Tras dos meses “sitiada” por el coronavirus, la Gran Muralla china ha reabierto sus puertas a los visitantes, si bien bajo estrictas medidas de seguridad.
Un control de equipaje, tres controles de temperatura diferentes, dos códigos móviles que certifiquen la salud del viajero, además de vestir mascarilla, estar sentados en el autobús de acceso en asientos alternos y, por supuesto, la documentación y la entrada al monumento, son necesarios antes de enfilar los escalones de acceso al que quizá sea el símbolo de China por antonomasia.
Pero por el momento, son pocos los chinos que se aventuran a coronarlo y, en los cuatro días transcurridos desde su reapertura -el 24 de marzo-, no ha superado las 4.000 visitas.
SOLO UN TRAMO ABIERTO
Hasta la fecha, solo Badaling, la parte restaurada de la Gran Muralla más cercana a Pekín (a unos 60 kilómetros) y, por tanto, la más visitada por los turistas, ha comenzado a recibirlos tras permanecer cerrada desde el pasado 25 de enero, en consonancia con la mayoría de clausuras de museos y monumentos de la capital ante la expansión del brote.
El contraste entre el trajín habitual del lugar y la tímida presencia de turistas resulta más chocante. Todas las tiendas y hoteles construidos en torno al monumento, más que cerrados, dan la impresión de estar abandonados.
Así, la Gran Muralla -patrimonio Mundial de la UNESCO desde 1987- ofrece estos días el aspecto despoblado de un jardín privado. De uno gigante, eso sí.
Lejos queda el Récord Guinness de 2002 como el punto de la Muralla que más visitantes ha recibido, que suman 200 millones desde el inicio de las operaciones turísticas, a mediados de los 50.
La “muralla larga”, como lo llaman los chinos, serpentea sobre las montañas, que aún conservan la nieve del crudo invierno, y se entremezcla con los cerezos en flor y las agujas verdes de los pinos.
TURISTAS ENMASCARADOS
Los visitantes apenas superan en número a los vigilantes de seguridad, que se refugian del viento parapetándose en puntos estratégicos del monumento; del frío, con termos de té caliente; del tedio, con sus teléfonos móviles. ¿Y del virus? No todos llevan mascarilla.
Se la quitan brevemente los turistas, apenas unos segundos para posar para una foto o tomar un trago de agua tras una empinada subida.
También para respirar mejor después de un repecho, como el hijo adolescente de una pareja china que, asegura, estaba “deseando salir de la ciudad” y se declara contenta de poder disfrutar de la experiencia.
Porque, aunque en Pekín y en otras partes de China la cuarentena para aquellas personas sanas y sin síntomas no ha conllevado la prohibición de salir de casa, las salidas se han limitado a las imprescindibles, y siempre con protección y entre estrictos controles.
NI INVASIÓN TURISTICA, NI INVASIÓN MONGOLA
La Gran Muralla está formada por lo que en origen eran numerosos tramos inconexos construidos por los pequeños estados para defenderse de las invasiones provenientes del norte, hasta que decidió unirlos el autoproclamado primer emperador de China, Qin Shi (221-210 a. C. Su tumba la protegió otro de los símbolos de China: un ejército de guerreros de terracota).
Y a pesar de no ser especialmente alta o gruesa, la Gran Muralla -considerada una de las Nuevas 7 Maravillas del Mundo- sí cubrió un tramo de miles de kilómetros que impidieron a las hordas mongolas de arqueros a caballo un fácil acceso al imperio.
No siempre: penetraron en el siglo XIII y lo harían en el XVII los manchúes.
Algunas de estas historias las relata cada fin de semana Mona, organizadora de excursiones por varios puntos del monumento, profunda conocedora del mismo y que desde hace más de dos meses ha tenido que suspender las visitas.
“La Gran Muralla tiene una historia especial tras cada piedra”, asegura a Efe esta aficionada al senderismo.
“Yo puedo sentir las diversas formas y estilos. Si caminas por allí de manera habitual en distintos segmentos de la Muralla, ves que cada una es especial y tiene sus propias características”, apunta.
Sin embargo, los pueblos de los que parten otros senderos hacia los tramos “salvajes” de la Muralla, los menos conocidos y visitados, siguen cerrados a todo forastero, como medida de prevención. EFE