Trece años han pasado desde la desaparición de Madeleine McCann, que ahora tendría 17 años, mientras estaba de vacaciones con su familia en la costa sur de Portugal. Una investigación llena de anomalías que volvía a los titulares este verano tras ser identificado un presidiario alemán de 43 años, que en el momento del suceso acampaba con su autocaravana en la zona, como nuevo sospechoso y principal foco de las pesquisas.
Por Vanitatis
La policía alemana llevaba a cabo un registro a finales de julio de un espacio ajardinado en Seelze, cerca de la ciudad de Hannover, como parte de la investigación que trata de esclarecer el misterio que rodea este caso, aún sin resolver y que les ha llevado a comenzar una excavación en dicho terreno cercano al domicilio de Christian Brückner, la persona identificada por la Fiscalía de este país como el principal sospechoso de haber secuestrado y asesinado a la niña.
Y es que, al contrario de Scotland Yard, la policía germana parte en su investigación de la base de que la niña fue asesinada. La portavoz de la Fiscalía, Julia Meyer, informaba a los medios sobre el porqué del procedimiento que se había puesto en marcha y al que acudieron varios vehículos policiales a buscar pruebas ayudados de palas, rastrillos, perros y hasta una excavadora, en una acción que hizo creer que están buscando el cadáver de Maddie o algún indicio material que aclarase el destino de la pequeña o al menos les indicara el camino adecuado a seguir. Este verano se informaba de que no se pueden dar más detalles pero que, aún sin pruebas forenses, sí tienen evidencias concretas. Sin embargo, sí encontraron un sótano secreto que pertenecía a una cabaña ahora ya inexistente, aunque de momento no se tiene más información y se acumula esto a las anomalías varias que se han sucedido a lo largo de las diferentes investigaciones. Algunas de ellas han sido los 40 minutos que se tardó en avisar a la policía desde la desaparición, el suministro de somníferos a la niña por parte de los padres, el oso de Maddie colocado a una altura a la que la pequeña no llegaba, entre otras.
El trágico suceso ocurrido en 2007 puso la vida de Kate y Gerry McCann patas arriba y se rompió en pedazos aquel día, sin embargo en esta casi década y media han puesto todos sus esfuerzos en salir adelante sobre todo por sus mellizos –Sean y Amelie–, que entonces tenían tan solo dos años y ahora se han convertido en adolescentes brillantes y atléticos que asisten a una escuela católica en Loughborough, el mismo centro donde durante todos estos años se ha mantenido un lugar para Maddie.
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