De 10:00 pm a 2:00 am y de 2:00 a 6:00 am son los dos turnos para dormir que tienen los presos en los calabozos del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (CICPC) de Barcelona, estado Anzoátegui.
En dicho recinto hay cinco calabozos donde sobreviven 200 personas, aunque la capacidad instalada es para 40 personas y esto se traduce en un hacinamiento del 500%.
Tal como en la mayoría de los centros de detención policial en Venezuela, el hacinamiento y las condiciones insalubres propiciaron el brote de enfermedades como tuberculosis y paludismo dentro de las instalaciones. Saúl Jesús Rivero, de 20 años de edad, fue una de las víctimas tras permanecer un año y siete meses recluido en ese lugar.
El joven falleció el lunes 22 de junio a causa de un paro respiratorio dentro de una celda. Sus familiares, quienes pidieron mantener su identidad reservada, relataron al equipo del Observatorio Venezolano de Prisiones (OVP) que hace tres meses Saúl Jesús comenzó a presentar fiebres altas y dificultad para respirar.
En ese entonces, fue trasladado al Hospital de Barcelona y le practicaron al menos dos pruebas de tuberculosis, pero ambas resultaron negativas. Las semanas seguían pasando y la salud del joven se iba deteriorando, por lo que nuevamente fue evaluado.
Dos pruebas más con resultado negativo descartaron por completo que tuviera tuberculosis, pero fue diagnosticado con paludismo. Sus familiares tuvieron que costear el tratamiento médico.
Como parte de las evaluaciones médicas, el muchacho fue sometido a una radiografía donde se observó una mancha en los pulmones y, según describieron los familiares, debía regresar a un centro de salud para ser evaluado con mayor detalle.
El abogado defensor de Saúl Jesús acudió a los tribunales e introdujo la petición para su traslado a un centro médico, porque además de que el tratamiento ya había culminado, la fiebre no cesaba y su estado de salud era cada vez peor. Nunca se obtuvo una respuesta.
Durante los meses que estuvo enfermo, sus defensas bajaron tanto que contrajo una bronquitis crónica, la cual finalmente desencadenó su muerte, según contaron los deudos.
Por la muerte de Saúl Jesús y el agobiante hacinamiento, este martes 23 de junio los 200 presos del CICPC Barcelona amanecieron molestos. Como medida de protesta, gritaron y agitaron los barrotes con todo lo que tenían a mano.
Su petición ante los organismos de justicia del estado Anzoátegui es que sean tomados en cuenta y por lo menos se realice un traslado hasta el Centro Agroproductivo de Barcelona, ubicado en las adyacencias del Internado Judicial José Antonio Anzoátegui, conocido como la cárcel de Puente Ayala.
En otro orden de ideas, los familiares manifestaron que son muchos los presos que no reciben alimentación diaria, debido que la situación económica del país no les permite trasladarse a diario para proveerles lo necesario.
Cinco calabozos para 200 presos
En el CICPC Barcelona hay cinco celdas, de las cuales una es para 20 o 25 mujeres, aunque solo tiene capacidad instalada para 6 personas.
A éste último se suman un calabozo grande, que es donde sobreviven la mayor cantidad de presos, y otros más pequeños, incluido uno denominado “El Infierno” porque es donde albergan a los enfermos, es oscuro y no tiene ventilación.
En cada una de estas celdas tienen establecido un horario para dormir, que no supera las cuatro horas, y el resto del tiempo deben permanecer de pie.
“Eso es horrible, algunos cuelgan sábanas pero también deben turnarse para sentarse en ellas. A la mayoría de los presos se les observan las piernas y otras partes del cuerpo hinchadas y no es porque estén gordos, simplemente están reteniendo líquido a consecuencia del calor y la cantidad de horas de pie y sin descansar”, explicó uno de los familiares que no quiso identificarse por temor a represalias.
Los seres queridos de cada uno de los presos del CICPC Barcelona se sienten muy preocupados y temen por la proliferación de más enfermedades que les acarrearían la muerte.
En ese sentido, recordaron la muerte de Ángel Córdoba, de 20 años de edad, otro joven preso que murió por problemas de salud en el mes de febrero de este año y que, según aseguraron estos familiares, llegó a estar tan hinchado que ni siquiera podía sentarse.
“No tienen un baño donde hacer sus necesidades y se ven obligados a defecar en las bandejas donde les llevamos la comida, además deben orinar en potes plásticos que les llevamos con agua. Eso de verdad es inhumano, tampoco reciben una dosis de sol”, sentenciaron los denunciantes.
Carolina Girón, directora del Observatorio Venezolano de Prisiones, clamó por la inhabilitación de estos calabozos y que los presos sean trasladados a centros penitenciarios, además de la oportuna atención médica a cada uno de ellos.
“Ningún calabozo del país está adecuado para la permanencia de presos por más de 48 horas, estos no son cárceles”, enfatizó Girón.
Recordó además que privar de la luz del sol a una persona, el no tener derecho a un baño o tan siquiera de poder dormir, son violaciones flagrantes contra los derechos humanos.
Nota de prensa