El arzobispo emérito de Caracas reflexiona acerca de la realidad que sufre la humanidad e invita a fortalecer la fe motivando a seguir “adelante con esperanza”. “¡Unidos a Cristo podemos vencer todas las dificultades!”, dice Urosa
El cardenal Jorge Urosa Savino, arzobispo emérito de Caracas (Venezuela) desde una reflexión netamente religiosa, que difundió difundida este viernes 3 de abril 2020, busca responder a las preguntas que desde lo espiritual se están haciendo muchas personas sobre la pandemia del coronavirus, la cual ha cobrado la vida a casi 60 mil e infectado a más de un millón de seres humanos de acuerdo con los datos oficiales de la Organización Mundial de la Salud.
“¿Por qué la muerte de las víctimas y la angustia de millones de personas? ¿Por qué permite Dios esta trágica pandemia? (…) ¿Por qué el sufrimiento? ¿Por qué esta peste?, se pregunta Urosa en estas reflexiones acerca del episodio que marca la Semana Santa 2020, “trágicamente histórica, en tiempos de peste, y peste global”.
En el trabajo titulado “Afirmación de vida y felicidad a pesar de la peste”, la primera respuesta del Purpurado venezolano precisa que “es un misterio”. Pese a ello, argumenta que “el enigma del dolor se esclarece un poco, se entiende algo –no totalmente- a la luz de la fe cristiana en Cristo, Hijo de Dios hecho hombre para nuestra redención, nuestra salvación, y felicidad eternas”.
Consecuencia del pecado cometido por los hombres
“El mal físico y, entre otras cosas, la muerte, son efecto del pecado original y del pecado del mundo, los pecados de los seres humanos”, dice el cardenal, afianzado su reflexión en las enseñanzas de San Pablo en su carta a los romanos. También expone que el “mal moral ha introducido en el mundo el desequilibrio, las pasiones y vicios, la tristeza y la angustia”.
El cardenal Urosa está convencido de que el sufrimiento se debe al pecado, “al pecado de Adán en primer lugar y al pecado del mundo, de los seres humanos a través de la historia y hoy, de nuestros pecados que hacen tanto daño a los demás”.
A continuación el mensaje del Cardenal Urosa:
Sin duda esta del año 2020 es una Semana Santa trágicamente histórica. En tiempos de peste, y peste global… Desde fines de la segunda Guerra Mundial no estuvo la humanidad entera sometida como ahora a una situación tan grave, mortal, como esta. Pues bien: a pesar de esta inexorable realidad, la Semana Santa cristiana providencialmente viene a darnos aliento, fortaleza y esperanza de vida y de felicidad.
Todos sentimos temor y tristeza por la amenaza que esta pandemia encarna, por el dolor y sufrimiento que ya ha producido. No solamente por las muertes causadas, sino por las exigencias y consecuencias de la necesaria cuarentena. En estas circunstancias se nos plantea a todos y cada uno de nosotros el enigma, el misterio sobrecogedor del sufrimiento humano. ¿Por qué la muerte de tantos y la angustia de millones de personas? ¿Por qué permite Dios esta trágica pandemia?
Nosotros los cristianos afirmamos con fe viva y firme que “Dios es amor” (1 Jn 4,8). A pesar de la realidad del dolor, de la muerte, del mal físico y moral, nosotros proclamamos que Dios nos ama, y que nos ha creado para que seamos felices. Pero entonces: ¿Por qué el sufrimiento? ¿Por qué esta peste? Es sin duda un misterio. Pero el enigma del dolor se esclarece un poco, se entiende algo –no totalmente -a la luz de la fe cristiana en Cristo, Hijo de Dios hecho hombre para nuestra redención, nuestra salvación, y felicidad eternas. Él, siendo Dios, asumió la realidad humana en todo, menos en el pecado (He 4,15), para acompañarnos, para darnos el ejemplo de fortaleza ante el sufrimiento y convertirlo en fuente de redención, y para darnos la esperanza de la resurrección con su propia resurrección.
El mal físico y, entre otras cosas, la muerte, son efecto del pecado original y del pecado del mundo, los pecados de los seres humanos. Eso nos lo enseña San Pablo en su carta a los romanos 5, 12-17. El mal moral, la maldad, ha introducido en el mundo el desorden, las pasiones y los vicios, la tristeza y la angustia. El sufrimiento se debe al pecado, al pecado de Adán en primer lugar y al pecado del mundo, de los seres humanos a través de la historia y hoy; de nuestros pecados, que hacen tanto daño a los demás.
Nuestra fe cristiana nos enseña que el misterio del dolor se esclarece y se hace llevadero a la luz de Cristo crucificado, de Cristo Nazareno, que lleva su cruz, la carga del sufrimiento como nosotros; que muere ofreciendo su vida a Dios en expiación de los pecados de la humanidad. Y que resucitó gloriosamente. ¡Sí! Él resucitó y derrotó así al mal, al pecado, al demonio y a la muerte.
Sin duda la entrega de Jesús a la muerte, y su posterior resurrección, si bien no logren explicar todo y dar respuestas a todas las preguntas sobre el sufrimiento, especialmente el de los inocentes, nos confortan y alientan. El, que es Dios, se hizo uno de nosotros, compartió con nosotros el sufrimiento, y lo venció y superó con la resurrección.
Por eso la Semana Santa católica, celebración litúrgica de la Pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, nos conforta, nos consuela, nos fortalece, nos llena de esperanza. Estamos llamados a la vida, a la salvación, a la felicidad. Cristo en la cruz y luego resucitado, victorioso del sepulcro, así nos los reitera y asegura. Por eso, aun en medio de esta cruel peste mundial, podemos fortalecer nuestra fe -como nos exhortó el Papa Francisco el 27 de marzo en San Pedro-, e ir adelante con esperanza. ¡Unidos a Cristo podemos vencer todas las dificultades!
Aprovechemos entonces esta cuarentena colectiva para leer con calma el Nuevo Testamento, y sobre todo los relatos de la pasión muerte y resurrección del Señor. Yo les recomiendo, en especial, los relatos de San Mateo, capítulos 26 al 28. Y de San Juan, 18 al 20.
Si, es cierto: no tenemos las respuestas a todos los interrogantes que nos plantea el sufrimiento humano, en especial de los inocentes. Pero tenemos la afirmación del amor de Dios a cada uno de nosotros en Jesús, el Nazareno. Él, siendo Dios se abajó a nuestra humilde condición humana, afrontó la muerte en la cruz, pero luego, resucitó, gloriosamente (Cfr. Fil. 2, 5-11). El nos acompaña y nos enseña el camino hacia la paz, la salvación y la felicidad: por la cruz de las contrariedades, de las dificultades de la existencia, del dolor y de la muerte, vamos hacia la felicidad de la resurrección y la vida eterna.
Aprovechemos bien esta Semana Santa. Con la lectura del Evangelio, con más oración en familia, siguiendo las celebraciones litúrgicas por TV, radio e internet. E invoquemos confiadamente a nuestra madre amorosa, María, reina y madre de misericordia. ¡DIOS ES AMOR, Y EL ESTÁ CON NOSOTROS!
Caracas, 3 de abril de 2020
Nota de prensa