La cuarentena por el nuevo coronavirus impone distintos desafíos a diferentes grupos sociales. La gente joven, soltera y sin hijos parecería conformar el menos afectado: no está entre la población más vulnerable, no navega una convivencia 24/7 con otro, no tiene que entretener o dar clases a niños. Y, sin embargo, se queja de no tener ya la oportunidad de conocer a otras personas, mucho menos de comenzar una familia. La cuarentena ha privado, sobre todo a la generación Z y los millennials, de la posibilidad de nuevas amistades y citas románticas.
Por infobae.com
“Estos nativos digitales, que gracias a las aplicaciones disfrutaron de gran libertad para gestionar sus vidas sociales, ahora se descubren incapaces de ejercer esa independencia”, presentó Time. Y los millennials, marcados tempranamente por la crisis de 2008, ahora enfrentan “la preocupación adicional de mirar hacia otro abismo financiero mientras todo, desde el trabajo precarizado hasta el de tiempo completo, se evapora. Apenas entraron en la cúspide de la adultez, su futuro quedó más en duda que nunca”.
Curiosamente —o no tanto si se considera que están solos, encerrados en sus casas en muchos casos sin trabajo— los solteros acuden cada vez más a las apps de citas: desde el 12 de marzo, un día después que la Organización Mundial de la Salud (OMS) calificara el COVID-19 como pandemia, Bumble registró un aumento de casi el 25% en las principales ciudades de los Estados Unidos. Y según Forbes, el video chat de Bumble, que muchos usuarios ni siquiera sabían que existía antes de esa fecha, se incrementó en un 93% en las dos semanas siguientes, con un promedio de 29 minutos por llamada, lo que se considera una “conversación de calidad”.
Hinge, que vio crecer su mensajería en un 30% en marzo comparado con el mes de febrero, incorporó a la app una función de “cita desde casa”, que permite, con el consentimiento de las dos personas que se gustaron, pasar a video chat o llamada telefónica. También Tinder se adaptó y envió un mensaje en el que citó a la OMS para recordarles a sus miembros “las precauciones que deben tomar” al reunirse con alguien en persona, como la distancia social, y desplegó una función para que los usuarios puedan relacionarse más allá del área geográfica inmediata en la que se encuentren.
Según un estudio de la Universidad de Stanford, en 2019 las aplicaciones de citas eran la manera más común de formar una pareja en los Estados Unidos. Y la industria de conocer a alguien virtualmente para luego conocerlo en persona llegó a representar UDS 6.000 millones globalmente. Entonces el COVID-19 se extendió por el mundo.
Dado que los humanos se caracterizan por su enorme capacidad de adaptación, “en particular cuando los mueve algo tan primario como la compañía”, señaló Forbes, “el encierro debido al coronavirus también cambia el modo en que salimos con gente, y probablemente transforme nuestros hábitos de manera permanente”. Sintetizó el director ejecutivo de Tinder, Elie Seidman: “Si bien mantenemos la distancia social, sin dudas no nos desconectamos”. El crecimiento de la mensajería entre los usuarios de la app es la prueba para él: “Más que nunca, tener alguien con quien hablar puede marcar una diferencia gigantesca”.
¿Alguien recuerda cuando la video llamada era mala señal?
El COVID-19 también parece alterar lo que se asumía como reglas básicas de las citas en la era digital. “Antes del coronavirus, enviar un mensaje de texto a alguien para organizar un encuentro estaba bien, pero llamar a una persona, y más aun el video chat antes de una cita, se acercaba a lo inquietante”, recordó MIT Technology Review. De a poco, el acto que hubiera bastado para bloquear a alguien se fue naturalizando.
“Las aplicaciones de citas impulsan a los usuarios a reunirse en citas virtuales, despliegan nuevas funciones de video, facilitan maneras de conocer a más gente y organizan encuentros como el que Dawoon Kang organizó en Coffee Meets Bagel”, citó la publicación del MIT a la creadora de un espacio para encuentros virtuales de varios miembros. Se trata de una videollamada con un moderador, en la cual varias personas se conocen y hablan durante un rato; aquellos que se sientan atraídos por alguien luego le escriben al moderador y si la otra persona también tiene interés, los pone en contacto.
“No se trata de un encuentro romántico o de citas rápidas; no existe presión alguna para lucir de una manera determinada o decir algo perfecto”, dijo Kang a Forbes. “Pensamos que sería bueno proporcionar un espacio para compartir lo que estamos viviendo y probar algo diferente y divertido.”
Match lanzó una línea telefónica gratuita para discutir las dificultades del momento, con el lema: “Nada queda fuera de los límites”. Grindr ofrece consejos sobre sexo telefónico, entre ellos “ser descriptivos e indulgentes con las fantasías”; como app pionera, ya llevaba un año con video llamadas como función paga: cinco horas por USD 19,99, con 120 segundos de regalo. JWed, que ya trabajaba en la incorporación de video llamadas, aceleró el proceso para responder al coronavirus. Hinge promociona la opción con un mensaje: “El 70% de nuestros miembros está disponible para una video llamada en este mismo momento. ¡Sin presión, sólo hay que ser breve y divertido!”.
Al fin la espeluznante video llamada se convirtió en una herramienta útil para “verificar si hay onda”, según dijo Kang a MIT. La emprendedora de San Francisco predijo que una vez que se halle una cura para el COVID-19, estas verificaciones de onda se seguirán como parte de la rutina del romance.
El amor es ciego
Chelsea Mao y Anna Li, estudiantes de la Escuela Wharton de Negocios en la Universidad de Pensilvania, comenzaron un experimento inspiradas por Love Is Blind, la serie de Netflix.
“La semana pasada, mientras los cierres y las órdenes de quedarse en casa se volvían cada vez más comunes, un misterioso Google Form circuló entre los estudiantes: Love Is Blind, BSchool Edition”, citó la publicación del MIT. Invitaba a crear una dirección de e-mail alternativa, informar en qué universidad se cursaba y manifestar orientación sexual e identificación de género. “Las creadoras hacen esa información aleatoria y establecen una conexión, para luego presentar a dos entre sí a fines de que intercambien correos electrónicos mediante las direcciones alternativas; luego de una semana se permiten mensajes de texto o video”.
Mao y Li, que también participan en su propio experimento, obtuvieron 2.200 respuestas de estudiantes de 21 escuelas de negocios de todos los Estados Unidos. Contaron a Time que recibieron cartas largas y reflexivas, muy diferentes de los chats concisos de las apps de citas que se centran en la logística de un encuentro personal. “Sin esa opción, las conversaciones se volvieron más largas y más significativas”, dijo Li. Mao agregó: “Aprendí más sobre algunas de estas personas en un puñado de correos electrónicos que lo que hubiera conocido en meses de citarlos en el ambiente habitual de la universidad”.
¿Y qué pasa con el sexo?
Persiste, desde luego, el “obvio problema carnal”, como lo denominó Time. Los millennials y centennials de Nueva York están pasmados todavía por el escaso ánimo oficial que les dieron los lineamientos del Comité de Salud de la ciudad: “Tu compañero sexual más seguro eres tú”. Uno de ellos, que trabaja en la moda, dijo: “Actualmente siento que el sexo es algo que no me va a volver a suceder. La gente se tendrá que volver creativa en lo que respecta a los contactos con otros. El sexo por Skype puede volverse realmente popular. ¿Pero por cuánto tiempo?”.
Según Helen Fisher, antropóloga del Instituto Kinsey que ha realizado cientos de resonancias magnéticas en personas enamoradas para ver el efecto del amor en el cerebro, dijo al semanario: “El amor romántico nunca va a desaparecer”. Sus observaciones mostraron que el cerebro humano considera que el amor romántico es una necesidad central, como la sed y el hambre. ‘Así como la sed y el hambre no van a desaparecer, tampoco lo harán los sentimientos de amor y apego que permiten que pasemos nuestro ADN a la generación siguiente’”, argumentó.
Justin Lehmiller, otro investigador del Kinsey, dijo al sitio del MIT, dijo que “la tecnología sexual también gana popularidad debido a los efectos de la cuarentena”. Aunque falta mucho para recoger datos fidedignos y sacar conclusiones, “está claro que los tiempos extraños que vivimos están cambiando nuestro comportamiento”. ¿De qué manera? “La gente prueba los juguetes sexuales más novedosos, visita clubes de strip tease de realidad virtual, asiste a fiestas eróticas en Zoom y hasta busca en PornHub algo muy específico: videos caseros que fetichizan el coronavirus”.
Polly Rodriguez, fundadora de Unbound Babes, un comercio de gadgets sexuales, recordó que al comienzo del coronavirus la situación fue difícil: muchos juguetes son Made in China, es decir que la cadena de suministro se vio afectada. No obstante, su empresa pudo satisfacer la demanda de vibradores y condones en grandes cantidades, que aumentó un 30% la primera semana de marzo y otro 40% la segunda. “Esta suele ser nuestra temporada más lenta del año”, explicó. “La gente está acumulando porque anticipa que esto va a extenderse”.
Lehmiller atribuyó el fenómeno a la composición poblacional. “El porcentaje de gente soltera es hoy el más alto de la historia”, dijo a MIT. La pandemia, opinó, “sentará las bases para que la revolución tecnológica del sexo que todos hemos esperado suceda antes de lo pensado”.
El día que volvió el contacto físico
Con todo, la reacción química del roce de la piel ajena es muy difícil de imitar. Alguien que puede ser un seductor verbal podría no gustarle a otra persona al encontrarse frente a frente. Dacher Keltner, socióloga de la Universidad de California en Berkeley que estudia el efecto del tacto, se preocupa por el impacto que puede tener la distancia social en los que viven solos. “El tejido social está sostenido por el contacto físico, por pequeño que sea”, dijo a Time. “El tacto es una condición social importante como pocas”.
La soledad, además, puede afectar la salud de los individuos. Muchos estudios han revelado que la soledad extrema se asocia a un aumento de la actividad inflamatoria del sistema inmunológico. “En circunstancias normales, cuando uno se siente solo, enfrenta el riesgo de un perfil de salud comprometido, estresado”, recordó. “Agreguémosle a eso la cuarentena, y la gravedad aumenta realmente”.
“Si lo miramos desde una perspectiva evolutiva, hemos tenido el contacto táctil, como el abrazo, durante millones de años”, siguió el especialista de Berkeley. “Cada relación se construyó y se mantuvo gracias a un complicado lenguaje no verbal, comenzando con los padres y los hijos. Es parte de nuestro tejido social. Me preocupa lo que sucede cuando perdemos, como sociedad, esos modos de comunicación por un tiempo”.
Por eso Fisher, del Instituto Kinsey, aconsejó a los que recurren a las apps de citas: encuéntrense con la persona tan pronto como sea posible. “Todo el mundo piensa que es un mal momento para conocer gente. Yo creo que es un momento sumamente bueno. El sexo está vedado, así que hay que sentarse y realmente disponerse a conocer a alguien. Y lo más importante que hay que buscar en una pareja es alguien con quien tener una buena conversación”. A dos metros de distancia, desde luego.
El experimento Love Is Blind, de los estudiantes de Wharton, ha facilitado que algunos de sus miembros, luego del intercambio de e-mails, hagan caminatas virtuales, cada uno en su vecindario o su ciudad, conectados por video. Pero Fisher, del Instituto Kinsey, cree que es difícil mantener estas prácticas durante demasiado tiempo. “Somos un animal que toca. Si esto sigue así, creo que veremos surgir espacios clandestinos para que la gente se reúna a espaldas de la ley y se abrace, o incluso tenga relaciones sexuales”.