Brasil superó este jueves los cuatro millones de contagios de coronavirus desde el inicio de la pandemia, que muestra tímidas señales de ceder después de haber causado más de 124.000 muertes en el país.
Desde el primer caso registrado el 26 de febrero y el primer deceso, el 16 de marzo, los balances llegaron a 4.041.638 contagios y 124.614 muertos, con un aumento de 43.773 casos y 834 óbitos en las últimas 24 horas.
Tras varios meses en una meseta con un promedio diario de más de mil muertos, el gigante sudamericano registra desde fines de agosto una leve disminución y computó en la última semana una media de 869 muertes y unos 40.000 contagios cada día.
El Ministerio de Salud afirma que los números revelan una “caída” en la curva, pero los especialistas independientes sugieren cautela.
“Es el inicio de lo que esperamos sea de hecho una tendencia de mejora”, dijo a la AFP el epidemiólogo de la Universidad de Brasilia Mauro Sanchez, quien advierte que se trata de una mejora “muy tímida” y “muy reciente”, que debe mantenerse por al menos dos o tres semanas para confirmarse.
Además, por ser un país de dimensiones continentales, la curva nacional debe ser leída como un “resumen de 27 epidemias diferentes”, una por cada estado, apunta el especialista.
El país, de 212 millones de habitantes, tiene un índice de 589 decesos por millón de habitantes, con contrastes que van de 309 muertes por millón/h en la región Sur a 746 por millón/h en el Norte.
“En los últimos dos meses hemos visto una curva que mezcla regiones en aumento [como el sur y el centro-oeste o el interior de Sao Paulo y Minas Gerais] con otras en retroceso”, como las ciudades de Sao Paulo y Rio de Janeiro, así como el norte y el noreste, complementa Paulo Lotufo, profesor de Epidemiología en la Universidad de Sao Paulo (USP).
Para Lotufo, los números también sugieren que Brasil está a las puertas de una mejora.
Pero ambos especialistas coinciden en que todo puede desmoronarse si los gobiernos locales y regionales ceden a presiones de grupos económicos para promover una reapertura indiscriminada y se abandonan las medidas individuales de protección, como se observó el pasado domingo en las playas de Rio de Janeiro, atestadas de personas sin mascarilla.
Tras la retomada de las actividades comerciales y la reapertura de bares, restaurantes, gimnasios e iglesias con normas de higiene y distanciamiento, numerosas ciudades estudian cómo y cuándo reabrir las escuelas, que suspendieron sus actividades en marzo, poco después del inicio del año lectivo.
La multitudinaria fiesta de fin de año en Copacabana ya no será realizada en su formato tradicional y el carnaval de 2021 probablemente se postergue, a la espera de una vacuna.
– Medidas tardías e insuficientes –
El gigante sudamericano enfrentó la pandemia sin una estrategia coordinada. El presidente Jair Bolsonaro saboteó las medidas de aislamiento impuestas por los gobernadores, por considerar que se trataba de un remedio “peor que la enfermedad” y que el país debía “volver a la normalidad” para no perjudicar la economía.
El mandatario de ultraderecha, que llegó a calificar a la covid-19 de “gripecita”, contrajo él mismo el virus y sigue promoviendo aglomeraciones en viajes oficiales y estrechando la mano de simpatizantes, sin usar mascarilla.
Su postura provocó la caída de dos ministros de la Salud que discrepaban con su manejo de la crisis y su promoción de la hidroxicloroquina como tratamiento, pese a la ausencia de evidencias científicas sobre su eficacia.
Sánchez y Lotufo coinciden en que Brasil podría haber evitado un gran número de muertes si hubiera implementado rápidamente medidas efectivas de aislamiento y facilitado el acceso temprano de las camadas más pobres al subsidio económico distribuido por el gobierno desde abril.
“Las personas más vulnerables no pueden quedarse en casa trabajando en ‘home office'”, apunta Sánchez, quien teme que las señales de mejora actuales lleven a los gobiernos y la población a aflojar los cuidados y que los frutos de las últimas semanas se echen a perder.
Por el momento, Brasil lucha con las dos crisis en paralelo: se ha convertido en el segundo país con más casos y más muertos, después de Estados Unidos, y enfrenta una contracción récord de su economía, que llevó a la destrucción de unos nueve millones de empleos.
AFP