Hasta los mismos delincuentes que usurpan el poder, coinciden: el parlamento es la única institución legítima que queda en pie en Venezuela, capaz de legitimar a otros órganos del Poder Público, como el TSJ que está en el exilio. Por más que hayan inventado ese adefesio jurídico que denominan “desacato”, no les queda otro remedio que reconocernos a los diputados electos en el 2015, aunque trapicheramente quisieron dividirnos a punta de reales y el tal Luis Parra despacha en las oficinas que la Guardia Nacional le presta en el Palacio Legislativo con los tres gatos que le acompañaron en esa aventurada del más burdo peseterismo. Imagínense que no tiene nombres para llenar las listas de las comisiones por más que haya juramentado a diputados que no lo son. Pero el caso está en el papel de la Asamblea Nacional para derribar al régimen socialista. Y, ya nombrado un encargado de la presidencia de la República, Juan Guaidó, el parlamento no tiene otra respuesta que dar que ser eso: parlamento. Está pendiente de discutir y aprobar el artículo 187, numeral 11 constitucional. ¿Qué espera para hacerlo? No se puede perder el tiempo en otras veleidades. A la vez que atiende el problema universitario, el eléctrico, el del hambre, etc., puede perfectamente encarar la situación (esto es, mascar chicle y caminar a la vez).
Mientras que yo esté en este exilio forzado, por más parlamento virtual que se diga, mi suplente está y estará incorporado en Venezuela a las sesiones. Y el diputado Carlos Bastardo ha sido y es consecuente con una postura de lucha por la libertad con la cual me identifico y, como miembros de la Fracción 16 de Julio, insistimos en el planteamiento. Porque la Asamblea Nacional no es una sucursal del G-4 y de lo que dieron en llamar el Frente Amplio, ya diluido. Porque – ante todo – respondemos ante nuestra conciencia de acuerdo al artículo 201 de la Constitución. Porque perdimos bastante tiempo en los falsos diálogos de República Dominicana y de Noruega, por sólo citar aquellos fracasos por los que nadie quiere ahora responder. Porque perdimos el tiempo legislando a propósito del daño de los electrodomésticos por las fallas de la industria eléctrica, en lugar de hacerlo en materia universitaria, por ejemplo. Sin embargo, estamos a tiempo de rectificar. Y eso se hace ahora con el 187, 11. ¿Para qué darle más vueltas al asunto?
El papel de la Asamblea Nacional es uno: el cese de la usurpación, representando cabalmente todos los sueños e intereses ciudadanos. Con el cese, le echamos pierna a recuperar – otro ejemplo- los activos del país. Es un cuento chino (tan chino como el coronavirus), que se puede adelantar ese trabajo para el cual se requiere de una absoluta honradez y de una cabal rendición de cuentas. La consulta popular del 16 de julio de 2017, cuya trascendencia no pudo opacar el fraude constituyente de los comunistas quince días después, sigue vigente. El que no quiera, que eche tierrita y no juegue más, porque el papel de la Asamblea Nacional ha sido y es el de llevarse por el medio al régimen de mafias.