Si hoy le preguntamos a los ciudadanos del mundo: ¿estaría dispuesto a permanecer en distanciamiento social durante un año sin necesidad de que haya una pandemia? La respuesta obvia y rotunda sería, NO. Tal sacrificio solo se hace para salvar vidas, como lo vemos hoy a nivel global.
Por Carlos Vecchio / ABC
El mundo está viviendo una paralización masiva de su forma normal de vida. Una situación similar vive Venezuela desde hace años, pero con un origen distinto: la epidemia dictatorial. Venezuela ha estado sometida a un irracional, progresivo y antidemocrático distanciamiento social impuesto por la dictadura criminal de Nicolás Maduro. Los indicadores de ese distanciamiento son variados, pero su eje común es suprimir las libertades para preservar el poder. Permítanme precisar con algunos ejemplos:
En el 2014 los venezolanos salimos a la calle para protestar legítima y constitucionalmente, anticipando entonces la tragedia humanitaria que vendría. Muchos venezolanos, especialmente jóvenes, dirigentes sociales y políticos fueron arrestados por razones políticas, incluyendo el líder de nuestro partido Voluntad Popular, Leopoldo López. Fui imputado dentro de la misma «causa judicial», lo que me llevó a la clandestinidad por 108 días y luego al forzado exilio actual lejos de mi familia, de mi partido, de mi gente, pero siendo más útil desde el exterior para la lucha democrática. Toda la directiva de nuestro partido fue perseguida; unos presos, otros en el exilio, la clandestinidad o refugiados en embajadas. Como consecuencia de un aislamiento social antidemocrático, desde hace seis años tuvimos que reinventarnos.
Desde entonces nuestras reuniones son digitales, incluyendo los encuentros nacionales con nuestros dirigentes locales. Ese mismo protocolo se ha extendido a los diferentes partidos políticos que disienten del régimen, e incluso, a la legítima Asamblea Nacional, donde cerca de treinta diputados están exiliados y cuatro permanecen detenidos.
La dictadura ha extendido la persecución en Venezuela a toda la sociedad; tenemos cerca de 400 presos políticos, entre ellos militares, médicos, líderes sociales y de partidos, estudiantes y diputados, todos sometidos a tratos crueles e inhumanos. Se les prohíbe ver el sol, poder hablar con su familia o poder reunirse con sus abogados. Son símbolo perenne del aislamiento nacional.
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