Andrés Eloy Bueno hace dos años que llegó a Estados Unidos. Lo hizo el 28 de julio de 2018. Había terminado el semestre de la carrera que cursaba en la Universidad Nacional Experimental Politécnica Antonio José de Sucre (UNEXPO) en Caracas, Venezuela, y decidió irse de vacaciones a Miami, hasta ahora.
Por Antoni Belchi / voanoticias.com
“Vine totalmente solo porque, la verdad, estábamos pasando por situaciones bien difíciles en Venezuela. Estaba sufriendo ataques de ansiedad y crisis de pánico, y necesitaba un respiro”, relató el joven de 24 años durante una entrevista con la Voz de América.
Según él, su vida en Caracas era una “lucha constante contra la vida y la muerte” y denuncia que era “un blanco del régimen” (del presidente en disputa, Nicolás Maduro) por el hecho de “decir lo que tú piensas”.
Así que decidió dejar a su familia, sus amigos, toda su vida anterior y montarse en un avión para ir a Estados Unidos. Sus planes pasaban por descansar unos días y regresar a Venezuela, pero la cosa empeoró cuando dio “un par de entrevistas fuertes” desde el sur de la Florida.
¿La razón? Dice que fue por explicar públicamente que cree que “la solución” en su país debe darse a través de “cuerpos policiales que detengan a Nicolás Maduro”.
“Hablé en algunos medios de comunicación sobre eso y unos policías me fueron a buscar a mi casa en Venezuela”, señaló.
A la espera del estatus de refugiado
Así que los planes cambiaron radicalmente. Lo que se preveía como unas vacaciones de unas semanas, acabó convirtiéndose en un nuevo rumbo del que ya lleva inmerso dos años.
Finalmente pidió el estatus de refugiado en Estados Unidos y, aunque ya ha pasado algunas entrevistas con funcionarios de inmigración, todavía está en el proceso para que le den luz verde a su reclamo.
“Yo no quiero que lo que yo viví lo pase más nadie. Créeme que voy a llegar hasta las últimas consecuencias para que la gente no tenga que pasar por algo similar”, decía a la VOA.
“Me quemaron la cara por pensar diferente”
El joven activista confiesa que la “persecución” en su país empezó mientras estaba en la Unexpo, el centro universitario que queda en El Junquito. “Sus rectores eran chavistas y yo empecé a tener cierto liderazgo opositor dentro de la universidad. Siento que empecé a ser una amenaza para ellos”, admitió.
Pero un episodio durante una protesta en 2014 le hicieron “abrir los ojos” frente a lo que “ocurría realmente en Venezuela”.
Hacía pocos meses que había comenzado la universidad cuando decidió ir junto a varios amigos a la Plaza de Altamira en Caracas para participar en una “manifestación pacífica” contra el gobierno en disputa de Maduro.
Recuerda que unos guardias nacionales lo “pusieron a oler un gas lacrimógeno” que le provocó graves quemaduras en la cara. Incluso, dice, su vida llegó a correr peligro en algún momento.
Está seguro de que lo hicieron porque los agentes lo reconocieron al llevar una camiseta con el emblema de su universidad.
“Que por alzar la voz en contra del régimen me destrozaran la cara, a uno le da fuerzas para luchar”, explica al tiempo que denuncia que era “un niño inocente que salió a protestar y lo masacraron como un vil delincuente”.
“Cada vez que veía ese rostro, esa marca que yo llevo en mi cara, no la quería eliminar porque me recuerda cada día lo que es el régimen y lo que es capaz de hacer. Tengo que poner mi granito de arena para que eso no siga pasando”, expresó.
Su lucha ha continuado hasta el día de hoy
“Y si se lo tengo que contar al mundo completo, se lo voy a contar. Esa denuncia ya la tiene la OEA (Organización de Estados Americanos), la ONU (Naciones Unidas) y voy a llegar hasta el fin del mundo porque se tienen que dar a conocer esas injusticias”, dijo Bueno.
Recuerda que viene de una familia “que surgió desde abajo”, que sus abuelos “no fueron a la universidad, pero criaron a nueve hijos”, “de gente que con su esfuerzo y trabajo, logró salir adelante, de una madre que logró sacar a su hijo sola trabajando y estudiando”, y lamenta que “hoy en día en Venezuela, a través del mérito, nadie puede hacer eso”.
Vive solo en Estados Unidos y, de momento, ha podido conseguir un permiso de trabajo para que pueda mantenerse en este país. “Toda mi familia está en Venezuela, absolutamente toda: mi mamá, mi papá, mi padrastro, mis tías, mis primos, acaba de nacer una sobrina y todos esos momentos me han tocado vivirlos lejos de mi familia”, dice resignado.
Habla cada día con sus seres queridos y admite “que no es lo mismo verlos por cámara, que darles un abrazo y un beso”, aunque reconoce que “son sacrificios que se tienen que hacer por vivir y por la libertad”.
No tiene problemas en reconocer que gente de su entorno continúa apoyando “al régimen chavista de Nicolás Maduro”, incluso en la universidad.
“Llegué a tener compañeros chavistas, a los que durante 20 años le han lavado el cerebro”, afirma señalando que para él “es un insulto que aún siga habiendo gente chavista”.
Su mensaje al chavismo
Pese a todo lo que está pasando Venezuela, Andrés Eloy Bueno está seguro de que “hay esperanza en Venezuela para que el pueblo honesto se entienda”, aunque cree que “los criminales tienen que cubrir su responsabilidad al respecto”.
“Yo no odio a nadie en Venezuela, pero sí creo que tiene que existir la justicia”, apostilla.
Siempre se ha mostrado “muy escéptico con la política” y reconoce que esta posición pública ha sido “algo circunstancial”.
Según el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), hay 4,7 millones de refugiados venezolanos en todo el mundo. Sin embargo, la Plataforma de Coordinación Para Refugiados y Migrantes de Venezuela, mezcla la cifra de refugiados y solicitantes de asilo en 5.095.283 procedentes de este país latinoamericano.
Patricia Andrade, una venezolana residente en el sur de la Florida desde hace varios años, está al frente de la Fundación Venezuela Awareness, que se ocupa de ayudar a los venezolanos que vienen a Estados Unidos en busca de una protección en forma de asilo o refugio.
En estos momentos, su organización está impulsando diversas campañas de ayuda dirigidas a estas personas que pueden convertirse en los más vulnerables de la sociedad a raíz de la crisis del coronavirus y la falta de recursos para hacer frente a esta situación.
“Hay que guiarlos para decirles cómo pueden hacer frente al pago de la renta, algunos fueron contagiados por el coronavirus y no saben cómo pagar la cuenta del hospital cuando ingresan”, explicó a la VOA.
No descarta dedicarse a la política
Sin embargo, y con el paso del tiempo, Andrés Eloy Bueno no descarta dedicarse a la política en un futuro. “A veces el deber llama, y uno no puede ser terco con las señales que te da la vida. Si Dios te pone en un momento y cree que puedes asumir ese reto, es porque sabe que lo vas a hacer bien”, recalca.
“No es que aspire a un cargo público, pero tampoco estoy cerrado. Si el día de mañana me toca aportar algo de lo que sé o algo de lo que he vivido en Venezuela, ceo que lo voy a hacer si mi país me necesita”, manifiesta.
Pese a eso, ahora vive al margen de la política venezolana “porque es necesario vivir, es necesario estar muy sólido para poder aportar”.
“Uno tiene que estar muy bien para poder dar bienestar a los demás. Mi momento ahora es aprender, aprender de esta cultura, aprender lo que estoy viviendo, dar mi máximo esfuerzo para estar muy sólido, para echar raíces donde estoy y cuando sepa que pueda marcar la diferencia en Venezuela, lo voy a hacer”, dice.
Mientras espera por una respuesta de las autoridades de inmigración, Andrés Eloy Buena trabaja en una empresa, aprovechando los conocimientos de ingeniería industrial que cursó en su país natal.
Pero siempre con la esperanza de “regresar a Venezuela en libertad o para conquistar la libertad”.