Darlie Routier (26) y sus dos pequeños Devon y Damon dormían en el piso inferior de su casa, frente a la tele. Ella tapada con una colcha, en el sillón de cuero negro; los chicos, de 6 y 5 años, sobre el suelo, con sus mantas y almohadas. Darin Routier, el padre de familia, lo hacía arriba, en su dormitorio matrimonial con Drake, el más pequeño de solo 7 meses. Un ruido de vidrios rotos y los gritos destemplados de su mujer lo despertaron sobresaltado.
Por infobae.com
Y fue despierto que empezó a experimentar la peor pesadilla de su vida.
Eran las 2.31 de la madrugada del jueves 6 de junio de 1996. Darin manoteó los anteojos y bajó saltando los escalones, casi sin vestirse. Abajo, el living era un mar rojo. Por sobre los gritos de su mujer, reinaba el frío silencio. Esas figuras quietas, como dibujadas sobre el piso, eran sus hijos. Parecían durmiendo, tal como los había dejado un rato antes. Darlie decía histérica que un hombre blanco vestido de negro, con una gorra, los había acuchillado a ella y a los chicos.
Ella llama al 911 mientras él intenta salvar la vida de sus pequeños. Mucho no puede hacer. Devon tiene el pecho lleno de agujeros; Damon, está con los ojos bien abiertos. Él, lo vio todo. Solo que no puede decirlo, el aire ya casi no circula por sus cuerdas vocales y lucha desesperado para poder respirar.
Un minuto después, la policía ya está allí, en aquella preciosa casa de dos plantas, de estilo victoriano y ladrillo a vista, en la calle Eagle Drive 5801, de Rowlett, en los suburbios de la ciudad de Dallas, en el estado de Texas, Estados Unidos.
La policía revisa la casona señorial, los grandes jardines aledaños. Nada ni nadie.
El mosquitero de la ventana del garaje, el lugar por donde Darlie dijo que había escapado el intruso, está cortado.
Cuando llega la ambulancia, Darlie está sosteniendo con su mano una toalla contra su propio cuello herido. Su cara desencajada, los ojos azules, su melena rubia y despeinada, el camisón manchado de sangre conforman la trágica fotografía de una madre en la situación límite de su vida.
Los chicos tienen heridas mortales. En cambio, las heridas de Darlie, no suponen un grave riesgo. La ambulancia la traslada al hospital donde le suturan los tajos del cuello y del brazo. Un par de días después es dada de alta.
Esa es la fría crónica de un crimen espantoso, que fue juzgado hace 24 años y dónde Darlie fue la condenada. Ahora, veremos los detalles y por qué ella fue rápidamente “la” señalada.
Darlie, la madre, en primera persona
En su testimonial del sábado 8 de junio de 1996, 48 horas después de los asesinatos y luego de ser dada de alta de la clínica, la joven madre declaró a la policía, de puño y letra, lo siguiente:
“Darin, mi marido, y Dana, mi hermana, llegaron a casa desde el trabajo. Los chicos estaban afuera jugando con los hijos del vecino. Yo estaba terminando de preparar la comida. Damon volvió a casa y Devon llamó y le dije que vuelva pronto porque íbamos a comer. Darin y Dana jugaban con el bebé Drake. Mientras, yo preparaba todo para cenar juntos. Después de comer, todos limpiamos. Yo estaba cambiando al bebé cuando Darin sacó los restos de comida y los puso en un container. Charlamos un rato sobre lo contentos que estábamos porque en las últimas tres semanas el negocio había estado lleno de clientes (…). Devon y Damon preguntaron si podían jugar con amigos un poco más y le dijimos OK. Nosotros nos sentamos por ahí, a ver un poco de televisión. Más tarde le pedí a Darin que llevara en el auto a mi hermana a su casa porque yo no me estaba sintiendo bien. Mientras Darin no estaba, los chicos bajaron mantas y almohadas y me preguntaron si podían ver televisión conmigo. Les dije que sí (…). Jugaron un rato en el piso con Drake, frente a la tevé, mientras yo hacía pochoclo. Unos 20 o 25 minutos después, Darin volvió y se sentó con nosotros a ver televisión”.
Con detalles precisos de cada instante de esa última noche en familia, siguió: “El bebé se puso molesto y le preparé una mamadera. Poco después los chicos se habían dormido. Darin se llevó a Drake arriba, lo puso en su cuna y volvió a bajar. Charlamos un rato de los problemas que teníamos con el auto y el barco y discutimos un poco. Desde que había tenido al bebé estaba teniendo depresión. Le dije a Darin que estaba deprimida porque no estaba pudiendo llevar a los chicos a ningún lado porque solo teníamos un auto. El me dijo que me amaba. Y, como yo quería ver tele un rato más, me preguntó si yo quería que él durmiera ahí, con nosotros. Le dije que no porque él no iba a poder dormir nada en el sillón. Yo había estado durmiendo en el sillón cada tanto en las últimas semanas porque Drake lo hacía en su cuna en nuestro cuarto y cuando se movía me despertaba. Nos quedamos allí un poco más y, después, Darin decidió irse a dormir porque tenía que trabajar al día siguiente y ya eran como las 12.30 o 1 de la madrugada, no estoy segura. Me dio un beso y me dijo que me amaba y yo le dije que lo amaba (…)”.
Casi sin respirar, continuó: “Después de un rato, me empecé a quedar dormida. Y lo siguiente que recuerdo es despertarme con una presión sobre mí. Sentí que Damon presionaba mi hombro derecho y lo escuché llorar, eso terminó por despertarme y me di cuenta de que había un hombre parado a mis pies, como alejándose de mí. Caminé hacia él y sentí el ruido de vidrios rompiéndose. Llegué a mitad de camino hacia la cocina y me di vuelta y corrí a encender la luz del lavadero, entonces vi que había un gran cuchillo de mango blanco en el piso, es ahí que me doy cuenta de que tenía sangre sobre mí y agarré el cuchillo pensando que él podría estar en el garaje y le grité a Darin. Volví a cruzar la cocina y me di cuenta de que toda el área del living estaba cubierta de sangre. Puse el cuchillo en la mesada y corrí hacia la entrada, prendí la luz y empecé a llamar a Darin a los gritos”.
En este instante, la mujer coloca a su marido en la escena del crimen: “Creo que grité dos veces y él salió corriendo del cuarto con sus jeans, pero sin anteojos y gritaba ‘¿¡Qué pasa, qué pasa!?‘. Recuerdo decirle algo como ‘Él los cortó, él me quiso matar, mi cuello’. Bajó las escaleras corriendo y entró donde estaban los chicos. Yo tomé el teléfono y llamé al 911. Darin empezó a hacerle RCP (reanimación cardiopulmonar) a Devon mientras yo puse una toalla en mi cuello y una toalla sobre la espalda de Damon. Me recuerdo diciéndole a Damon que aguantara, que mami estaba ahí. Miré a Darin y vi que la mesa de vidrio había sido dada vuelta (…) luego vi vidrios por todo el piso de la cocina (…) abrí la puerta y le grité a Karen, mi vecina (…), volví hacia Damon que para entonces ya se había dejado de mover y justo entró la policía. Los paramédicos intentaron trabajar con los chicos. Darin gritaba ‘¡¿Quién hizo esto?! ¡¿Quién hizo esto?!’ y yo empecé a preguntar si mis hijos estaban muertos. Darin estaba llorando y me dijo que sí. Luego de eso solo me acuerdo de estar gritando y que le mostraba mi cuello a Darin. MI marido (…) luego corrió al piso de arriba a ver si el bebé estaba bien y se lo llevó a nuestra vecina Karen”.
Darin, el padre, en primera persona
Darin, su marido, declaró el mismo día y lo relató así:
“Drake se quedó dormido alrededor de las 22 o 22.30. Lo llevé a nuestro cuarto y lo acosté. Lo tapé y apagué la luz. Bajé para hablar con Darlie. Hablamos de los chicos y de que no podrían empezar baseball todavía porque nosotros estábamos muy ocupados con el bebé. Hablamos de negocios, de cuentas y de cómo Darlie lo había pasado duro ese día ocupándose del bebé. Darlie dijo que quería dormir en el sillón porque iba a dormir mejor porque el bebé la despertaba. Los chicos estaban dormidos con sus almohadas y mantas en el piso. Devon estaba dormido frente del televisor y Damon estaba dormido entre el sillón donde estaba Darlie y la mesita ratona. Entonces fui a buscar, al piso de arriba, una almohada y una frazada para ella y bajé otra vez y la tapé. Hablamos un poco más acerca de un viaje a Cancún que ella haría con unas amigas de enfrente y le di un beso de buenas noches. Le dije que soñara conmigo y subí a la una de la madrugada. Prendí la tele de nuestro cuarto, miré unos 10 o 15 minutos, me saqué los anteojos y apagué la tele. Me costó dormirme por un rato, pero finalmente lo hice. Inconscientemente (SIC) escuché un ruido y a Darlie gritando fuerte. Gritaba ‘¡Devon, Devon! ¡Oh mi Dios, Devon!‘. Me levanté rápido agarré mis anteojos de la mesita de luz y corrí escaleras abajo lo más rápido que pude”.
Luego siguió describiendo la escena del horror: “Entrando al living, corrí hasta Devon que estaba en el piso donde lo había visto por última vez y me arrodillé para ver si estaba herido (…). Cuando miré de nuevo vi que en el pecho tenía dos agujeros con sangre y músculos saliendo. Lo cacheteé en la cara para que respondiera o me mirara. No hubo respuesta. Empecé RCP, pero cuando yo soplaba dentro de su boca el aire salía por su pecho. Lo hice cinco o seis veces ayudándome con mis manos para tapar los agujeros de su pecho. Luego, como eso no funcionaba sople en uno de los agujeros de su pecho. La miré a Darlie y ella estaba llamando al 911. Corrí hasta Damon que estaba en el piso entre la pared y un lado del sillón. No tenía pulso, pero no podía ver sus heridas. La policía entró y le dije que mis bebés habían sido acuchillados y ella les dijo que el hombre se había ido por el garaje”.
“Subí a ponerme mis pantalones. Drake estaba llorando… estaba okey (…), lo único que podía pensar es en ir a pedirle ayuda a Karen (…) Corrí escaleras abajo y crucé la calle hasta lo de Karen y Kerry. Golpee unas seis veces hasta que Terry atendió (…) ellos estaban en shock y corrieron hasta mi casa conmigo cuando estaban poniendo a Damon en una camilla. Yo sabía que Devon estaba muerto antes de cruzar la calle (…) ¡Karen me dijo que Darlie estaba también cortada! No me había dado cuenta a pesar de que estaba llena de sangre desde el cuello hasta el camisón (…)”.
Festejos sobre la tumba
Los chicos fueron enterrados tres días después, el 9 de junio. El 14, el día que Devon hubiera cumplido 7 años, Darlie y Darin llevaron a cabo un festejo que resultaría sumamente perjudicial para la joven madre en el juicio que vendría. Celebraron el cumpleaños de su hijo mayor en el cementerio: soltaron decenas de globos amarillos celeste y rojos y cantaron, al lado de su tumba, el Cumpleaños Feliz.
Una Darlie sonriente tiró serpentinas en aerosol mientras se la veía mascando chicle ostensiblemente. Las cámaras de televisión la enfocaban en primer plano, nadie podía creer lo que veía. Luego, el matrimonio Routier dio una nota de 45 minutos al noticiero KXAS-TV del Canal 5. Allí dijeron que ellos no tenían nada que esconder, que no tenían idea por qué alguien había asesinado a sus hijos.
No parecían padres devastados. No había llantos ni enorme desolación. A veces, ya lo aprenderían, parecer desconsolado puede ser tan importante como estarlo.
Esas imágenes serían el pasaporte de Darlie a la pena de muerte. La opinión pública, los investigadores del caso, la fiscalía y los jurados, las considerarían un espectáculo morboso.
El efecto sobre su imagen fue devastador. Aunque algunos familiares la defendieron y dijeron que no se había mostrado la parte más solemne de la ceremonia, lo cierto que ese día se dictó sentencia.
Darlie se defendió argumentando: “… él quería celebrar los siete años. Hice la única cosa que supe hacer para honrarlo y concederle todos sus deseos porque él ya no está más aquí. ¿Pero cómo sabés qué vas a hacer cuando pierdes dos niños? ¿Cómo sabés como vas a reaccionar?”.
Cuatro días después fue acusada de asesinato capital y llevada al centro de detención Lew Sterrett. La fianza impuesta fue de un millón de dólares.
La incredulidad se abre paso
Para los investigadores de homicidios, el relato de lo ocurrido contado por Darlie no conjugaba para nada con la escena del crimen. El de Darin, concordaba perfectamente, además ella nunca lo había situado en el piso inferior durante los hechos.
¿Qué cosas no cerraban de lo que dijo Darlie? Muchas. Por ejemplo, que no había sangre en el sofá donde ella estaba durmiendo y donde supuestamente había sido acuchillada en el cuello. El detective Jimmy Ray Paterson testificaría en el juicio que la policía había encontrado sangre cerca de la bacha de la cocina y cerca de la puerta principal, y que extrañamente no se había hallado nada de sangre cerca de la ventana del garaje, por donde dijo Darlie se había escapado el intruso. Tampoco la había fuera de la casa.
Paterson agregó algo que dejó fríos a todos los presentes: que Darlie no había demostrado mucha preocupación por sus hijos mientras la policía la entrevistaba esa fatídica mañana. Su abogado defensor esgrimió frente al jurado que eso era por el efecto de los sedantes, pero la estocada ya había sido dada. Más conmovido estuvo el paramédico Jack Colby, quien recordó el último aliento de Damon: “Él intentaba buscar aire, y esa fue la última vez que respiró. Sus ojos estaban abiertos y todavía había un destello de vida en ellos. Mientras estaba con él, solamente se fue desvaneciéndose…”.
Otro doctor que la examinó sostuvo que las heridas que ella presentaba aparentaban ser autoinfligidas y que eran más bien superficiales. Las declaraciones de varios enfermeros que la atendieron esos días en el hospital también la dejaron mal parada. Según ellos, había dado diferentes versiones sobre cómo había ocurrido el ataque. Y un policía de Rowlett testificó que había encontrado las pólizas de seguros de los chicos y un testamento manuscrito de Darlie Routier detrás del sillón. Encima, la investigación sacó a relucir que a la mujer le habían negado un préstamo de 5000 dólares tres días antes. Estaban llenos de deudas y tenían muy poco dinero en el banco.
El experto criminal James Cron, aseguró que se dio cuenta enseguida de que el relato no coincidía con la escena del crimen: para él no había existido ningún intruso en el hogar de los Routier.
Tampoco ayudó lo que declaró la mujer que se ocupaba de la lavandería de la casa de los Routier. Contó que, el día antes de los crímenes, había hallado al bebé Drake totalmente envuelto en frazadas, intentando respirar. ¿Qué había ocurrido? ¿Una casualidad? Muchos al escucharla especularon que Darlie había intentado quitarle la vida al menor de sus hijos simulando un accidente.
Una de las ex mejores amigas de Darlie, Barbara Jovell, subió al estrado a declarar que menos de un mes antes de lo ocurrido Darlie le había confesado que había intentado quitarse la vida.
Por otro lado, uno de sus propios cuchillos de cocina tenía rastros del mosquitero roto… La policía concluyó que había sido el utilizado para cortar dicho mosquitero.
En octubre de ese año, la pericia forense sobre las manchas describió que la media con sangre hallada varias casas más allá del hogar de los Routier contenía ADN de Darlie y la sangre era efectivamente de los chicos. También se demostró que la ventana del garaje por la que habría salido el asesino estaba cubierta con polvo y que este no se había visto alterado en absoluto. Una clara indicación de que por allí no había salido nadie. Incluso las flores, que estaban debajo de la ventana, tampoco habían sido pisadas.
Los investigadores dijeron que ella se habría autoinfligido las heridas, parada frente a la bacha de la cocina. También sugirieron que Darin podría haber ayudado a Darlie a montar la escena para confundir a los investigadores porque encontraron en las zapatillas de tenis de Darin fibras que coincidían con la media con sangre de los chicos. Darin negó todo y Darlie nunca lo puso en la escena. Él quedó fuera de la mira de los detectives.
También encontraron pelo de Darlie en el arma asesina.
Además, las gotas de sangre de su camisón, detrás del hombro derecho y que pertenecían a sus hijos, tenían el patrón que dejaba la hoja del arma asesina. Eso dijo el experto Tom Bisel al testificar: los rastros de sangre que se encontraban en la parte posterior de la camisa de dormir de Darlie indicaban que había levantado el cuchillo por encima de su cabeza varias veces mientras lo retiraba de cada niño para apuñalarlo una y otra vez, dejando ese reguero sangriento.
El agente especial del FBI, Alan Brantley, sostuvo que, para él, la persona que mató a Damon y Devon era alguien que los conocía. Agregó que parecía que el atacante había tenido más cuidado con las cosas de la casa que con los chicos; que era raro que no hubiera atacado primero a Darlie y que las heridas sufridas por los menores no eran para nada comparables con las de su madre.
Para colmo estaba el diario personal de Darlie, donde un mes antes había escrito una nota suicida.
Los investigadores primero y, luego la fiscalía, la describieron como una persona bella, fría y egoísta; como una madre frívola a la que le gustaban las alhajas y que, preocupada por la estética, se había puesto implantes mamarios; como una mujer que tenía juguetes sexuales en su cuarto y que le gustaba viajar sola con sus amigas. Los prejuicios volvieron a jugar una carta fatal para la madre sospechada.
Como el matrimonio tenía más deudas dedujeron que ella habría matado a sus hijos por codicia: porque no estaba pudiendo sostener su altísimo nivel de vida y porque querría cobrar las pólizas de seguro de vida de los chicos de 5000 dólares.
Darlie negó todos los cargos. Sostuvo que peleó con el asaltante, que tiraron un rack de dónde cayó la copa de vidrio para vino, que intentó perseguir al intruso. No le creyeron.
La única huella dactilar no identificada (que no pertenecía a nadie de la familia ni a nadie que hubiese participado de la investigación y hubiera estado en la casa) fue hallada en la mesa ratona. Pero estaba demasiado dañada para extraer el ADN.
El 6 de diciembre de 1996, mientras Darin Routier vivía en casa de unos familiares, el hogar familiar les fue arrebatado por el banco porque no había pagado desde el crimen los 1300 dólares mensuales de la hipoteca.
El 1 de enero de 1997, Darlie fue trasladada a la prisión Kerr County.
Parker, un investigador privado, dijo que Darlie no le había negado haberlos matado, pero que repetía: “Si yo lo hice, no lo recuerdo”.
El 4 de febrero de 1997, Darlie fue condenada a la pena de muerte por inyección letal, por el homicidio de su hijo Damon. El asesinato de su otro hijo Davon, increíblemente, nunca llegó a juicio.
La sombra de la inocencia
Darin apoyó siempre a su mujer y la visitó durante muchos años cada tres semanas. Sostiene hasta hoy que es inocente. No fue el único. Hubo más personas que dudaron de la culpabilidad de Darlie.
Uno de los jurados, Charles Sanford, aseveró en una declaración jurada luego de ver la cinta completa del festejo de cumpleaños sobre la tumba de Devon (donde en la primera parte de la misma se ve un acto más solemne y con plegarias), que de haberla visto entonces quizá no hubiera votado de la misma manera.
Los que la defienden hacen notar también que el brazo herido es el derecho y ella es diestra. También sostienen que hubo, a ochocientos metros de la casa, otro intento de robo similar cortando un mosquitero. Una testigo, Darlene Potter, declaró haber visto a dos hombres de apariencia sospechosa en el área esa noche.
El abogado de Darlie, Richard Burr, en su petición post condena, se refirió al escaso tiempo que podría haber tenido la acusada para realizar todo lo que se le endilgó. Según el patólogo forense, Damon podría haber sobrevivido con sus heridas solo 9 minutos. Debido a que la llamada al 911 duró 6 minutos y que la policía llegó un minuto después de haber cortado la comunicación, eso le dejaría a Darlie apenas 2 minutos para todo: acuchillar, cortar la ventana y dejar la media fuera de la casa.
Hubo, también, algunas dudas sobre el papel de Darin en el caso. Porque salió a la luz que, poco tiempo antes de los asesinatos, Darin le había preguntado al padrastro de Darlie si sabía de alguien que pudiera entrar a su casa y simular un robo para así cobrar un seguro.
Los defensores de Darlie insisten en que sus heridas no eran tan superficiales como se dijo: que la del cuello pasó demasiado cerca de su carótida y que algunas podrían ser defensivas. Agregan que las pruebas se contaminaron porque la ropa de Darlie y la de sus hijos fue puesta en una misma bolsa de evidencia.
La huella encontrada en la mesita ratona es clave dice Darin: “Esa huella podría ser la del intruso”.
¿Una mamá perturbada? ¿O una víctima de una mala investigación?
Darlie Lynn Peck nació el 4 de enero de 1970 en Altoona, Pennsylvania, Estados Unidos. Sus padres eran Darlie Kee y Larry Peck. Con Darin Routier se conocieron durante la adolescencia, cuando él trabajaba como asistente del manager de un restaurante en Lubbock, Texas.
En 1988 se casaron y se mudaron a Dallas donde él tuvo éxito con su trabajo con temas de computación. Recién se divorciaron en junio de 2011. Darin Routier dijo que fue una decisión tomada en conjunto y “muy difícil” porque todavía cree en la inocencia de su mujer.
¿Qué móvil podría haber llevado a Darlie a cometer los crímenes? ¿Solo la codicia? ¿O podría haber sido una severa crisis nerviosa debido a su depresión y sus permanentes referencias al suicidio? Quién sabe.
El video del cumpleaños, si bien puede considerarse poco oportuno o extravagante, lo cierto es que nadie podría basarse únicamente en ese acto para una condena a muerte. Cómo reacciona cada cual a una tragedia es algo suficientemente subjetivo como para dejar abierta alguna duda.
Douglas Mulder, uno de los abogados de la defensa, dijo que no había ninguna razón para qué ella hubiera querido matar a sus hijos y que no era realista acusarla de montar la escena del crimen.
El jefe forense de San Antonio, Vincent DiMaio, testificó y dijo que la herida en el cuello de Darlie estuvo a dos milímetros de la arteria y que eso no era compatible con las heridas autoinfligidas que él había observado en su carrera.
Durante 2008, se le concedió a Darlie Routier el derecho de hacer nuevas pruebas de ADN. No hubo mayores resultados. El 29 de enero de 2014, el juez jefe del Distrito Occidental, Fred Biery, concedió una petición del fiscal y la defensa del caso Routier para hacer más pruebas de ADN en relación a la huella de sangre encontrada en la casa, al calcetín ensangrentado y a la bata de noche de Darlie. Pero no se supo nada más.
El canal ABC News hizo, en 2018, una docuserie de siete capítulos, llamada La última defensa. Los primeros cuatro cuentan la historia de Darlie. Fue el último de los cinco documentales realizados sobre el caso. También hubo una película, inspirada en los hechos, llamada Esperando un milagro y varios libros. Uno de ellos, Preciosos ángeles, escrito por Bárbara Davis en 1999, recogió testimonios que dejaron muy mal posicionada a Darlie. Por ejemplo, el de la vecina Jenny Lankford diciendo que Darlie parecía aliviada de que los chicos ya no estuvieran. Una familiar de la acusada, Jackie Rogers, fue citada reconociendo que “siempre estaba gritando insultos, diciéndoles ¡saquen su culo de acá! ¡vayan a abajo ya mismo! Lo mandoneaba mal al pequeño Devon y lo empujaba hacia abajo. en mi opinión abusaba emocionalmente de ese chico”.
No fue todo. Mercedes Adams, una amiga de Darlie que fue con ella a ver cómo había quedado la casa cuando fue dada de alta del hospital, relató que cuando entraron al living, Darlie puso sus brazos en jarra y dijo: “¡Mirá este puto lío! Costará una fortuna arreglar esta mierda”. Mercedes dice que la agarró de los hombros, la miró a la cara y le preguntó: “Darlie, mírame a los ojos y dime que tu no mataste a los chicos”. Mercedes no pudo creer la respuesta que obtuvo. Darlie, mirándola a los ojos como le había pedido, le dijo: “Voy a conseguir una alfombra nueva, nuevas cortinas y arreglar este lugar”.
La historia de Drake y un final abierto
A pesar de las horrendas circunstancias que rodearon los primeros meses de su vida, Drake Routier se convirtió en tranquilo joven de 24 años, de grandes ojos azules, que cree en la inocencia de su madre y la visita regularmente. Según su padre, aunque su vida fue compleja desde el inicio, Drake no manifestó jamás ira por lo vivido, ni tuvo problemas con la ley.
Apenas ocurridos los crímenes, Darin no se hizo cargo inmediatamente de su hijo. Tuvo que poner primero en orden sus finanzas y el juez de Texas envió a Drake con una familia sustituta. Más tarde, se le otorgó la custodia a los padres de Darin: Sarilda y Leonard Routier.
Darin, que había sido un exitoso entrepreneur del mundo de la computación, perdió con los crímenes y con sus deudas lo que había acumulado: su mansión victoriana, su yacht y su auto Jaguar modelo 1986.
Empezó de nuevo en la ciudad de Lubbock donde Drake se mudó a vivir con él. Pero el camino les deparaba nuevos y dramáticos escollos. En 2013, a Drake se le declaró una leucemia linfoide aguda, el cáncer de sangre más frecuente en los chicos.
Lo ocurrido le facturaba en el cuerpo las penurias atravesadas. Drake dio una entrevista por primera vez en su vida al canal CNN y le permitió fotografiar una de las sesiones de quimioterapia a las que fue sometido. El 13 de octubre de 2016, terminó su tratamiento en el Hospital de Niños de Dallas y, en junio de 2018, su supo que la enfermedad estaba en remisión. Drake le dijo a CNN que había aceptado que él era “ese chico que tenía a su madre en la fila de la muerte”. Cuando le preguntaron qué quería decirle a su madre él respondió quebrado: “Que la quiero y que deseo que salga pronto”.
Las visitas de Drake a su madre continúan y suceden detrás de un vidrio. No duran más de dos horas.
Aquel 6 de junio de 1996 Darlie no estaba bien. Pasaba momentos de inestabilidad y tenía ideas suicidas, pero hay muchos que encuentran todavía un resquicio para la duda e intentan revertir su condena a muerte. Su madre, Darlie Kee, su hijo Drake y su ex marido, sueñan con verla en libertad.
En 2018, tanto la defensa como la acusación estuvieron de acuerdo con hacer una tercera ronda de testeos de ADN de la escena. En especial de la huella dactilar de la mesa ratona. Lo hicieron, pero no han encontrado a quien pertenece. De acuerdo a uno de sus abogados, el doctor J. Stephen Cooper, la historia de la huella no identificada no terminará aquí. Confía en que, con la ayuda de Proyecto Inocencia de Nueva York, que se ha unido a la defensa recientemente, podría por lo menos quitar a Darlie del corredor de la muerte. Están convencidos de que en esa enigmática huella está la llave de su libertad.
Por ahora, Darlie con 50 años cumplidos, sigue parada en su fila de la muerte. En 2022, tendrá la misma cantidad de años vividos en prisión que los disfrutados en plena libertad.