De tantas cosas que nos llegan por las redes, me llamó la atención lo que dijo Kristalina Georgieva, vocera del FMI, con relación a los efectos actuales y posteriores del COVID-19.
Comienza por decir una verdad de Perogrullo: esta crisis no tiene nada igual en la historia que llevamos hasta el día de hoy. El estremecimiento desatado sobre el orden social y las grietas económicas, serán difíciles de superar en el corto y mediano plazo. Nadie había previsto que en tan poco tiempo y con la velocidad en que se han consumado los hechos, se acumularan simultáneamente en el planeta semejante sismo social y económico. Tampoco nadie está en capacidad de mesurar la escala de esta sacudida y el tiempo que aún se extenderá. Ni los más certeros analistas económicos, esos que suelen acertar en sus pronósticos, podrán decirnos con propiedad y con base a supuestos sostenibles con argumentos, que tal comportamiento no será negativo a lo largo de este año que se inició tan mal con esta pandemia.
Las comparaciones con los desenlaces en tiempos de la gran depresión de 1929, asoman panoramas mucho más oscuros que aquellos temporales que se prolongaron durante la década de los 30 en el siglo 20.
Lo cierto es que tales desventajas arrollarán tanto a las economías de los países desarrollados, como a los que están aún hundidos en el subdesarrollo. Ninguna valla fronteriza detendrá esa tromba virulenta, sus estragos abarcarán todas las latitudes, sin excepción alguna. Desde luego, el daño más amargo se lo llevaran los países que tienen marcados signos de pobreza. Allí está, sin duda, nuestro deplorable caso venezolano.
En nuestro país no hay comida, la poca que se produce se está pudriendo en los campos donde se siembra y se cosecha, a duras penas, porque no hay gasolina para mover los deteriorados transportes que deberían llevarla a los centros de comercialización. Los escasos pipotes de combustibles que quedan, los venden a precio de oro las mafias que controlan esas reservas, por eso hoy, en el país donde se regalaba la gasolina, ahora se vende a precios inigualables con cualquier otro país del mundo. Insólita paradoja ¿verdad?
El pandemonio venezolano pone muy lejos cualquier fecha de terminación para esta desgracia y sus secuelas, porque a diferencia de la gran mayoría de las naciones afectadas por esta pandemia, en Venezuela se acumulan todos los problemas habidos y por haber. Además, mientras Maduro persista en usurpar los poderes públicos, será prácticamente imposible comenzar a revertir esta calamidad. Pero Venezuela saldrá adelante con renovados bríos una vez removido ese obstáculo. Tenemos recursos de toda índole, sobre todo el talento y la voluntad de lucha de los venezolanos. Ningún problema será imposible de resolver, para dejar atrás esta crisis que nos ha marcado cicatrices, pero al mismo tiempo enseñanzas que pondremos al servicio del proceso de reconstrucción nacional. De la tristeza pasaremos a vivir con alegría, el pesimismo dará paso al ritmo optimista con que emprenderemos la gesta en pos de La Paz y del progreso para todos.