Si el periodismo se había definido como la búsqueda continua, e incluso inalcanzable, de la verdad mediante la narración de relatos confiables y verificables, en contrapeso con el poder constituido, ahora también debe entenderse como el emergente esfuerzo por verificar que lo dicho públicamente por los poderosos se corresponde con los hechos y que los contenidos que comparten la multiplicidad de nuevos emisores, gracias a las tecnologías de comunicación e información, son verídicos. En ese proceso de adaptación ha quedado en evidencia la incapacidad de muchos medios de cumplir con los estándares del periodismo, en medio de la carrera de publicar primero, lo que ha llevado a una desconfianza pública de usuarios que se han volcado a otros creadores y difusores de contenidos noticiosos, lo que ha abierto espacios para la desinformación o posverdad.
Por: Jeanfreddy Gutiérrez Torres | Provea
En este nuevo ecosistema digital de prosumidores, quienes además de consumir también producen, alteran y reproducen contenidos en Internet, no sólo los ciudadanos han asumido una postura crítica frente a los errores de los medios. Desde el poder también se ha asumido la posibilidad de poner en entredicho la veracidad de los contenidos difundidos, siempre suponiendo intereses oscuros y arropados por la desconfianza generalizada en expertos y medios de comunicación e incluso el impulso psicológico a creer lo que coincide con nuestros valores. Esto es la base del origen de los desórdenes informativos, donde se habla también indistintamente de desinformación, posverdad, fake news o noticias falsas.
Para el investigador Miguel Del Fresno García de la Universidad Nacional de Educación a Distancia de España, “los desórdenes informativos suponen una voluntad de autoridad sobre la realidad, en la práctica, una voluntad de supremacía ideológica, y un riesgo para las democracias liberales”. Con la elección de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, el mandatario se erigió como el dedo acusador para señalar cuáles medios emitían “fake news”, pretendiendo ser crítica legítima o periodismo independiente. Pero no fue el primero en la historia reciente en acusar a los medios u otros actores sociales de mentir de forma interesada.
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