Mientras que yo esté en este exilio forzado, por más parlamento virtual que se diga, mi suplente está y estará incorporado en Venezuela a las sesiones. Y el diputado Carlos Bastardo ha sido y es consecuente con una postura de lucha por la libertad con la cual me identifico y, como miembros de la Fracción 16 de Julio, insistimos en el planteamiento. Porque la Asamblea Nacional no es una sucursal del G-4 y de lo que dieron en llamar el Frente Amplio, ya diluido. Porque – ante todo – respondemos ante nuestra conciencia de acuerdo al artículo 201 de la Constitución. Porque perdimos bastante tiempo en los falsos diálogos de República Dominicana y de Noruega, por sólo citar aquellos fracasos por los que nadie quiere ahora responder. Porque perdimos el tiempo legislando a propósito del daño de los electrodomésticos por las fallas de la industria eléctrica, en lugar de hacerlo en materia universitaria, por ejemplo. Sin embargo, estamos a tiempo de rectificar. Y eso se hace ahora con el 187, 11. ¿Para qué darle más vueltas al asunto?
El papel de la Asamblea Nacional es uno: el cese de la usurpación, representando cabalmente todos los sueños e intereses ciudadanos. Con el cese, le echamos pierna a recuperar – otro ejemplo- los activos del país. Es un cuento chino (tan chino como el coronavirus), que se puede adelantar ese trabajo para el cual se requiere de una absoluta honradez y de una cabal rendición de cuentas. La consulta popular del 16 de julio de 2017, cuya trascendencia no pudo opacar el fraude constituyente de los comunistas quince días después, sigue vigente. El que no quiera, que eche tierrita y no juegue más, porque el papel de la Asamblea Nacional ha sido y es el de llevarse por el medio al régimen de mafias.