Las salchichas brasileñas llegaron al estado Bolívar a mediados de 2018, cuando ya la escasez de alimentos no era tan marcada pero sí la progresiva dolarización de la canasta básica. Por su precio competitivo, 17% de lo que costaría una salchicha nacional de marca, se convirtió en el sustituto de la proteína en el plato de la mayoría de los guayaneses que han limitado su dieta en medio del espiral inflacionario.
Por José Rivas / correodelcaroni.com
En la mayoría de los mercados populares y puestos de calle las venden detalladas. “Las personas compran según su bolsillo, una salchicha, o dos”, indicó una vendedora informal.
Las primeras importaciones comenzaron en junio de 2016, cuando el gobernador del estado Bolívar, Francisco Rangel Gómez, autorizó a empresarios privados la importación de aceite, azúcar, arroz, pasta y harina de trigo de Brasil, en momentos de marcada escasez de alimentos en la entidad.
Las salchichas, sin embargo, representan un riesgo para la salud de los consumidores: no tienen permiso sanitario, su distribución, manejo, refrigeración y conservación es incorrecta. El 12 de mayo de 2020, en la resolución SACS-DAB-254, el director general del Servicio Autónomo de Contraloría Sanitaria, Omcarl Caldera, autorizó el decomiso de embutidos brasileños de las marcas Maná, Aurora, Lanche y Citterio al no contar con la documentación sanitaria y autorización para su comercialización.
El gobernador de Bolívar, Justo Noguera, luego de esta solicitud respondió sin dar mayores detalles. Recalcó solo a los trabajadores regionales, encargados de la vigilancia de estos embutidos, que ningún alimento luego de haber entrado de forma legal al territorio debía ser confiscado y que cualquier acción debía ser consultada al suscrito, pero nunca hubo un exhorto público sobre su prohibición.
Un riesgo
El ingeniero Carlos Indriago, miembro de la Sociedad Venezolana de Ingenieros Agrónomos y Afines, explicó que las salchichas importadas de Brasil no deben ser vendidas porque no cuentan con los permisos ni la certificación de la Comisión Venezolana de Normas Industriales (Covenin), en donde la academia, investigadores y empresarios deciden si algún rubro es apto o no para consumo.
De acuerdo con Indriago, en este proceso se constata la calidad del producto tanto en materia prima, fabricación, producto final, almacenamiento y las condiciones bajo las cuales debe comercializarse y distribuir.
Para el ingeniero dejar de lado esta certificación tiene intereses monetarios de por medio. “Es más económico un producto que yo lo que tengo es que traerlo de la frontera en grandes cantidades sin tener que pagar ningún tipo de permiso, control, sin tener que pasar por una inspección”, señaló.
Pero en Bolívar no se sabe quiénes autorizaron la importación y distribución de estos embutidos. “¿Esas varias empresas o varias personas tienen los permisos para importar esos productos cumpliendo con la regulación fitosanitaria y de higiene del estado Bolívar y de Venezuela?”, preguntó el especialista.
Indriago comentó que, aún con la autorización sanitaria, debe haber instalaciones para el almacenamiento de los productos y una vigilancia sobre las condiciones de higiene y comercialización en el eslabón final de la cadena de venta.
Debido a que la mayoría de los vendedores informales no tienen permiso para la manipulación de alimentos, todos los estándares de almanecenamiento y distribución se incumplen. “No se puede hacer en cualquier sitio, porque son productos que se van ingerir por parte de adultos, niños”, recalcó.
Las consecuencias
Las salchichas no se consiguen en supermercados, pero sí abundan en puestos informales y mercados municipales, donde no se garantiza su refrigeración ni el protocolo para su manipulación. Generalmente quienes las distribuyen son guayaneses que se rebuscan en la frontera con Brasil trayendo mercancía como sustento en medio de la crisis.
En Bolívar cada salchicha brasileña tiene un costo de 30 mil bolívares. Un precio considerablemente económico si se compara con un paquete de cinco unidades de la marca Oscar Mayer que cuesta 850 mil bolívares.
“Es un producto que no es muy caro y rinde a la hora de cocinarlo”, comentó Fiama.
Cerca de su casa, en Alta Vista, compró cinco salchichas en un puesto informal. Los embutidos estaban en medio de la calle y bajo el sol. Fiama no ha tenido efectos secundarios por su consumo e indicó que las lava antes de consumirlos.
“La demanda es detallada, por unidad”, comentó una de las vendedoras de estos productos, quien indicó que comenzó a venderlos a principio de 2020 cuando un distribuidor comenzó a traerlas de Brasil y ellos decidieron revenderlas para ofrecer algo accesible. Los clientes, dijo, casi nunca tienen para costear un kilo que puede valer hasta 600 mil bolívares. Marcas como Perdigao, Rezende y Maná son las más vendidas.
El ingeniero Indriago explicó que en estos puestos informales no hay garantías para el cumplimiento de las normas. Tenerlas bajo el sol, a la intemperie significan un peligro de contaminación.