“Por si algo faltara, no sólo algunos testigos se indisciplinan sino que hasta mueren”, escribió Fernando Manuel González en su libro Una historia sencilla: la muerte accidental de un cardenal, publicado en 1996.
Por infobae.com
El autor hablaba del que en vida se llamó Ramón Torres Méndez, El Spunky, “en circunstancias por demás extrañas”. González escribió que según la declaración del entonces procurador del estado, Leobardo Larios Guzmán, el citado prisionero murió en 1993 de “una broncoaspiración (se ahogó con su propio vómito) cuando estaba haciendo ejercicio” dentro de su celda. Era el principal sospechoso por el asesinato en Guadalajara del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo.
Larios Guzmán también dijo que “el golpe en la cabeza que presentaba el cadáver se lo dio con las pesas”, publicó el periódico Siglo 21 el 22 de octubre de 1993.
“Además de apreciar la creatividad de la versión proporcionada por el señor procurador, Una Sola Voz le recuerda a la ciudadanía que no se trata, en lo ocurrido después de los lamentables hechos del aeropuerto, de organizar un concurso de novela de ciencia ficción y que lo mínimo que se les debe exigir a las autoridades es seriedad”, dijo el autor.
En mayo de 1993, el cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo fue asesinado en el aeropuerto de Guadalajara. Los homicidas, de manera tranquila, abordaron un vuelo hacia Tijuana: un avión de Aeromexico que se atrasó por lo menos 20 minutos para que ellos lo pudieran alcanzar. En la casi vacía sección de primera clase compartieron asientos con Jorge Hank Rhon, el hijo de Carlos Hank González. El hijo nunca fue cuestionado formalmente, escribió Charles Bowden en Down by the River: Drugs, Money, Murder, and Family, publicado en 2002.
De acuerdo con Bowden, hubo una investigación, arrestos, y una explicación oficial del gobierno que el cardenal falleció de manera accidental en un cruce de balas entre narcotraficantes. “Nadie cree la explicación oficial del asesinato del cardenal”, dijo. Además, agregó que Larios Guzmán “ligeramente” se movió para buscar respuestas.
Cuando uno de los principales sospechosos, El Spunky, murió, hizo “muy pocas preguntas”. Bowden afirma que Torres Méndez fue estrangulado en su celda de prisión en el Reclusorio Preventivo Metropolitano.
El periódico francés Le Monde y Notimex publicaron en septiembre de 1993 que el cuerpo de Torres Méndez no tenía signos de violencia física, de acuerdo con el director de la prisión del estado. Añadió que se realizaría una autopsia para determinar la causa de la muerte.
El Spunky fue arrestado poco después del asesinato del cardenal y otras seis personas en el aeropuerto de Guadalajara. Estaba esperando su juicio en prisión por los homicidios y cargos de narcotráfico. Presuntamente disparó en contra de Posadas Ocampo por equivocación, cuando en realidad su objetivo era otro sicario.
Eventualmente, cuando la investigación terminó, Larios comenzó a desempeñarse como profesor en una escuela de derecho en Guadalajara. El 10 de mayo de 1995, mientras salía de su casa para atender las clases, nueve rondas pasaron por su cabeza. Un sicario esperó con una granada en la mano por si las balas no eran suficiente. Su muerte sigue sin resolverse.
Sin embargo, de acuerdo con Reforma, según consta en archivos periodísticos, fue asesinado por orden de Humberto Rodríguez Bañuelos, La Rana, porque no aceptó un soborno.
Proceso publicó en junio de 2006 que el priista Arturo Zamora, en 1993 siendo director del Descopres (Departamento de Servicios Coordinados de Prevención y Readaptación Social), ordenó la muerte de El Spunky. Sicarios del Cártel de Tijuana atentaron contra la vida de Zamora en 1995 para vengar la muerte de Torres Méndez. Hasta el 2019 fue Secretario General del Partido Revolucionario Institucional (PRI).