Shinzo Abe, que dejó este miércoles su cargo de primer ministro de Japón por razones de salud, pasará a la historia por su audaz política económica y una intensa actividad diplomática, que dejan sin embargo la sensación de haber quedado inconclusas.
El nacionalista y pragmático Abe, de 65 años, batió el récord absoluto de longevidad como primer ministro de Japón, demostrando una asombrosa capacidad para sobrevivir a numerosos escándalos.
Su enfermedad intestinal inflamatoria crónica, una colitis ulcerosa, ya había sido una de las razones del final abrupto de su corto paso por el poder en 2006-2007.
Abe volvió a la jefatura de gobierno como un salvador en diciembre de 2012, pero la enfermedad volvió a atacar y precipitó el final de su segundo mandato, que inicialmente iba hasta el otoño boreal de 2021.
Abe se hizo conocer en el extranjero por su estrategia de reactivación económica, conocida como los “abenomics”, lanzada a partir de 2012, en la que mezclaba flexibilización monetaria, masiva reactivación presupuestaria y reformas estructurales.
Registró algunos logros, como un alza de la tasa de actividad de las mujeres y las personas de mayor edad. También recurrió de manera más importante a la inmigración para enfrentar la escasez de mano de obra.
Sin embargo, a falta de reformas realmente ambiciosas, este programa solo tuvo éxitos parciales, hoy en día claramente eclipsados por la crisis económica causada por la pandemia del coronavirus.
– Estirpe de políticos –
Abe ha estado preparado desde muy joven para ejercer el poder, marcado por la historia familiar de dos generaciones de dirigentes políticos antes que él.
La gran ambición de Abe era revisar la Constitución pacifista japonesa de 1947, escrita por el ocupante estadounidense, y jamás enmendada.
Como Abe construyó su reputación a partir de su firmeza ante Corea del Norte, deseaba que se admitiera constitucionalmente la existencia de un ejército nacional en lugar de las actuales “Fuerzas de autodefensa” japonesas. Y ello pese a que la Constitución estipula que Japón renuncia para siempre a la guerra.
Quería un Japón capaz de defenderse militarmente sin arrastrar indefinidamente la carga del arrepentimiento frente a China y Corea del Sur, dos países que estuvieron ocupados por tropas niponas.
En todo caso, bajo Abe, las relaciones de Japón con Corea del Sur se degradaron considerablemente en los dos últimos años, mientras que las de China han mejorado de forma ostensible.
Por otra parte, Abe se adaptó a cada cambio de presidente estadounidense. Fue el primer dirigente en viajar a Nueva York para entrevistarse con Donald Trump, inmediatamente después de su elección a la presidencia en Estados Unidos, y compartía con él su pasión por el golf.
Al mismo tiempo, Abe intentó no ofender al presidente ruso Vladimir Putin. Sin embargo, no pudo concretar su deseo de resolver el diferendo de las islas Kuriles (llamadas “Territorios del norte” por los japoneses), anexionados por la extinta Unión Soviética tras la Segunda Guerra Mundial, y jamás restituidas a Japón.
– Desviar la atención –
Abe, a menudo salpicado por escándalos que afectan a su entorno, supo aprovechar acontecimientos externos – disparos de misiles norcoreanos, catástrofes naturales – para desviar la atención y presentarse como jefe indispensable ante la adversidad.
También se benefició de la falta de un rival de envergadura en el seno de su partido, el PLD, y de la fragilidad de la oposición, aún no recuperada de su desastroso paso por el poder entre 2009 y 2012.
Pero su popularidad declinó desde el inicio de la pandemia del coronavirus, ya que el acciona de su gobierno fue considerado demasiado lento y confuso.
Durante mucho tiempo se aferró a la esperanza de mantener los Juegos Olímpicos de Tokio en el verano boreal de 2020, que iban a ser el punto culminante de su mandato. Finalmente fueron postergados un año a causa de la pandemia, y su celebración sigue siendo incierta.
AFP