El diario LA PRENSA y los demás medios de comunicación independientes, así como los ciudadanos democráticos en las redes sociales, informaron consternados y con indignación que un fanático sandinista asesinó el domingo pasado, 19 de julio, a una persona opositora en el municipio de La Trinidad, departamento de Estelí.
El hecho ocurrió mientras se realizaba una marcha de partidarios de Daniel Ortega. La víctima se llamaba Jorge Rugama Rizo y el presunto asesino fue un empleado de la alcaldía de Estelí. Según declaraciones de la madre de Rugama Rizo, este fue asesinado porque con la boca tapada con una mascarilla azul y blanco, gritó “¡viva Nicaragua libre!” mientras pasaban los manifestantes sandinistas.
La familia de la nueva víctima fatal de la dictadura, así como las organizaciones de derechos humanos y las personas democráticas que se expresan en las redes sociales, exigen justicia, que este otro crimen de odio no quede impune.
Pero es lo mismo que se ha reclamado en todos los casos como el del 19 de julio en La Trinidad, que bajo distintas modalidades vienen ocurriendo desde 2007, cuando Daniel Ortega y el FSLN recuperaron el poder y comenzaron a restaurar la dictadura.
En Nicaragua no hay justicia para las personas que no son adeptas a la dictadura y menos aún para quienes se le oponen y se atreven a desafiarla. Justicia podrá haber hasta que la libertad, la democracia y el Estado de derecho sean recuperados y el país liberado de la dictadura de los fanáticos.
El fanatismo, dice el jurista y comentarista político ecuatoriano Rodrigo Conte Peñafiel, es propio de los “sistemas autoritarios y dictatoriales donde el chantaje, la represión y el miedo son utilizados para someter a la gente”. Quienes no se ajustan a la creencia de los fanáticos, agrega el autor, “son considerados enemigos y exponen su estabilidad psíquica, física y social a serios peligros que pueden terminar en la tortura, la cárcel o la muerte”.
Eso es, precisamente, lo que ocurre en Nicaragua. Los partidarios orteguistas no razonan ni discuten ideas, son seres irracionales con una creencia ciega en la omnipotencia e impunidad de los que detentan el poder, y atropellan a quienes los contradicen y no se les someten. En ese plan los fanáticos llegan al extremo de matar, como ha ocurrido tantas veces en Nicaragua, en los últimos años y volvió a ocurrir el reciente 19 de julio en La Trinidad.
Otro estudioso del fanatismo, el catedrático español de psicología clínica Enrique Echeburúa, explica que en el fanático predomina la convicción emocional sobre la coherencia racional, su creencia es indiscutible, tiene ofuscada la conciencia, cree ciegamente ser dueño de la verdad, y para compensar su falta de racionalidad carga su pensamiento de odio contra los que tienen otra manera de pensar.
Así fue en el nazismo, el fascismo y el comunismo estalinista y castrista. Y lo mismo es ahora en los países sometidos por el castrochavismo, entre ellos Nicaragua.
Este artículo se publicó originalmente en La Prensa (Nicaragua) el 22 de julio de 2020