Estimado padre Luis Ugalde
Soy asiduo lector de sus opiniones y he leído con sumo interés su más reciente artículo: “Clamor de Cambio y Elecciones”. En general, coincido con su diagnóstico y comparto con usted y con la Unidad Democrática que debemos luchar por elecciones libres.
Sin embargo, su excelente nota no despeja algunas incógnitas que considero cardinales de cara a la toma de decisiones que nos apremian y se las refiero a continuación.
Es inocultable el enorme rechazo de los ciudadanos a Maduro y su creciente aislamiento internacional.
Él y quienes lo rodean saben que el voto masivo de los venezolanos sería su perdición.
Sus recientes violaciones de la Constitución, por conducto del TSJ, en la designación de los Rectores del CNE y en las tropelías contra los partidos AD y PJ, tienen como objetivo aupar la abstención de modo que se le facilite adueñarse de la Asamblea Nacional.
El régimen de Maduro es enemigo del voto y nosotros tenemos el deber de devolverle al pueblo su soberanía, su derecho a elecciones libres, en función de lo cual es menester precisar en cual terreno el esfuerzo que hagamos es más eficaz el uso de nuestras fuerzas.
¿Desde la abstención o desde la participación?
¿Desde la cárcel y el exilio o desde la libertad y la calle?
¿Desde lo que Maduro quiere que hagamos o desde dónde no quiere que lo hagamos?
¿Desde la política o desde la antipolítica?
¿Desde la esperanza de un posible triunfo o desde la certeza de un fraude aún no consumado?
Pudiera seguir la lista pero la respuesta va siendo obvia.
Debemos evitar hundirnos en la desesperanza por la inactividad que genera la abstención.
Abandonar la fiebre de emociones radicales sin sentido.
Hacer mejor uso de la convicción de seguir la lucha beneficiándonos de la movilización y de la participación ante un eventual fraude que pudiéramos convertirlo en un fuerte impulso de duras protestas por la indignación ante el robo.
La participación es una oportunidad para demostrar, nuevamente, que somos mayoría.
Es indispensable la Unidad para recomponer nuestras fuerzas, la Unidad requiere un norte estratégico que comienza por tener los pies sobre la tierra y evitar espejismos para sacar ventaja política de la realidad.
La ampliación del número de diputados da la posibilidad de una Unidad electoral y política donde caben todos.
Pero también es una amenaza porque tienta a muchos dirigentes a aspirar con alguna iniciativa a ver cómo salen electos.
De no poner en práctica eso que algunos llaman el «cochino pragmatismo», que a todos gusta y nadie admite, las diferencias que van surgiendo en los partidos entre participar o no, nos va a dejar organizaciones fracturadas y débiles.
No le veo inconveniente a un proceso de legitimación del liderazgo como sugiere Oscar Arias cuando nos invita a «aprovechar al máximo las rendijas electorales que ofrece la dictadura».
Aprovechemos todas nuestras potencialidades para organizar ese gigantesco rechazo que existe contra Maduro a través del voto que lo castigue.
Convirtamos ese proceso en plebiscito contra el Dictador.
Debemos recomponer con audacia nuestras enormes fuerzas aprovechando ese inmenso repudio contra Maduro.
Es muy posible lograrlo con la participación, bastante difícil desde la abstención e imposible desde la cárcel o el exilio.
La mejor ayuda de nuestros aliados internacionales sería respaldarnos en la decisión de participar.
Nos ayudarían a convencer a los ciudadanos de votar.
La mejor presión que podrían ejercer nuestros aliados es declarar que no aceptarán fraude alguno.
Que reconocerán como legítimos representantes de la Asamblea Nacional a quienes resulten verdaderos ganadores.
Esa «amenaza creíble» podría ser un verdadero «desencadenante» que ubique la lucha más cerca de un triunfo definitivo
Que le produzca mayores conflictos internos a Maduro y su régimen.
Incluso, que pueda inducir a la Fuerza Armada Nacional a actuar con apego a la Constitución como lo hizo la noche del 2 de diciembre de 2007 y la del 6 de diciembre de 2015.
Y de hacerle entender que unas elecciones libres es también una solución a la recuperación de su institucionalidad.
En fin, padre Ugalde, debemos seguir su ejemplo y hablarle a la gente con la verdad.
Devolverle la esperanza de un triunfo para seguir peleando por ellos en el único terreno posible, en la batalla electoral, pese a todos los obstáculos y adversidades.
Estamos ante una enorme posibilidad de gritar un «Vuelvan caras» como el centauro Páez a sus lanceros en las «Queseras del medio».
José Luis Farías