heridos como consecuencia. ¿Hasta cuándo? Las fuerzas armadas nos deben una explicación sobre esto.
Lunes, 23 de marzo de 2020
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