Se busca frenéticamente una vacuna contra el Covid-19, el coronavirus portador de la pandemia, y en el mundo ya hay 101 experimentaciones para conseguir una segura y eficaz. Pero solo los más optimistas creen que en dos o tres años se podrá ir a la farmacia para inyectarse el remedio que nos libre de la pesadilla. Bajando de los ansiosos sueños a la realidad, los tiempos se alargan a ocho, diez, quince años, según los casos. O a nunca, como ocurrió con la famosa vacuna contra el SIDA anunciada en los años ochenta. Han transcurrido desde entonces 30 millones de muertos y la vacuna no llega.
Por: Clarín
Precisamente a partir de la historia del SIDA (Sindrome de Inmunodeficiencia Adquirida) es que se habla de la variante obligada, que otros llaman el Plan B: convivir con el virus si no se lo puede eliminar. Hace poco fueron suspendidos los estudios clínicos de una vacuna en experimentación que parecía la más prometedora para curar el HIV, que tuvo al mundo en vilo durante décadas. Fue gracias a un cocktail de antivirales que el SIDA pasó de ser una condena a muerte a convertirse en una enfermedad crónica. Los pacientes llevan una vida normal, tragan más de 30 pastillas por día, pero van adelante. El virus del HIV lo llevan adentro.
No es el caso de los coronavirus como el SARS-COV2 que amenaza a la humanidad: contra ellos no se ha desarrollado nunca una vacuna.
Vacunas posibles y la proeza de vacunar a miles de millones
Las esperanzas de los científicos es que el Covid-19, la enfermedad que produce el nuevo coronavirus, no parece mutar a la velocidad de otros terribles virus y esto podría permitir el desarrollo de una vacuna.
Los experimentos y anuncios optimistas son moneda corriente en los medios de comunicación. En EE.UU. la carrera a la vacuna, que forraría de oro al triunfador, está en curso. El más célebre y carismático virólogo del país, el profesor Anthony Fauci, director del Instituto de Enfermedades Infecciosas de EEUU, asesor del presidente Donald Trump, a quien desmiente con frecuencia, estudia la primera fase de una vacuna que hasta ahora parece dar resultados seguros y eficaces en las pruebas con animales. La primera experimentación involucra a 25 personas adultas y sanas. Se espera que en julio-agosto serán publicados los datos iniciales.
Sin descontar la avalancha de muertos que le está causando la pandemia, EE.UU. contaba con 300 millones de habitantes. Vacunarlos a todos es una proeza científica, industrial y comercial. En los medios se avisa que si llega la hora de la cura será reservada para los locales. El resto del mundo deberá esperar.
Esta realidad estimula las otras experimentaciones. Los chinos sostienen que ya están haciendo las largas fases de prueba para “construir” la vacuna. Por más generosos que sean, tienen que inyectar a 1300 millones de habitantes. ¿Cuando llegará la hora a los demás?
Hacer una vacuna implica un largo y lento camino que debe pasar continuos controles. Primero se debe comprender cómo el virus o la bacteria que lo trasmite entra en el organismo humano y se replica. Después hay que identificar los antígenos, que son los componentes del virus en grado de activar una respuesta del sistema inmunitario capaz de eliminar o bloquear el agente patógeno. La fase siguiente es la de los análisis en laboratorio utilizando cultivos de células en vidrio y de los animales en vivo, para evaluar la eficacia protectiva de la vacuna y su perfil de seguridad.
Recién después llega la fase clínica en el organismo humano, dividida en cuatro fases. La producción es un aspecto muy complejo, pleno de variantes, terriblemente costoso.
Superar cada fase requiere la aprobación de sofisticados controles, para asegurar que la vacuna no cause daños secundarios.
Plan B
En Europa parece ir a la vanguardia una investigación que coordinan y dirigen investigadores de la Universidad de Oxford. En Italia recibe buena prensa porque está involucrado un instituto de “ricercatori” jóvenes de Pomezia, una localidad cercana a Roma. Pero aunque se anuncian avances seguros, nadie espera que la vacuna esté al alcance hasta dentro de uno o dos años.
Mientras tanto, la alternativa o Plan B es descubrir fármacos eficaces, seguros, que en primer lugar le quiten potencia homicida al coronavirus de la pandemia. Hay también una batería de viejos fármacos, que curan otras enfermedades y que se están demostrando útiles en la lucha contra varias fases de la agresión del corona virus a los pacientes.
Sirven nuevos estudios para experimentar contra el Covid-19 muchos de estos fármacos existentes, como el remdesivir, pasando por remedios eficaces contra el ébola y la artritis reumatoide que en Italia, por ejemplo, utilizan en los hospitales. Y que incluyen la heparina, un tradicional fármaco anticoagulante que se demuestra eficaz para curar las embolias en los pulmones que causa la excesiva reacción del sistema inmunitario de los enfermos contra el ataque del corona virus.
Los científicos norteamericanos Barney Graham y Kiplin Guy han escrito en la prestigiosa revista Science sobre las variantes de la vacuna y del Plan B para convivir con el virus. Graham señaló que “es indispensable acelerar la investigación de nuevas vacunas considerando que el SarsCoV2 “es un virus desconocido al sistema inmunitario humano” y que “las consecuencias de eventuales, repetidas, epidemias podrían ser inaceptablemente altas”.
Por su parte, el farmacólogo Kiplin Guy escribió en Science que “los procedimiento de la experimentación de nuevos fármacos deben ser comprimidos en términos de semanas, en modo de tener los instrumentos para afrontar eventuales, nuevas, oleadas epidémicas”.