Hace pocos días vimos un programa en la TV venezolana, dirigido por un conocido y curtido antisemita, quien ha demostrado “en mil batallas” su odio hacia los judíos. Sí, antisemita, aunque él quiera encubrirse diciendo lo de costumbre: “no tiene nada contra los judíos, pero sí contra el sionismo e Israel”; en realidad es igual, pero él mismo quebranta esa irreal línea.
Se trata de Mario Silva, quien se sirvió de una inexistente declaración del director del Mossad, quien supuestamente habría dicho que ayudaría a la salida de Maduro con una operación quirúrgica. A estas alturas, no sabemos si Silva se hace o es, pues cualquiera con un poco de perspicacia hubiera observado que esa nota en una simulada página de un medio israelí, citando al Mossad, era totalmente falsa, pues se trata de una organización seria y sumamente discreta, por lo que no involucraría a sus aliados y mucho menos adelantaría lo que haría; de hecho, esa ficticia nota en la página web de Arutz Sheva, no existe. En efecto, a las pocas horas, David Rosenberg, el periodista del medio israelí que aparecía firmando la embaucadora nota, aclaró que habían utilizado su nombre y una página a semejanza del Arutz Sheva para difundir esta patraña. También cabe la posibilidad que el propio Silva haya estado involucrado en esa trampa cibernética, pues muy rápido la encontró y dedicó su programa a este texto.
Tras leer la nota engañosa, Silva acusó a los “sionistas” de una cantidad de mentiras, que lo muestran tal cual su maestro Goebbels, el de “una mentira repetida mil veces se convierte en realidad”. Pero, aunque Silva lo anhele, no es así: es una artimaña decir que los “sionistas” participaron en los sucesos del 11 de abril de 2002; tampoco es cierto que ese día hubiera francotiradores israelíes en el hotel Ausonia. En su momento, todo ello lo inventó un sector chavista para justificar sus numerosos crímenes. Y, aunque Silva eche su cuento muchas veces, constituye un fraude; está probado que cuerpos al servicio de Chávez y al margen de la ley atacaron desde el puente Llaguno a la manifestación pacífica y civil.
Por cierto, nos recordamos de una grabación en la que se escuchaba a Mario Silva informando a un agente cubano de una serie de irregularidades dentro del gobierno venezolano, lo que indica que Silva espió para el régimen castrista, su amor patrio tuvo un límite y un costo. Aunque Silva tuvo una cucharada de su propio veneno (lo grabaron), trató de deslindarse asegurando que fue un montaje con su propia voz hecho por los “sionistas”, cuando en realidad el asunto no estaba relacionado, pero así es el odiador, excusa sus vagabunderías.
En el programa sobre la falsa nota, Mario Silva arremetió también contra los judíos, cruzando la barrera que él usufructúa y que evidentemente no es auténtica. Un Silva muy indignado, banalizó la Shoá al afirmar que los judíos abusan del Holocausto y que no fueron las únicas víctimas. Este asunto lo ha repetido en numerosas ocasiones y aclaramos con una reflexión de Elie Wiesel: “No todas las víctimas de los nazis fueron judíos, pero todos los judíos fueron víctimas de los nazis”, bastaba con tener un antepasado lejano judío. El antisemita debería aprender la diferencia, para no quedar tan mal.
Sólo dentro de la extrema mediocridad del régimen de Maduro, un personaje carente de decencia y con nula preparación, puede llegar a detentar cierto grado de poder. Silva es un ejemplo claro de lo que es capaz un antisemita: torcer cualquier verdad para culpar a los judíos o a Israel a fin de demonizarlos. En eso no ha cambiado el antisemitismo medieval y el de tipos como “el goebbels criollo”.
Este artículo fue publicado originalmente en Aurora el 2 de junio de 2020