Danfred, de doce años, y su hermana Jehisy, de once, lloran porque ven llorar a su abuela Oly, de 69. Y Oly solloza porque, durante la cuarentena, apenas está pudiendo conseguir alimentos ni medios para estudiar de forma telemática a sus nietos, con los que vive prácticamente desde que nacieron.
Por Espacio 3 | El Periódico de Aragón
«Sus padres no vieron por ellos. Yo me encargué de criarlos desde que estaban de meses y me ha tocado luchar fuerte desde hace años con la desnutrición de Danfred para lograr salir adelante», relata la abuela. Su pequeño apenas pesa 22 kilos a su edad, una talla que corresponde a un niño de siete años, según la OMS.
El drama de estos menores separados de sus padres se parece al que viven muchas otras familias venezolanas, y más aún desde que comenzó la actual emergencia sanitaria. Uno de cada cuatro niños migrantes de esta nacionalidad ha sido separado de sus padres durante la pandemia. Además, seis de cada diez ya no estudian.
World Vision ha publicado un informe que advierte de que los niños venezolanos desplazados corren un mayor riesgo de pobreza y explotación. Y su situación empeora a medida que miles de familias que huyeron de la crisis económica y política en su país no encuentran un lugar seguro para vivir durante la crisis del coronavirus.
Más de 5,1 millones de venezolanos han huido a lo largo de los últimos años a otros países de América latina. Pero su situación se ha vuelto tan insostenible que se calcula que hasta mil personas al día intentan regresar a Venezuela desde que comenzaron las medidas de aislamiento en los países de la región a mediados de marzo, aun cuando los gobiernos cerraron oficialmente las fronteras para evitar la propagación del virus.
Y todo ello a pesar de que se estima que siete millones de personas necesitan asistencia humanitaria dentro de Venezuela. «Decidimos irnos porque la situación es muy difícil», cuenta Noeli, que duerme en la frontera con su esposo y sus dos bebés, intentando regresar a su país solo un año después de salir hacia Colombia. «Todo lo que está sucediendo con el coronavirus y la cuarentena es duro. Nos estábamos quedando sin dinero para alquilar, así que nos fuimos antes de que nos echaran», puntualiza.
Debido a la pérdida de ingresos, el 63% de las familias han tenido que buscar alojamiento más barato, encontrar un refugio o estar en la calle. Otro 28% está en riesgo de desalojo. Esto pone de relieve las crecientes vulnerabilidades a las que se enfrentan los niños migrantes venezolanos a medida que el covid-19 aumenta la presión sobre las economías y gobiernos ya de por sí frágiles de la región. Y la multitud de personas que cruzan las fronteras sin documentación expone a muchos menores al abuso y la explotación.
Según Naciones Unidas, más de 3,6 millones de niños y niñas venezolanos requieren servicios de protección fuera de su país, 400.000 más que a fines del 2019. El número total de migrantes y refugiados venezolanos dispersos por la región se acerca a los 5,5 millones. Si la tasa de migración previa al coronavirus continúa tras la reapertura de las fronteras, esta crisis superará en número de afectados a la de los refugiados sirios.