«Nuestras cifras son visiblemente mejores que las de otros países europeos y el motivo es que nuestra estrategia ha sido la correcta», se jactó esta semana el presidente de Baviera, Markus Söder, al hacer balance de esta primera etapa de la crisis del coronaviurs. Y la estrategia a la que se refiere no ha sido diseñada en 2020, sino que fue perfilada en 2012, según consta en un informe que el Instituto Robert Koch (IRK) realizó ese año para el Bundestag alemán y en el que, como si dispusiera de una bola de cristal, elaboró un protocolo de actuación a partir de un simulacro que entonces nos hubiera parecido de ciencia ficción. El documento, titulado «Bericht zur Risikoanalyse im Bevölkerungsschutz 2012» (Informe sobre análisis de riesgo en la protección de la población 2012), parte de una simulación en la que un virus de origen asiático y bautizado como «Modi SARS» llega a Alemania.
Por abc.es
«En el apogeo de la primera ola de la enfermedad, después de los primeros 300 días, alrededor de 6 millones de personas en Alemania se habrán infectado», calcula el estudio, que curiosamente describe los síntomas del hipotético virus como «fiebre, tos, náuseas y neumonía».
En sus primeras declaraciones sobre coronavirus, en las que anunció las primeras medidas del gobierno alemán, la canciller Merkel pronunció el 10 de marzo palabras que parecen sacadas textualmente de este informe. «A falta de vacuna y de tratamiento, hemos de contar con que el 70% de la población resultará infectada», dijo, estableciendo cuatro consignas de actuación también tomadas de las conclusiones del estudio: «blindar a la población de más alto riesgo, que son ancianos y personas con enfermedades crónicas; restringir los contactos para ralentizar la expansión del virus y evitar así el colapso del sistema sanitario; y proveer de medios». Calló, sin embargo, otro pronóstico que aparecía en el informe: 12.000 muertos en el mejor de los casos y, si no se atajaba a tiempo, el virus tenía potencial para matar a 7,5 millones de personas.
La simulación había demostrado además que, a medida que el virus se extiende, «existe una creciente demanda de productos farmacéuticos, dispositivos médicos, equipos de protección personal y desinfectantes. Debido a que los hospitales, consultorios médicos y autoridades dependen generalmente de la entrega rápida de estos productos, el mercado ya no puede satisfacer plenamente la demanda y surgen cuellos de botella», advertía el texto, gracias al que el gobierno alemán estaba ya centrado en la producción nacional de mascarillas y desinfectantes a mediados de marzo.
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