El inicio del largo e interminable período de cuarentena en Venezuela marcó el nacimiento del Estado Socialista venezolano, nombrado acá Estado Comunal. Pocos se han dado cuenta de ello, unos por estar distraídos por el corte abrupto de su señal televisiva por cable, la gran mayoría por sobrevivir buscando alimentos, medicinas y sus servicios básicos, como agua potable o gas doméstico.
Esto que indicamos forma parte del Plan de la Patria que viene ejecutándose de manera planificada y constante. No se ha detenido desde los tiempos cuando el desaparecido ex presidente Chávez lo inició, desde el momento que declaró a la anterior constitución como “moribunda”. Esto es lo singularmente importante, porque mientras se le criticaba constantemente por ser un improvisado en la política y desclasado, la inmensa mayoría de políticos venezolanos y muchos otros, desde otras partes del mundo, desconocían que este personaje pertenecía a una cofradía roja y daba inicio a un plan que tardó poco más de 40 años en hacerse del poder en un país que hacía ya varios años estaba resentido en su base de liderazgo socio-político, e incluso económico.
Desde hace tiempo existen estudios que dan fe de esto que indicamos. Nos interesa el ahora, este presente que devora a la sociedad y se traduce en decenas de muertos cada día. Porque no estoy indicando nada nuevo, sólo que ahora “los muertos se terminan de morir” lanzándose desde los balcones de sus apartamentos o desde la azotea de edificios públicos o en los viaductos. Es así de terrible el presente en Venezuela y de ello se nutre cada día la información de las noticias que dibujan el rostro del venezolano que vive la cotidianidad, mientras busca los alimentos básicos: harina de maíz precocida, sal, agua potable, quizás una o dos cucharadas de azúcar, una donación de un vecino que divide su kilo de granos o queso y le ofrece un pedazo.
No nos caigamos a mentiras ni discusiones estériles que sólo sirven para drenar el espanto de vivir en este espacio geográfico llamado Venezuela. Ya el control social se está terminando de ejecutar: de poco más de 32 millones de venezolanos que era la población que existía para inicios del 2000, poco más de 5 millones y medio forman eso que se conoce como la “diáspora”, verdaderas almas desamparadas que deambulan por otras tierras. De esos 32 millones quedan dentro de este espacio cerca de 27, de los cuales 9,6 millones han sido declarados por las agencias de socorro y especialistas, como de riesgo inminente a pasar hambre atroz. Están física y emocionalmente anulados.
Habría entonces que restar a los 27 millones de activos venezolanos esa dolorosa cifra, quedando poco más de 17 millones de nacionales en capacidad para afrontar con ánimo y decisión el poderío bélico que representa un espacio invadido por fuerzas militares de otros países, paramilitares y de organizaciones terroristas y del narcotráfico. De esos 17 millones de pobladores, cerca de 6 resultan como habitantes incómodos para ser controlados por este régimen totalitario de izquierda radical.
Decimos esto porque en centros de control social de amplia experiencia, como el castrismo en Cuba, una isla centro penitenciario modelo para una sociedad de servidumbre, es manejable la cifra que desde hace años tienen, entre 10-11 millones de personas. Creo que en los próximos meses veremos en nuestras vidas la acentuación de los controles sociales (regularización), como el libre tránsito (exigencia del salvoconducto), o para la compra de artículos de primera necesidad o el acceso libre al agua potable, el surtido de combustible, como gasolina o gasoil. Incluso los servicios de telefonía, televisión satelital/cable, e Internet, no serán eliminados pero su servicio será restringido y autorizado a determinadas personas.
Estamos por estas semanas y meses asistiendo a los últimos vestigios de eso que se llamó sociedad democrática. Los partidos políticos realmente opositores van a ser eliminados o sustituidos por otros que aparezcan como de corte neutral o de conveniencia para el Estado Comunal. Como pretexto de una ridícula invasión que se planificó en Miami se está acelerando, previo una “reflexión de sentencia jurídica”, la declaración para criminalizar, no uno, sino todos y cada uno de los partidos y agrupaciones partidistas que se opongan a este Estado.
Mientras esto ocurre los partidos políticos de oposición viven un proceso de “entretenimiento” en su lucha interna “generacional” que les impide nuclearse y presentar un frente único contra la hegemonía oficialista y lo que es más grave, la lucha para expulsar a las fuerzas militares y paramilitares de ocupación. Muchos políticos de oposición, hoy, se dedican a ofrecer un resumen noticioso de banalidades de lo que ya todos sabemos.
Uno de los escollos más graves que existe en el liderazgo opositor es revelar las verdades de la tragedia a la población venezolana. Hablarle con la verdad por muy dolorosa que sea resulta en estos momentos como palabra sanadora y solidaria, aunque parezca descabellado. Ya no es posible seguir ocultando que tenemos una fuerza militar conjunta de ocupación que tiene, junto con el generalato militar nacional, policial y de fuerzas insurgentes paramilitares y del crimen organizado y terrorismo internacional, organizado y sectorizado en absolutamente toda la geografía nacional, para el control total y absoluto de la población. Solicitar de manera clara, formal y urgente, la ayuda militar internacional para expulsar las fuerzas de ocupación, y enfrentar la tragedia de la hambruna y el riesgo sanitario inminente de la pandemia del coronavirus.
El tiempo presente es resistir desde el resguardo en el propio hogar, centro de trabajo y de trasmisión, persona a persona, de información de lo que ocurre a diario. No exponerse innecesariamente ni estar inventando protestas sin un objetivo claro.
La clase media que podía orientar al resto de la población en su lucha por una vida mejor y en libertad, hace tiempo fue desarticulada y en la actualidad sólo actúa desde su refugio en las redes sociales y por la poca actividad de los partidos políticos que se oponen realmente al régimen. Su presencia en el resto de sus espacios tradicionales de expresión, no existe o es nulo: asociaciones, universidades, gremios, federaciones, colegios profesionales.
Esta es la realidad de un Estado socialista que se instauró en Venezuela y que seguirá expandiéndose como una pandemia por el resto de Latinoamérica y Europa. Pandemizar el mundo a través del control social, generando miedo, temor y terror por el riesgo de padecer por contaminación se extiende a otros contextos y realidades: por escasez de alimentos, medicinas, agua, gas, gasolina, electricidad, seguridad. Es la excusa perfecta para dar inicio a semejante enfermedad: el social-comunismo de nuevo cuño, el Estado Comunal.
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