Venezuela tuvo uno de los sistemas de refinación de petróleo más avanzado y eficientes del mundo. Desde el comienzo de la producción comercial petrolera, los distintos gobiernos siempre se procuraron por acompañar la mayor extracción de crudos con un incremento consecuente de la capacidad para agregarle valor a los hidrocarburos mediante la obtención de productos tales como la gasolina, diésel y lubricantes entre otros productos.
Así, se le exigió a la Royal Dutch Shell la construcción de una refinería, la cual fue inaugurada en 1947 en Cardón, estado Falcón a la que siguió la refinería de la Creole en 1950 en Amuay para luego en 1956 erigirse la de Bajo Grande en Zulia, para las tres conformar lo que fue el más grande conglomerado de refinación del petróleo del mundo, el Complejo Refinador Paraguaná con una capacidad de 971.000 barriles diarios de derivados. Luego fueron construidas las refinerías de El Palito, estado Carabobo con capacidad de refinación 140.000 barriles diarios y la refinería de Puerto La Cruz en el estado Anzoátegui, apta para procesar 192.000 barriles para ser transformados en gasolina y otros productos. Así, la totalidad de procesamiento alcanzó a 1.303.000 barriles diarios. De éstos se llegaron a exportar 700.000 barriles diarios con un valor 25% mayor que el de un barril de petróleo. En su mejor momento el consumo interno llegó a representar 600.000 barriles diarios, con una economía 60% más grande de lo que es hoy.
Actualmente, de esa capacidad instalada apenas se utiliza como mucho el 3%, equivalente a 40.000 barriles diarios, absolutamente insuficientes para abastecer al mercado interno aún con su reducido tamaño. Se estima que el consumo local se sitúa hoy en 150.000 barriles diarios entre gasolina y diésel de los cuales unos 110.000 barriles diarios deben ser importados. Estos barriles se terminan regalando debido a esa política suicida que han seguido Chávez y Maduro, quienes embriagados de demagogia, optaron por regalar los combustibles para que una parte de ellos fueran contrabandeados.
De esta manera, el subsidio a esos carburantes llegó en 2014 a unos US$ 8.000 millones anuales, a un costo enorme para el fisco venezolano y para el pueblo que lo termina pagando en forma de un déficit fiscal que ha generado una hiperinflación que destruyó las remuneraciones de los venezolanos que viven de su trabajo. Pero el problema no se queda allí. Ahora en medio de la crisis del COVI-19 el problema se está sintiendo en toda su magnitud. Sin caja para financiar las importaciones, el régimen había optado por entregar petróleo crudo a cambio de gasolina a compañías rusas e indias a un costo sideral debido a fletes por la distancia recorrida por los tanqueros.
Con el país paralizado por la pandemia el consumo se ha reducido drásticamente pero tampoco se pueden movilizar los alimentos desde los centros productores hacia las plazas de consumo y ese va a ser un asunto que va a concentrar la atención en los próximos días.
Preparémonos: la crisis de la gasolina está aquí.