Dos hermanos juegan rodeados de chabolas en Petare, el barrio pobre más grande de Venezuela. Ellos no lo saben, pero son parte de una estadística que está robando su futuro: viven en la miseria y antes de cumplir los 5 años padecen desnutrición, un peso que amenaza con lastrar su desarrollo y el de su país.
“El de tres años está bajo de peso (…), el de dos también”, dice a Efe el padre de los niños, José Gregorio Machado, que lava autos en la calle y tiene ingresos, en el mejor de los casos, cercanos a los 10 dólares por semana.
Este hombre cambió hace varios años la miseria de su natal Barlovento -un balneario venido a menos del estado de Miranda- por la de Petare, donde nacieron sus dos hijos menores.
Pero su situación económica no mejoró y terminó en un lote de terreno que una centena de familias llenó con viviendas precarias.
Antes de la pandemia, los hijos menores de Machado recibían suplementos alimentarios de una oenegé en vista de su bajo peso y talla, pero ya hace ya varios meses que no disfrutan de los “caramelos”, como el hombre de 29 años llama a estas donaciones que no supo definir.
LA EDAD DEL DESARROLLO
“El tema con esa población de (menores de) 5 años es que en esas edades se produce el desarrollo de los niños y en particular su desarrollo cerebral, neuronal”, dice a Efe la investigadora María Gabriela Ponce, parte de un equipo que divulgó hace días un estudio cuyos resultados encendieron las alarmas en el país caribeño.
De acuerdo con la Encuesta de Condiciones de Vida (Encovi), en Venezuela casi uno de cada diez niños menores de cinco años -unos 166.000- padece algún tipo de desnutrición si se atiende a la relación entre su peso y edad.
Y si la relación es entre talla y edad, el dato salta a tres de cada diez, es decir, 639.000 infantes.
El número no extraña a los venezolanos, que atraviesan hace más de un lustro por la peor crisis que ha visto el país en su historia moderna.
Pero tampoco deja de sorprenderlos, acostumbrados como están a pensar que la abundante riqueza petrolera que tienen bajo el suelo los hace inmediatamente prósperos.
“Es hasta difícil digerir los resultados (del estudio) en Venezuela, porque el imaginario que teníamos era el de un país rico”, agrega Ponce.
¿MÁS GENTE? MÁS HAMBRE Y MÁS POBREZA
El mismo estudio Encovi revela que el 96 % de los venezolanos son pobres si se toman en cuenta sus ingresos diarios, que promedian los 0,72 dólares.
En este punto, la investigadora señala que son los hogares más numerosos los que reportan mayores niveles de pobreza y hambre, como es el caso de la extensa familia de Rosaura Rivas, líder de otra pequeña invasión en Petare.
“No nos vamos a caer a mentiras”, dice a Efe la mujer de 54 años rodeada de varios de sus 16 nietos. “Decirte que los niños se comen tres comidas al día es mentira y menos con esta situación que tenemos”, agrega en alusión a la pandemia, que deprimió aún más la economía venezolana.
En el terreno donde Rivas ejerce de líder, hay 48 niños, todos de familias tan pobres que apenas ingieren alimentos una vez al día, y en ocasiones ninguna.
POLÍTICA INEFICAZ
Hace días, un ente gubernamental detectó la desnutrición y el bajo peso y talla de muchos, por lo que abrió un comedor para atender a los menores. Pero la respuesta provoca más abucheos que aplausos entre los padres de los niños, que se quejan de alimentos mal preparados y sin proteínas.
“La comida nos la mandan mal hecha, el arroz crudo, poca proteína, cosa que no puede ser”, dice Rivas antes de insistir en que “la mayoría” de los chicos que viven en el terreno están bajos de peso.
También se queja de la frecuencia de llegada de las llamadas cajas CLAP (Comité Local de Abastecimiento y Producción), que el Gobierno de Nicolás Maduro dice llega a unas 6 millones de familias y que contienen poco más de una decena de kilos de alimentos variados como arroz, granos y harinas.
“El CLAP es insuficiente, eso está muy demostrado”, dice al respecto Ponce. “Si el CLAP hubiera sido eficaz, nosotros no estuviéramos registrando esos niveles de desnutrición, no estaríamos registrando esos niveles de inseguridad alimentaria”, añade.
De acuerdo con la encuesta Encovi, el 39 % de las familias beneficiarias de este programa de alimentos subvencionados reportan recibir “menos de una caja al mes”, y el 15 % una caja “cada dos meses”.
En ese sentido, Ponce alerta que estos datos indican que en Venezuela las políticas públicas para atender a los más necesitados no son eficaces.
IMPACTO SEVERO
Asimismo, la investigadora advierte que los resultados de la encuesta Encovi demuestran que los impactos de la crisis venezolana son cada vez más severos y están “comprometiendo el futuro del país”, al frenar el desarrollo de las nuevas generaciones.
“Es decir, los problemas que estamos generando ahorita pueden ser irreversibles” para los niños que crecen con desnutrición, insiste, mientras se declara “removida” emocionalmente por la situación actual de carencias que enfrentan muchas familias en Venezuela.
De acuerdo con un estudio del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), la desnutrición en edades tempranas causa pérdida de la capacidad intelectual y cognitiva y afecta al rendimiento escolar de los menores, así como su adquisición de habilidades para la vida.
“Limita, por tanto, la capacidad del niño de convertirse en un adulto que pueda contribuir, a través de su evolución humana y profesional, al progreso de su comunidad y de su país”, señala un documento de Unicef de 2011.
Ponce señala, sin embargo, que la pobreza que experimenta Venezuela es “reversible”, especialmente por su riqueza en recursos. Pero indica que esto dependerá de cómo se tejan las soluciones en un país donde la crisis no es solo económica, sino también política y se agrava cada vez más.
“Hasta ahora, desde que nosotros venimos sacando Encovi, lamentablemente las noticias son cada vez peores y eso responde a una evolución cada vez más negativa del contexto económico, del contexto institucional, del contexto social”, cierra. EFE