No todas las personas podemos cometer un acto suicida, la probabilidad de hacerlo o no dependen de nuestra salud mental, es decir, nuestra estructura de personalidad, el equilibrio emocional, y la capacidad de afrontamiento que tengamos ante situaciones adversas.
Recientemente recibí la llamada de un hermano que labora en la morgue del Hospital Central de Barquisimeto, quien con palabras cortadas, angustiantes y llenas de preocupación, me manifestaba el penoso deber que cumple y, cuan alarmado y susceptible se sentía manteniéndose en sus funciones por el resultado del número de suicidios que se han comenzado a presentar y que se incrementan cada vez más.
Refería que la labor que en Venezuela se debe hacer en términos de fortalecimiento emocional, a partir de su Libertad, sería apoteósica e incesante, por cuanto el deterioro que hay en cada hogar es colosal. Así lo ve reflejado en la actividad que realiza, y que evidencia los daños emocionales y morales que se le ha causado a los venezolanos, sin obviar el resto de improperios, vejaciones y humillaciones que arrastra cada familia venezolana.
El nivel de los suicidios en Venezuela aumentó cuando comenzó el confinamiento por los casos del Covid 19, sin duda, pero esto no sólo sucede en el estado Lara, sino a escala nacional, según cifras arrojadas por el Observatorio Venezolano de Violencia (OVV), los suicidios se presentan en adultos entre 30 y 64 años, y más preocupante aun, en adolescentes.
No hace falta ser un erudito para determinar las razones que llevan a esta fatal decisión. Venezuela se debate en un síndrome de depresión múltiple ansioso depresivo, de cambios emocionales que han venido siendo constantes y consecutivos. Los hogares venezolanos son ollas de presión, por la extrema irresolución de conflictos y problemas diarios.
Las familias están carentes de alimentos, han sufrido desintegración familiar debido a la emigración paulatina de los parientes aptos para producir, hogares disfuncionales, deudas impagables, salarios miserables, con una hiperinflación galopante, aunado a la precaria situación de los servicios básicos, casi inexistentes: luz, agua, gas -inalcanzable por su costo y escasez-, la gasolina, cada vez más quimérica para los venezolanos, en un país otrora rico de este preciado combustible. Quién lo diría, hoy rogamos a otros países lo que ayer tirábamos a manos llenas.
De manera, sin lugar a dudas, la crisis de Venezuela guarda relación con el elevado registro de suicidios. Esta determinación de quitarse la vida, pasó de ser una decisión individual relacionada con los distintos factores de riesgo a ser también un fenómeno de carácter social.
Pareciera ser una lista grande de conflictos y estresores psicosociales para un solo país y, un reto enorme para cada ciudadano superarlos. Las condiciones precarias que vive el venezolano aumentan cada día, la violencia estructural y también la violencia hacia ellos mismos. No obstante, las cifras que se registran a nivel nacional no se dan a conocer por medio alguno, pareciera estarse tapando una realidad que puede llegar a tener campañas de prevención por parte del Estado, trabajar con las comunidades, instituciones, organizaciones, familias e individuos, ya que los factores de riesgo se conocen.
¡Urge la Libertad!